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Indomit, el Cordón del Plata en primera persona
Silvia Vravo deja las sensaciones que la atravesaron durante los 50km de Indomit Ultra Trail que se corrió el sábado pasado 28 de mayo; cómo correr el primer ultramaratón de montaña
Uno de los objetivos deportivos del año estaba en la puerta, correr 50k implicaría que formalmente pasaría a ser Ultra. ¿La carrera? Indomit Mendoza Ultra Trail.
Mirando el calendario sabía de la existencia de Indomit pero por el lugar, el Cordón del Plata, lo había descartado como opción. Me había parecido mucho para iniciarme en 50k. Sin embargo, ni bien comenté el objetivo a mi nuevo equipo de entrenamiento, todos coincidieron con que tenía la base que se necesitaba y en casi tres meses de entrenamiento podríamos lograr, sin problemas, correr bien los 50k.
Esos meses pasaron muy rápido y de pronto el lugar empezó a cobrar mucho significado. Más cerca estaba la fecha, más relevancia cobraba que fuese en Potrerillos. Empezaba a darme cuenta que era muy posible lograrlo de la forma correcta. Esas montañas que me habían visto recibirme de montañista allá por el 2008 cuando finalizaba mi curso de altura. Ahora, ese mismo lugar, sería el encargado de evaluarme si estaba lista para ser Ultra. Sabía las condiciones de la zona, conocía esas rocas, tenía consciencia de qué lugar había elegido para probarme y entrenamiento tras entrenamiento lo veía más realizable.
A días de viajar y con una carga laboral más que estresante caí por mi lado más débil. Me enfermé, empecé a tener cada día más tos. No entrené desde el mismo momento que apareció la tos, por primera vez hice lo que normalmente la gente hace: dejé de entrenar. El martes al irme del trabajo aceptando la consigna de confiar en el equipo de trabajo que me acompañaba en el proyecto encontré una cintita que decía una frase simple "dar el máximo".
Viajé manejando sola rumbo a Mendoza pensando varias veces en esa cinta y redefiniendo cuál era el máximo que tenía bajo la situación actual, que era básicamente la única posible.
Jueves y viernes previos a la carrera. El tiempo en Potrerillos está bastante frío y garuaba continuamente. Así que en lugar de hacer una puesta a punto de las piernas, trabajé en ubicar la cabeza. Fui varias veces a buscar las montañas que tanto admiraba, pero no había forma de encontrarlas, las nubes estaban muy bajas y la llovizna impedía ver más allá. Aunque era muy leve estaba bastante fría. Desde el auto y mate por medio hice mi concentración en la que rescate varias ideas que me fueron llegando de amigos y compañeros "no subestimar", "confiar", "objetivos cortos" y "no quemarme con la idea de estar enferma".
La noche previa a correr fui a la largada de 100k. Literalmente me cargué de la energía que tenía aquellos corredores que iban a hacer el doble de distancia que me proponía, ellos iban a pasar la noche corriendo.
Faltaba menos de media hora para la largada de los 50k, parada abajo del arco que me vería llegar en largas horas; lo miré fijo, visualicé todo y me puse a trotar, era la primera vez que movía intensamente las piernas en 5 días; y no quise seguir pensando, automáticamente apague la cabeza y seguí con los ejercicios que se de memoria. De pronto la largada se llenó de compañeros de aventura, no tengo mucha idea cuando llegaron estaba en mi mundo. Prendimos todos las frontales, música para la largada, conteo final y ¡LARGAMOS! Se comenzaba a transitar la prueba.
La salida fue controlada durante varios metros hasta que nos soltaron, de a poco se armaron los grupitos de luces que corrían juntos a un mismo ritmo. En la noche cerrada, yendo por un camino con poca iluminación los sentidos comenzaron a estar a flor de piel. Las pisadas se escuchan muy claramente, también el esfuerzo por respirar en la noche fría y si uno decidía abrir un poco el rompevientos enseguida la humedad se hacía sentir bruscamente en el pecho. Por suerte no garuaba ni había viento.
Los primeros km me resultaron muy incómodos, no lograba encontrar el motivo, si era por el tiempo que había pasado sin moverme, la altura, la congestión o que estábamos trotando sobre asfalto; esta última idea era la que más me convencía porque hasta los pies me molestaban. Las zapatillas nuevas seguramente no estaban ayudando. De pronto y porque la linterna se me desarmó en un movimiento poco inteligente decidí frenar por completo. Acomodé la linterna y también la cabeza. Me impuse dejar de pensar el motivo, faltaba poco para salir del asfalto y comenzar la etapa más divertida. Paso a paso tenía que concentrarme en respirar, encontrar un ritmo que no me costase y mantenerlo sin apurarme, eran una distancia larga, no había necesidad de quemar km al principio. Agudice¿é otros sentidos, me puse a buscar pájaros y mirar para todos lados; porque por más que fuese de noche y estuviese nublado siempre hay un paisaje que admirar. Así fue como disfruté cada nube que lograba enfocar su forma, cada contorno que lograba descubrir tras la nubosidad. Después de no se cuantos minutos volví a mi cuerpo a chequear cómo andaba y todas las incomodidades ya no estaban. ¡¡¡Lo había logrado!!!
Pronto aparecieron los primeros arroyos, que lograron que todos nos conectásemos profundamente con nuestros pies, el agua estaba helada y cuanto más eficiente uno lograba hacer el cruce y ponerse a trotar menos frío se iba a sentir. Los arroyos se ocuparon durante bastante tiempo de recordarnos lo gélido que puede ser el agua en Mendoza. Admito que a diferencia de otras veces el coastering fue más que entretenido y aunque la mañana comenzaba a llegar el sol seguía estando ausente. ¡La nubes lo cubrían todo!
Y llegó el primer PAS justo en el momento indicado. Los brazos se me empezaron a enfriar por demás debido al sudor, estaba empapada y empezando a perder calor. Al entrar al puesto la sensación fue de entrar a un verdadero refugio de montaña, la temperatura era perfecta, había todo tipo de comida imaginada, desde budín, caramelos, Mogul hasta pizza, papas fritas sin olvidar el caldo, café o cualquier infusión caliente que aliviara la baja temperatura que penetraba. Incluso, claro, bebida isotónica que ayudará a recuperar sales perdidas. Para coronar la sensación de estar en el paraíso las personas que asistían eran muy cordiales, desde ayudar a cargar el camel hasta quitar zapatillas los vi muy predispuestos; tampoco faltaba una palabra de aliento al despedirse. Realmente si uno lo pensaba era para sentarse y quedarse a charlar de la vida.
Nuevamente en recorrido comenzó la etapa hacia la cumbre más alta que alcanzaríamos en los 50k; llegar a Los Morteritos implicaba tocar los 2500 metros sobre el nivel del mar. En el puesto me había cambiado primera piel y remera pero vaya uno a saber en qué estaba pensando olvidé hacer el cambio de guantes y los tenía empapados, de pronto los dedos se me empezaron a entumecer, no había movimiento que hiciese que lograra generar calor en la punta de los dedos, el frío era tal que preferí sacarme los guantes, ponerlo en el interior del rompevientos y cubrir con la remera manga larga las manos. Sin embargo el dolor no se pasaba, sabía que esa sensación no era grave solo un poco frío pero anularla me llevó seguramente un par de km, no recuerdo bien cómo pero volví a mis guantes en algún momento; evidentemente la concentración fue grande.
Metidos en medio de la nube de pronto hice foco en unos arbustos y me pareció que tenían algo blanco arriba, me acerqué lentamente (tan lento como iba) y comprobé que era minúsculas partículas de aguanieve. De pronto la nube se cerró más, casi no se veía a unos pocos metros, los pasos de los compañeros se escuchaban pero había que hacer un esfuerzo por reconocer siluetas y en esos instantes el paisaje cambió bruscamente; los arbustos pasaron a estar completamente nevados! Que hermoso que era! No paraba de mirar algo tan simple como agua congelada sobre un arbusto. El suelo que pisábamos no estaba nevado, seguramente por el alto tránsito que estábamos generando. Estaba maravillada con la idea de estar corriendo en medio de una nube y rodeada de nieve, tal vez solo me faltaba ver las cumbres nevadas, lo había deseado con fuerza días anteriores, tan solo quería ver por unos instantes esos ápices nevados.
Miraba fijo en donde sabía que estaban las cumbres tan deseadas hasta que de pronto me pareció ver una silueta, miré con fuerza como queriendo correr ese manto blanco que formaban las nubes y de poco noté como se abrió y el imponente Cordón del Plata lucía delante nuestro. Éramos un grupo de 5, divididos en tres delante mio y una chica detrás. Al mismo tiempo que sentía una ganas desesperadas de gritar festejando ver el cielo azul escuché como el grupo de adelante saltaba en el lugar de la alegría, éramos chicos delante del regalo tan pedido a Papá Noel, corrí para sacarles una foto y luego obviamente fue mi turno. Nos felicitábamos como si fuese nuestro logro haber corrido con la mente esas nubes para disfrutar del esplendor del cordón todo nevado, la carrera era otra. Al menos por unos minutos Indomit iba a tener otro contexto, fue mágico cómo cambió todo en minutos; incluso nuestro humor, todo se volvió una fiesta.
El falso llano seguía poniendo a prueba nuestras piernas pero todo era mas feliz con el sol y las cumbres ante nuestros ojos. Fuimos subiendo lentamente, pero a ritmo constante, luego el grupo se separó y logré unirme a otro que iba mas adelante, metro a metro las nubes volvieron a medida que ganamos altura. Finalmente logramos pasarlas y al recorrer el filo, si uno se tomaba unos nano segundos para levantar casi instantáneamente la vista se podía apreciar el colchón de nubes. Ese filo fue vertiginoso, ninguno aflojó a la velocidad, los arbustos estaban más que amenazantes con sus cardos y encima cualquier distracción sobre el filo mojado por la nieve derretida podía genera un accidente no deseado. A pesar de eso tomarse un instante para disfrutar ese manto blanco al que le habíamos "ganado" era casi necesario.
Alcanzado el punto más alto comenzó un descenso maravilloso, técnico pero en donde se podía bajar con una velocidad más que digna. Nuevamente el grupo se reorganizó hasta llegar a un valle en donde nos "metimos" en la nube, costaba encontrar el camino ya que las cintas no se lograban ver a la distancia pero nos turnábamos para tirar un rato cada uno, claramente los perros nos ganaban por varios cuerpos. Hubiese sido más fácil directamente seguirlos.
Pasaron los km y un nuevo puesto de hidratación se hizo presente, este tuvo la particularidad de ser muy social, no quedamos charlando un rato entre tres; dos retomamos la carrera casi juntos peleándonos por no ir marcando el ritmo; como que ninguno quería llevar a otro, sin embargo terminamos yendo tal como llegamos a el puesto, a la par. Fueron surgiendo pequeños diálogos hasta llegar a conocer el historial completo de cada uno al punto de saber en qué carrera nos podemos volver a encontrar. Qué lindas son estas relaciones de carrera! De poco nos separamos, cada uno tenía su fuerte y el camino suele generarme un poco de pereza, después nos cruzariamos mucho más adelante y estaríamos nuevamente las posiciones.
Fue recién en este tramo cuando miré el reloj por primera vez, venía controlando la comida e hidratación por sensaciones, nunca sentí que me faltó nada salvo hasta este momento que sentí necesidad de algo salado, fue por eso que terminé girando la muñeca para mirar distancia y tiempo. Me quedé asombrada por completo, si me preguntaban cuántos km iban hubiese jurado que no pasaban los 22km como muchísimo, me quedé fuera de si cuando vi atentamente que el Garmin marcaba 35k, y un poco mas de 5 horas. ¿En qué momento había pasado tanto tiempo? Había recibido claras instrucciones de no hacer cuentas, así que no pensé en cuánto faltaba, sólo en el próximo hito, el PAS de El Salto. Sin embargo, parece que no era la única que esperaba encontrarse con ese PAS, de poco me fui cruzando con corredores que parecían estar haciendo matemáticas hacía un largo rato. No fue uno sino varios los que al saludarlos me contestaban con un "¿cuánto falta?, ¿no deberíamos haber llegado a el puesto?", "no puede ser que no esté donde dijeron". La verdad es que intenté con todos de cambiar su percepción de la situación por una más positiva pero a veces es muy difícil y al fin y al cabo es un desgaste de energía que no sabía cómo me podía afectar, así que luego de un par de intentos me alejaba. Con un poco de culpa tal vez, pero tenía que cuidarme, para mi seguro era una experiencia nueva, no sabía cuánto resto tenía. Durante este tramo mi mente hizo un desconexión con el estado "zen" y me hizo recordar ciertas personas que fueron muy significativas en este camino de volverse Ultra, de pronto muchas cosas cobraban sentido. Sin embargo y a pesar que el análisis era más que placentero preferí suspenderlo para ahorrar al máximo energía y volverme a concentrar en la respiración, en cómo me sentía. En darme cuenta que no había tenido tos, salvo al llegar al primer PAS y desabrigarme.
Luego de subirnos nuevamente a el asfalto y encarar una bajada constante llegamos a el último PAS, nuevamente las mismas buenas características, todo tipo de comida, la calidez de la gente que asistía; todo era perfecto para reponer energías tanto psicológicas como físicas. Pensado como pequeños hitos, este era para mí el último antes de finalizar la carrera. Ahora si miré nuevamente el reloj 6 horas de carrera y todavía faltaban un buen rato y el Cocodrilo prometía ser interesante; así que con la esperanza de tener una parte técnica divertida salí rumbo a la última parte.
Enseguida nos sacaron del asfalto y empezó una parte sumamente entretenida, al menos para mí, saltando piedras de un lado para otro, metidos en una especie de cañadón fuimos avanzando. Se escuchaba todo, si un corredor venía a muchos metros atrás, pero muchos, se escuchaba cada paso. Además para sensibilizar aún mas la experiencia comenzaron a aparecer una tonalidades rojizas increíbles en las rocas. Después de unos km salimos nuevamente a un control, para encarar ahora si el cocodrilo, que tal como lo anunciaron, si uno lo hace "fresco" puede ser fácil, pero estando en el último tramos parecíamos todos haciendo una caminata lunar. Qué lento nos desplazábamos, fue el único lugar en el que use los bastones. el resto del recorrido los saqué pero no les di uso real, solo en esta parte justifique los km que los llevé.
El cocodrilo fue técnicamente muy lindo, y su vegetación; ¡cómo olvidarla! había todo tipo de plantas para pincharnos. Recuerdo que la bajar mi único pensamiento era qué habría para comer. Sabía claramente dónde estábamos y cuánto nos falta, no había necesidad de mirar el reloj. Una recta final y estábamos. Y así fue, casi no tuve tiempo a pensar en nada que estábamos subiendo a el hotel, la música y ese grito amigo que espera en el arco.
Cómo no picar si aún había resto, cómo no mirar al cielo y pensar "lo hice" y no fue "tan dificil". Ese abrazo al llegar, fue mi mejor medalla finisher, al punto que me quedé hablando, la medalla vendría después.
Fotos, mas abrazos, chistes, hermoso final para un gran objetivo en el mejor lugar que podría haber imaginado. Me robo el concepto que escuché en la charla técnica, El cordón del Plata es la universidad del montañismo, y allí en esa aula sigo aprendiendo, sigo viviendo experiencias únicas, me emociono con cada detalle de la naturaleza, y genero lazos de amistad únicos. En esas montañas sacas lo mejor de cada uno y ponen a prueba nuestras debilidades para enseñarnos lo frágiles que somos; pero si estamos atentos descubriremos en quienes apoyarnos, escuchar y compartir estas experiencias de vida. Porque lo que aprende en estas carreras, en estos viajes queda para la vida.
Preparar una carrera es básicamente un día a día, es disfrutar cada entrenamiento, hacerlo a consciencia, respetar a el cuerpo, aprender a escucharlo, aprender a conectarse en por qué es importante hacer cada trabajo bien, luego cuando llega el gran día uno tiene que simplemente relajarse y disfrutar, toda la base técnica esta realizada. Al final de cada día busco quedarme con la idea de haber ganado algo, ese producto del esfuerzo diario hace que llegado el gran día la inversión tenga sus frutos; una carrera disfrutada, una experiencia mas para contar con satisfacción.
Debo confesar que hasta ahora no he llorado bajo ningún arco pero Indomit y ese abrazo me hicieron aflojar muchísimo como nunca antes. Gracias a todos los que se acercaron de una u otra forma a acompañarme en esta aventura.
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