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Francisco Somoza, el ultra corredor que tiene sus propias fotos en la Antártida, el Sahara, Atacama y el desierto de Gobi
El argentino de 62 años sorprende con sus hazañas como atleta en los lugares más inhóspitos del planeta y cuenta cómo el running lo ayudó a superar los momentos difíciles de su vida
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Francisco Somoza se bajó del avión Hércules en el aeropuerto militar del Palomar que lo trajo desde Río Gallegos y recorrió los 150 metros de la pista hasta el portón de salida casi corriendo y sin darse vuelta. Lo aterraba un llamado, que alguien se arrepintiera, que le dijeran que tenía que volver. Después de unos minutos, llegó el colectivo, dejó pasar al resto de los pasajeros de la fila y se subió último, con el vehículo ya en movimiento. Se calzó el bolso al hombro y encaró para el fondo del micro cuando el chofer lo miró por el espejo superior y le dijo: “¿Eh pibe, no sacás boleto?”. El respondió con un hilo de voz: “Vengo de Río Gallegos, señor, soy excombatiente”. El colectivero lo recorrió nuevamente con la mirada y volvió a la carga: “¿Y a mí qué? O pagás el boleto o te bajás”. Francisco dudó por donde salir. Prefirió la puerta trasera porque era la más cercana y esto lo ayudó a no cruzarse con ninguna mirada. Cuando el colectivo se alejó, se encontró desolado, una tarde de junio de 1982, parado en una esquina cualquiera, en medio de un conurbano ajeno, y lloró. Lloró de bronca, de vergüenza, de impotencia.
“A la vuelta de la guerra estuve muy mal. Me dolió mucho la falta de reconocimiento. Que nos escondieran como si nosotros hubiésemos sido los responsables de la derrota. Para mí, Malvinas es una herida que nunca pude cerrar, me quedé enganchado desde la tristeza y el dolor. Quizás mi búsqueda de reconocimiento en las carreras sea una reivindicación por lo que pasé allá”, le cuenta a LA NACION Francisco Pachi Somoza hoy, a sus 62 años, que divide su tiempo entre su familia, la estación de servicio de la que es socio en Don Torcuato y el deporte.
Francisco es un ultra runner que cuenta con varios récords en su currículum deportivo: es uno de los tres argentinos que corrió los “4 Desiertos” (Gobi, en China; Atacama, en Chile; Sahara, en Egipto, y la Antártida), terminó cuatro veces los 330k del Tor de Geants en italia, y es el que más veces finalizó “La Misión”, una de las carreras más duras en Argentina, entre muchas otras competencias de “ultra trail”.
Finalizó cuatro veces el Tor de Geants, una carrera en el Valle de Aosta de 350 kilómetros que se debe completar, como máximo, en 150 horas y que tiene 32.700 metros de desnivel, lo que equivale a subir cuatro veces el Everest. “El Tor es la carrera más dura que corrí, porque son muchos días en los que casi no dormís, y subís montañas todo el tiempo. Es donde más cómodo me siento, porque puedo regular la velocidad y andar tranquilo. Yo no soy rápido, pero a un ritmo medido mi cuerpo no sufre ni el frio, ni el calor, ni la falta de sueño, puedo andar durante días”, explica Somoza.
De las cuatro veces que participó en Tor de Geants, recuerda la segunda y la tercera como las más especiales, por los finales que tuvieron: “Corro con música y muchas veces sin auriculares. Me crucé con dos franceses que me pidieron que bajara el volumen, porque les molestaba y preferían el silencio de la montaña. Unos italianos escucharon el diálogo y les resultó divertida la situación. Seguí corriendo con ellos, les puse a Pavarotti y comenzamos a cantar juntos ‘O sole mío’. Llegamos a un puesto de control y los tanos le comentaron al responsable del lugar que yo era fan de Pavarotti. Al final de la carrera, luego de seis días, me esperaron con música de Pavarotti. Fue un momento muy conmovedor, lo guardo en el alma”, cuenta. “La otra edición especial fue la de 2021. Llegamos juntos con un amigo entrañable, Marcelo Tordomar, que había abandonado en los dos intentos anteriores y nos recibieron con el himno nacional argentino. Fue muy emocionante porque, después del esfuerzo, casi sin dormir, estás con el corazón en la mano, totalmente sensible”.
Mundo de desiertos
Uno de sus logros fue el circuito “4 Desiertos”, que se realiza en Atacama, en Sahara, en Gobi y en la Antártida. Son carreras de 250 kilómetros, en seis etapas, y los participantes deben llevar con ellos todo el material y alimento que consumen durante la competencia. En 2009 y 2010 fueron reconocidas por la revista Time como la serie de carreras a pie más exigente del mundo.
Somoza relata de su experiencia: “La primera que participé fue en el desierto de Gobi en China, y por falta de experiencia llevé 12 kilos y sufrí muchísimo, lloraba del dolor por el peso. La habilidad para armar la mochila con todo lo necesario y el menor peso posible es clave. En segundo lugar, la forma en que administrás la alimentación, la hidratación, y finalmente tener los elementos de seguridad en caso de emergencia. Son carreras que implican riesgo de vida. En el Sahara se perdió un participante y murió”.
“La Antártida fue el lugar que más me impactó. En esa inmensidad te sentís menos que una mosca. El silencio te aplasta, es una sensación muy rara porque se mezcla con crujidos del hielo, que no te das cuenta si ocurren al lado tuyo o a mucha distancia. El de China fue el más exótico, corrimos cerca de la frontera con Mongolia, y nos cruzábamos con esos personajes con grandes gorros a caballo, me creía en medio de una película. El desierto de Sahara es inquietante. Sentí el peligro al lado mío todo el tiempo, por el calor extremo y por la sensación permanente de que, si te desorientás, te perdés en el medio de la nada. Y en Atacama, la carrera transcurre en un clima realmente extremo, pero te regala unos cielos estrellados que son irrepetibles”, cuenta Francisco.
Ante la pregunta acerca de qué piensa durante tantos días corriendo, Somoza dice: “En estas carreras tan largas yo construyo algo parecido a archivos mentales y a cada uno le pongo un título. Me proyecto a ese lugar y a ese momento. Esto me sirve para salir de lo que estoy viviendo, cuando estoy agotado o pasándola mal físicamente y me permite lograr que el tiempo fluya”. Francisco cuenta sus experiencia más movilizante durante la carrera que participó en el desierto del Sahara: “En la etapa de la carrera más larga se me ocurre abrir el ‘archivo de mi infancia’. Y comencé a conectar con el Pachi de cinco años y volví a situaciones y momentos que tenía borrados. Comencé a recordar a mi papá y al estar tan inmerso en la situación nos pusimos a charlar. Logré viajar en el tiempo y volver a estar con mi viejo. La introspección de ese momento nunca se repitió. Me permitió pedirle perdón y saldar temas pendientes que tenía con él. Mi papá murió joven, teníamos una relación complicada, y en ese recorrido y a través de esa conversación imaginaria pude sanar y resolver cosas que tenía pendientes”.
Récord: diez veces en La Misión
Somoza es el corredor que mayor cantidad de veces finalizó “La Misión”, una de las competencias más emblemáticas del trail running en Argentina, que se realiza en San Martín de los Andes y en Villa La Angostura. Es una carrera en la que los participantes deben llevar su comida, bolsa de dormir y todo lo necesario para gestionar en la montaña cualquier situación compleja que se presente; no reciben apoyo de la organización, salvo situaciones extremas. Participó en diez ocasiones en diferentes distancias: tres veces en 200k, seis en 160k y una en 110k. “Fue una de las primeras carreras largas en la que participé y le tengo un cariño muy especial. Corriendo La Misión estoy en mi casa, a pesar que es muy dura y que pasé momentos difíciles, porque en algunos casos el clima se pone complicado”.
El running ayudó a Francisco a resolver una de las dificultades que lo persiguió durante mucho tiempo. “Comencé a los 10 años y a los 40 fumaba cuatro atados por día. Intenté dejar muchas veces, pero tenía un nivel de adicción muy grande y después de cada intento recaía”, cuenta. “En una fiesta escolar de mis hijos se organizó un partido de fútbol entre los padres y a mi me dijeron que vaya al arco porque no podía correr. Eso me afectó y me propuse firmemente dejar de fumar. En ese momento, a los 45 años pesaba 105 kilos, trabajaba todo el día y vivía estresado. Hoy peso 82”.
Somoza repasa cómo el deporte le ayudó a vencer su adicción: “Tuve que asistir a un grupo de personas con problemas de dependencia, acompañado por un psiquiatra, que luego de un recorrido de tres meses me ayudó a dejar. En ese momento, su recomendación fue que frecuentara lugares donde no se permitía fumar para no tentarme. Entonces me anoté en un gimnasio en Caballito y comencé, de a poco, con la actividad física. Primero participé en una carrera de 10 kilómetros en el que tardé 1 hora 20 minutos. Después me anoté en una competencia de triatlón en Villa Gesell y paulatinamente fui sumando kilómetros e intensidad. Pero lo que me cambió la cabeza fue una carrera en Tandil de 28k. Fue la primera en un entorno de montaña, y me di cuenta que eso era lo mío y no paré más”.
“El running me ayudó a ganarle al cigarrillo y hoy disfruto de mi cuerpo y de poder correr durante días, en lugares increíbles cuando quince años atrás no podía jugar un partido de fútbol con los padres del colegio”, explica Francisco.
La cuenta pendiente: Ultra Trail Mont Blanc
Entre tantos logros, Pachi Somoza tiene una cuenta pendiente: “La carrera que para mí es una espina clavada es el UTMB (Ultra Trail Mont Blanc). La corrí cuatro veces y nunca la pude terminar. En tres oportunidades llegué más tarde del tiempo que hay establecido para cada etapa, y otra porque hubo un temporal de viento y nieve, y nos detuvieron porque no se podía continuar”.
UTMB es la meca del mundo del trail running. Se corre todos los años al final de agosto, comienza en Chamonix, un pueblo de montaña frente al Mont Blanc y a través de 170 kilómetros pasa por tres países, Francia, Italia y Suiza. Es una carrera en la modalidad “non stop”, porque no hay posibilidad de parar a dormir, dado que los tiempos que se exigen en cada tramo no lo permiten. Una prueba muy demandante porque a los kilómetros y las montañas se le suma la exigencia de correr a un alto ritmo.
“No me voy a morir sin terminar el UTMB, lo voy a intentar todas las veces que sea necesario”, dice Francisco, que este año tiene por delante una agenda nutrida. “En mayo voy a correr los 50k de Valholl en Villa General Belgrano, en Córdoba. Después en el desierto de Fiambalá, en Catamarca, voy a correr los 110k, en septiembre participo de los 220k de PSR en los pirineos en España, y cierro el año con 42k en Villa la Angostura”.
“Soy un agradecido de la vida. Estuve en lugares donde nunca me hubiese imaginado llegar y participé en carreras increíbles. Mis hijos me dicen: ¿Papá, vale la pena tanto esfuerzo, tanto sufrimiento y castigar así a tu cuerpo, hay necesidad? Y yo les digo que si, la vida la quiero aprovechar a full. Cuando llegue la muerte, me va a encontrar recontra vivo”.
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