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En maratón, mandan las africanas
Las atletas europeas dominaron en los primeros años en los que la maratón se abrió a las mujeres, pero desde hace tres años les coparon todos los podios
Once de octubre de 2009, la alemana Irina Mikitenko, con 37 años, cruza el arco de la maratón Chicago en 2h26m31s, quedando en el segundo lugar detrás de la rusa Liliya Shobukhova, a quien luego se le anuló la victoria por doping. La alemana fue la última europea en conseguir un título en la ventosa ciudad americana. Una historia parecida se cuenta en Nueva York, Boston, Londres o Berlín. También en los Juegos Olímpicos y en el Campeonato Mundial de la IAAF. Mientras que en la maratón masculina hacía años que dominaban los keniatas y etíopes, entre las mujeres aquella temporada 2008/2009 fue la última antes de que las africanas coparan los podios. Su llegada a la maratón de Tokio coincidió con el ingreso de la carrera al circuito Major: desde ese año, 2012, las victorias siempre fueron africanas.
La llegada de las morenas al poder del atletismo de fondo no vino de la mano de Rita y Priscah Jeptoo (la primera suspendida por doping desde 2014), Mare Dibaba (medalla de oro en el Mundial de Pekín), Mary Keitany (dueña del récord mundial de media maratón), Edna y Florence Kiplagat, sino que se produjo mucho antes. Y vino para quedarse, pese a que el récord del mundo sigue estando al día de hoy, y tras casi 13 años, en manos de la británica Paula Radcliffe, recientemente retirada de la distancia.
Juego de damas
En 1984, aquellos primeros Juegos en los que por fin dejaron participar a las mujeres en la maratón, los primeros puestos fueron ocupados por tres europeas y una americana, las cuatro consideradas como las mejores atletas de la historia de la disciplina y las grandes animadoras en la década de 1980. El primer oro de la historia fue para Joan Benoit Samuelson, que había quebrado el récord mundial un año antes de los Juegos (en su segunda victoria en Boston –la primera había sido en 1979– bajó dos minutos el World Récord (WR) logrando 2h22m43s), con una marca olímpica que se mantuvo tres Juegos más, hasta que lo quebró la japonesa Naoko Takahashi en Sydney 2000. Un año después ganaría la Maratón de Chicago con un podio ocupado casi por las mismas protagonistas. El segundo lugar fue para la noruega Grete Waitz, que para ese entonces había ganado nada menos que cinco de las nueve maratones de Nueva York que consiguió en total (de 1978 hasta 1988, exceptuando 1981). Un año antes de los Juegos había sido campeona del mundo en Helsinki y quebrando nuevamente (y por cuarta vez) el récord del mundo en Londres (en 1986 repetiría el título) alegría que le duró apenas 24horas: Benoit lo bajó al día siguiente, en Boston.
13 años lleva intacto el récord mundial para la maratón establecido en Londres por la británica Paula Radcliffe: 2h15m25s
La tercera fue la portuguesa Rosa Mota, que tendría su pico de rendimiento años después. En 1984 ganó por primera vez Chicago y repitió un año después. Fue campeona del mundo en Roma '87 y tuvo su revancha olímpica en Seúl '88 obteniendo el oro. Además, logró tres veces Boston (1987/88/90) y su última gran conquista fue Londres 1991. Cuarta, sin medalla pero con gloria, terminó la también noruega Ingrid Kristiansen. Récord mundial en 5000 y 10.000 metros, tuvo en los Juegos su gran espina, tal como le ocurriría a Paula Radcliffe tiempo después. Ese año se desquitó logrando su primera maratón de Londres y, un año después, el 21 de abril, obtuvo la segunda, rompiendo además el récord mundial con una marca de 2h21m06s. Esa marca permaneció intacta durante 13 años. En su historial figuran dos títulos en Boston (1986 y 1989), uno en Chicago y otro en Nueva York.
En aquellos Juegos del '84, la única africana que participó y completó la distancia fue la keniata Mary Wagaki, penúltima (puesto 43) con un tiempo de 2h52m. Cuatro años después, en 1988, Ruanda fue el país africano con más representantes (tres), seguido por Kenia, Zimbabwe y República de Mauricio, con una. En Barcelona 1992, con representantes de Congo, Kenia y Etiopía, por primera vez una africana se metería entre las mejores 10: la sudafricana Colleen de Reuck fue 9na con 2h39m. Cuatro años después sería la primera en ganar Berlín.
Y de repente, ya estaban ahí. Entre los hombres, ya dominaban las carreras más importantes del mundo. Pero entre las mujeres, hubo que esperar hasta 1994, cuando Tegla Loroupe, una keniata de 21 años que solía correr 10.000 metros descalza, ganó la maratón de Nueva York (repitió en 1995) y se convirtió en la primera africana en lograrlo. Su hazaña no fue tan sólo la medalla: su victoria fue la inspiración de muchas que eligieron seguir sus pasos. "Quiero demostrarle a las mujeres que no deben sentirse seres inútiles", dijo tras aquella victoria. Cuatro años después, la keniata logró lo impensado: quebró el récord mundial que la noruega Kristiensen mantuvo intacto por 13 años. Y no lo hizo una sino dos veces: primero en Rotterdam '98 y bajando su propia marca un año después en Berlín, dejándola en 2h20m43s.
Loroupe, quien sufrió múltiples problemas de salud que la alejaron de la competencia, fue la encargada de conseguirles entrenadores a dos keniatas que fueron sus sucesoras: Margaret Okayo (ganadora dos veces de Nueva York, Londres y Boston) y Joyce Chepchumba (dos veces Londres, dos Chicago y una Nueva York). Para ese entonces, ya en 1996, una etíope le había dado a Africa su primera medalla olímpica: Fatuma Roba fue oro en Atlanta. Y logró tres veces consecutivas los 42k de Boston: 1997/98/99.
Catherine y Paula
Una semana duró el récord de la nipona Naoko Takahashi. Tras su oro en Sydney 2000, la japonesa logró bajar las 2h20m: en su primera victoria en Berlín (repitió en 2002) corrió en 2h19m46s. Pero era el momento de Catherine Ndereba y siete días después, en su segundo triunfo en Chicago, la keniata cronometró 2h18m47s. Casi un minuto menos. Ya había ganado dos veces Boston (que obtuvo cuatro veces) y luego llegarían dos medallas de plata en los Juegos de Atenas y Pekín y dos campeonatos del mundo de la IAAF (2003 y 2007).
Eso sí, su plusmarca apenas duró un año, pues apareció Paula Radcliffe. En 2002, en su primera experiencia en larga distancia, la británica ganó la maratón de Londres con un tiempo apenas ocho segundos inferior al de Ndereba. Al año siguiente, en Chicago, justo cuando se cumplía el primer aniversario de aquella marca, Radcliffe logró su primer WR: 2h17m18s. Catherine llegó segunda, a más de dos minutos de diferencia. Lo mismo ocurrió en Londres, en la segunda de las tres victorias de la británica: Radcliffe fue primera y marcó un nuevo récord del mundo, el que aún sigue intacto trece años después: 2h15m25s. Detrás llegó Ndereba, cuatro minutos y medio más tarde. Aquella batalla entre Paula y Catherine tuvo un último gran capítulo en 2005, cuando por fin la británica logró un Campeonato del mundo, en Helsinki, y evitó que Ndereba repitiera (había ganado en 2003 y luego volvió en 2007), dejándola en segundo lugar.
Desde 2006, con la creación del World Marathon Majors (en principio con cinco carreras) que comenzaron a repartir 500.000 dólares por año al atleta con más puntos logrados cada dos temporadas, sólo dos europeas volvieron a hacer realmente ruido, y por dos razones diferentes. Shobukhova había ganado tres títulos en Chicago (2009, 2010 y 2011) y uno en Londres (2010), pero un doping la borró de los registros, pese a ser –hasta ese entonces– la segunda mujer más rápida del mundo (2h18m20s). Sus marcas en la maratón americana fueron eliminadas. Fue suspendida por tres años y, por esa razón, Irina Mikitenko se convirtió en la última mujer no africana en ganar allí y también en Londres (2008/09) y Berlín (2008). Radcliffe fue la última en consagrarse en Nueva York (2007/08) y Lidiya Grigoryeva en Boston. Después, las africanas coparon todo. Florence Kiplagat fue la gran ganadora de la última edición de Chicago. Y en Nueva York seguramente se repetirá la escena. El resto, por ahora, corre de atrás.
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