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Miguel Barzola y la marca de la gorra
Maratonista olímpico en Londres 2012, el bagadense estará en la línea de salida del próximo maratón de Buenos Aires; cómo fue sobreponerse a un pedido de deportación antes de correr en la capital londinense
Faltan 3 horas para correr una de los competiciones mas importantes de Europa sobre 10.000 metros, la Copa Ibérica, que enfrenta a los clubes más fuertes de España y Portugal. Entre ellos está Miguel Barzola para buscar su mejor registro en las 25 vueltas a la pista.
Pero nada de eso pasa ya por su cabeza, mientras todos sus contrincantes están descansando en el el hotel esperando la hora de salida a la pista, Miguel está retenido en la comisaría.
La policía llegó alertada por un sistema que advierte cada media noche a todas las estaciones de las fuerzas de seguridad, sobre la identidad y procedencia de los pasajeros en cada uno de los hoteles de todo el país. "Mientras estuve retenido pensé que me mandaban para la Argentina y ya estaba pensando en cómo volver a España ", dice sobre sus recuerdos de aquel día.
Corre el año 2009 y la crisis económica que ya golpea desde un año antes, comienzan a buscar culpables, no lo son las recetas económicas o decisiones políticas: son los inmigrantes, aquellos que hacen el trabajo que los nacionales no quieren hacer en cualquier lugar del mundo. Entonces, a ellos hay que expulsarlos y entre ellos esta Miguel, albañil de profesión por temporadas y atleta por elección, siempre.
Miguel es puesto en libertad con un problema llamado orden de expulsión. Si no logra regularizar su situación, dentro de dos meses debe dejar el país, "yo había intentado hacer los papeles para estar de forma legal pero no fueron admitidos", explica el fondista de 34 años.
Dos horas antes del pistoletazo de salida y como si nada hubiera pasado, y ya en libertad se va a la pista a su nuevo desafío, queriendo encontrar lo que fue a buscar. Como siempre, o casi siempre, correr más rápido.
Los nervios y la angustia pudieron más, él que no había abandonado nunca un 10.000 en pista. Miguel debe resignarse, agachar la cabeza y hacer lo inevitable, abandonar.
Por su cabeza pasan y pesan otras preocupaciones, tiene una carrera distinta por afrontar, si quiere permanecer en el país que eligió para mejorar sus marcas y que lo lleven a unos Juegos Olímpicos.
Es una carrera contrarreloj de 60 días donde debe demostrar que puede vivir de lo que las piernas le dan, no le sirve un contrato como albañil, uno de los rubros más afectados por la crisis; si no lo logra será deportado.
Fueron meses de muchos tramites, consultar abogados, recurrir la expulsión. La solución llega a través del Club de Atletismo Benacantil Puerto de Alicante con una oferta de trabajo y, a través de sus representantes, pudo parar la eyección. "Tuve que pagar una multa por haber estado de forma ilegal", admite Miguel para explica cómo solucionó aquella situación.
Desde ese momento y con todo en regla pudo seguir entrenando y compitiendo sin temor a ser detenido nuevamente y a centrarse en un solo objetivo , con el que dejó la Argentina, su país, para llegar a unos Juegos Olímpicos.
Londres fue su debut olímpico y un logro para la Argentina. Su presencia simbolizó el regreso de un representante a a la distancia emblemática: la maratón. De la que dice "fui un afortunado por que desde Sidney 2000 con la presencia de Oscar Cortínez ningún argentino había vuelto a unos Juegos".
Doce años de vacío y atletas con posibilidades pero que no supieron afrontar la distancia por distintas circunstancias, falta de apoyo o preparación: Daniel "Mosquito" Castro, Oscar Amaya o Juan Suárez fueron algunos de ellos, con antecedentes en pista y calle, pero que no aseguraban el éxito en los 42.195 metros. "La distancia no es fácil y ningún antecedente en distancias menores es suficiente para lograr superar a la maratón", se sincera.
Por lo pronto y salvando las distancia y tiempo lo veremos a Miguelito Barzola como se lo llama popularmente en su Bragado natal, en la Maratón de Buenos Aires este domingo 9 de octubre. Esta vez ya no mirando de forma huidiza y esquivando a los uniformados con gorra para evitar su deportación, sino a miles siguiendo al corredor con gorra. Sin dudas, un sello distintivo de un atleta que sigue adelante a pesar de cualquier adversidad.
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