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Fabián Manrique: el atleta de elite que el running le robó al fútbol
Corría tras el sueño de todo pibe argentino, hasta que le quitaron la pelota y él siguió corriendo; la historia del futbolista que dio lugar al atleta de elite
"Desde chiquito siempre quería ser jugador de fútbol. Me escapaba de casa y volvía a la noche. Mis ídolos eran Cristiano y Messi", cuenta Fabián Manrique, de 22 años. Es un buen inicio para contar la historia de un pibe que la está rompiendo en su debut en primera. Pero mientras usted piensa qué Fabián tuvo un gran 2016 con la pelota, le cuento que la historia venía de manual hasta que todo cambió.
Empezó en las inferiores del club de su barrio “Libertad Los Verdes”, luego pasó a Midland donde empezó a destacarse. "En las pasadas de súper anaeróbico, siempre marcaba la diferencia en distancia y en tiempo", recuerda Federico Caiguara, el preparador físico del club. “En los partidos se me han acercado al banco los otros técnicos para comentarme sobre lo mucho que corría Fabi”. Se destacaba, sí, pero sin la pelota. Ahí se acaba la historia del futbolista que cumple su sueño y empieza otra. Porque Caiguara llevó al futbolista a una pista de atletismo, y Fabián Manrique entendió que su futuro estaba en ese deporte donde se corre mucho, pero sin nada a que patear.
Casi tres años después de que le presentaran una pista, estaba parado en la más importante del país -la principal del Cenard-, a punto de medirse con varios de los mejores de Sudamérica. “Estaba más nervioso que en un cancha de fútbol”, afirma Manrique, a punto de largar los 1500 metros del Grand Prix Sudamericano. Era el único sin trayectoria atlética dentro de ese grupo de 18 elegidos. Aún tenía que hacer su propia historia.
Logró a lo largo de esos 1500 metros la mejor marca de su vida, pero seguía siendo un nene entre los grandes del atletismo, y apenas llegó décimo. Sin embargo sintió que estaba para mucho más dentro de ese óvalo naranja. El 2015 recién empezaba y había muchos kilómetros por delante.
Su entrenador le fue claro. “En el atletismo, ¿sabés quien gana?”. Acá no había grandes jugadas colectivas, ni ley del offside, ni goles sobre la hora. “Gana el que aguanta más el dolor”. Por eso, en cada entrenamiento, Fabián aguantaba. El año se pasó rápido y cuando llegó el verano, todos se fueron a Mar del Plata. Pero nadie llevó la sombrilla ni la reposera, no se iban de vacaciones, sino al Campeonato Nacional, la cita más importante del atletismo nacional. Ahora Fabián competiría con los de su tamaño, en la categoría Sub-23. Recordemos lo dicho, era un nene.
Pero en un solo fin de semana se transformó de nene en hombre. Dejó de ser un desconocido del atletismo para consagrarse campeón nacional en los 1500 y los 5000 metros. Ahora todos sabían quién era Manrique, el pibe que nació en San Antonio de Padua (Merlo), en el oeste "donde está el agite".
"Ser bicampeón nacional sub23 fue como ser goleador y campeón en la reserva de primera", dice Fabián, que aún no se olvida del fútbol. Incluso cada tanto juega, pero sólo con otros atletas, "porque todos nos cuidamos las piernas". Y con una sonrisa pícara añade: "En cambio, con los chicos del barrio nos matamos”.
El 2016 ya lo mostró como una figura consagrada. Ganó en la pista, en la calle y en los cross. Incluso se metió segundo en los 1500 metros del Grand Prix de Mar del Plata (sí, el mismo certamen donde había salido décimo en 2015). Todo venía muy lindo, no sólo ganaba carreras, sino también ganaba confianza. Por lo que preparó su primer gran sueño: clasificar para el sudamericano Sub23, vestirse la camiseta de la Argentina.
Aguantó más dolor que nunca y se presentó a la carrera con la marca lista en sus piernas. Todo estaba dado, tenía contra quien competir, había llegado Gian Presti desde Córdoba -el mejor atleta de la provincia-, juntos buscarían agotar los 5000 metros en menos de 14m30s (rápido, a 2m54s por kilómetro). Pero sabía que podía, tenía con qué correr porque ya no era un nene.
Sin embargo ese día, el cielo no quiso. Se levantó una tormenta que barrió, con lluvia y viento, todos los sueños. El agua golpeó y golpeó y dejó a Fabián a cinco segundos de formar parte del equipo argentino. Sí, cinco segundos, es muy poco. “Pero por algo suceden las cosas”, reflexiona Manrique. “Dios tenía guardado algo más para mí”, explica. Y no se equivocó.
Mientras el equipo argentino volaba hacia Lima, Perú, al Sudamericano Sub23, Fabián lo miraba con los pies en la tierra. En realidad, en el asfalto de Costanera Sur, para ser más precisos. Se largaba la Global Race de Bimbo y Manrique estaba en primera fila. Pero, obviamente, no era el único. También estaba Luis Molina, quien hacía cuatro meses había representado a la Argentina en los Juegos de Río. No era el rival más fácil, pero las carreras hay que correrlas, y a correr salieron disparados.
Al final tenía razón, Dios tenía guardado algo más, y Fabián cruzó primero la línea. Hasta ese momento su viaje más largo había sido a Misiones. Ahora como primer premio, ganaba un viaje a Pekín.
En realidad el viaje más largo de Manrique recién empieza, nadie (o quizás sólo Dios) sabe hasta dónde puede llegar en el atletismo. En el fútbol aún lo recuerdan. Según su preparador físico “nunca volví a encontrar otro que corriera como él”. Pero para Fabián ya cambiaron las prioridades, y anhela otros cielos. No es el sueño que tiene la mayoría de los pibes, ahora tiene uno muy suyo. “Prefiero una medalla olímpica a jugar en la selección”, se ilusiona.
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