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¿De qué se habla en la punta de una carrera?
Charlas dentro del pelotón de punta que nunca salen a la luz, hasta hoy
-No tengo más que esto…
-Ya lo sé.
Podría ser una conversación de un partido de truco, de un nene comprando caramelos o de un detenido por posesión de drogas. Pero no. Es el dialogo entre José Félix Sánchez y yo mientras vamos liderando la punta de la carrera.
Sí, el que no tenía más era yo. Sin parciales marcados, sin reloj, sin aire, no sé bien por donde iba, pero aún no habíamos terminado el primer tercio de los 10k Carlos Bonjour y Félix me venía paseando por costanera sur. Y ni siquiera paramos en algún carrito a comprar uno de bondiola.
Por un momento parecía que nos íbamos los dos solos. Pero en eso se suma Fabián Martínez a la punta. Era el ganador de la edición del año pasado y venía a hacer pesar el título de campeón defensor. Entonces le grito a Félix:
-Apurá, apurá que lo cortamos a Fabián.
Miro por sobre mi hombro derecho y veo que Fabián se ríe. Era la idea, me cae bien y me gustaba que se sume, aunque fuese otro más para ganarme (recuerden que yo "no tenía más que eso"). A Fabián lo conocí hace varios años en otra carrera de calle. Y casi nos agarramos a trompadas.
Pisó el cordón de la vereda, yo pensé que iba a empezar a cortar camino y las pulsaciones a 180 por minuto hicieron el resto. Ahí también hablamos bastante durante la carrera, pero el editor de LNCorre me censuraría el diálogo. El final del cuento es que entendí que no era para tanto y todo el mundo me habló tan bien de él que terminé por tomarle aprecio. Él tampoco sabe ese final, pero para eso sirven las notas, para dar noticias.
Volviendo a la carrera, Félix lo pasó de gas a nafta y se fue solito. Le había puesto voluntad para remolcarme pero yo no tenía ni gas, venía empujando un Falcón. Pero vieron como es la vida, se va uno y aparece otro. Me dejó Félix y apareció Jorge Castillo. Que también tenía ganas de dejarme rápido atrás pero pensé: “¡A poner todo! Que la única forma de meter podio es prendido a este tren”.
Me pegué a la zancada de Jorge como ternero a la teta y así fuimos un par de kilómetros; hasta que más o menos me volvió el oxígeno al cerebro. En ese momento no sabía que se llamaba Jorge, ni que se apellidaba Castillo, ni mucho menos que pasaría al final de la carrera. Pero el pelotón que nos perseguía no estaba muy lejos, era el momento para colaborar con la causa.
-Dejame que tiro, un poco, así te acomodás.
-Dale.
A quemar los últimos ahorros de energía. Tirar con alguien pegado a la espalda siempre te da un pequeño plus. Pero al poco tiempo él se acomodó y se me puso a la par.
-A la par no porque nos gastamos los dos -le dije-. Me voy atrás.
“Si tenía tanta energía que la aproveche tirando”, pensé. Y mientras, la carrera pasaba, el pelotón no nos alcanzaba y cada vez estábamos más cerca de la cinta de llegada.
-Ahora vuelvo a tirar yo, pegate bien atrás -le digo con el poco aire que queda. ¡Dale! ¡Vamos que ya estamos!
Y después de una curva aparece: ese oasis en el horizonte, esos brazos abiertos que esperan al peregrino, esa luz al final del túnel que es el arco de llegada. Se acaban las palabras, es el momento de la verdad.
Trescientos metros, me la juego al sprint largo. Estiro la zancada, estiro y tiro. Falta nada, Jorge se queda, el arco me espera. Pero, o fue demasiado largo, o le calculé mal la reserva o, como en verdad sucede: esta vez el otro fue mejor que yo. Jorge me vuelve a conectar y me pasa.
-Vaya nomás, felicitaciones.- Le alcanzo a decir cuando me pasa echando viento.
-¡Vamos, vamos, vení…!.- Se escucha que me grita mientras se aleja.
La carrera llegó al final. No me gusta perder, pero cuando toca, me alegra que sea con alguien que lo merecía más. “Tiró más y estuvo firme cuando se tensó la cuerda”. Mientras pienso esto ya estoy cruzando caminando el arco de llegada. Abrazo, foto, saludo y ahora sí, a charlar de la carrera con todo el mundo. Pero lo que se habló atrás, en el pelotón de punta, mientras se escribía el final, de eso, no se entera nadie. Solamente los ganadores, yo y vos.
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