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Y una noche, Jaguares se metió por fin entre los hinchas
Nunca se ha escuchado esa arenga para esa camiseta. Faltaban segundos para que sonara la bocina. Jaguares resistía con más corazón que piernas los embates de Chiefs cuando bajó de las tribunas un grito espontáneo, inédito: "¡Vamos, Jaguares ! Para ser campeón hoy hay que ganar...". Toda similitud con los Pumas no es casualidad. Los argentinos recuperaron la pelota que sentenció un 21 a 16 histórico, que los metió a su primera semifinal del Súper Rugby , en cuatro temporadas.
Ya en las horas previas se notaba un clima distinto. Los accesos al estadio estuvieron congestionados como pocas veces desde el desembarco en el Súper Rugby. La organización informó que asistieron 16.914 personas, apenas por debajo de la concurrencia de 18.000 frente al mismo adversario pero en 2016, la primera temporada de Jaguares.
Fueron menos los espectadores esta vez, pero los decibeles, sin dudas, fueron más. Había clima de final en las tribunas del José Amalfitani. Se sabía que Chiefs era el peor rival posible de los que podían tocar. No solamente por tratarse de un equipo neozelandés: era el último que había puesto de rodillas a Jaguares en Liniers, el 30 de marzo (30-27).
Este escenario influyó en que se viera un público más metido que nunca, consciente de lo que se jugaba el equipo y dispuesto a jugar su papel. Por eso puso todo su fervor en el partido. No se prendió en ningún momento a la música que activó la organización en los tiempos muertos, una costumbre del torneo. No era momento de diversión.
Los jugadores le respondieron al minuto. Pablo Matera , que se metió al in-goal con la convicción de quien sale a llevarse el mundo por delante, detonó la primera explosión en el estadio. Era un inicio a toda orquesta por parte del equipo argentino, que no se mantuvo en los minutos siguientes.
Había habido polémica en la semana con la designación del árbitro, Glenn Jackson. Razones no faltaban como para sospechar: es neozelandés y ex jugador de... Chiefs. Es cierto que en el rugby suele darse que haya referís de la misma nacionalidad de uno de los equipos, pero los cuestionamientos llegaron hasta su propio país. Stuff, uno de los principales medios de Nueva Zelanda, criticó la decisión argumentando que se lo exponía ante una posible mala actuación. Esto quedó de manifiesto con el try de Lachlan Boshier: pocos segundos antes, Jackson había cortado una ventaja por knock-on después de un kick defectuoso de Matera. Eso despertó un repudio del público, que tomó de punto al árbitro y lo silbó ante cada fallo desfavorable, tuviera o no motivos atendibles.
Ese try marcó la remontada de Chiefs y el declive de Jaguares en la primera mitad. El combinado de Hamilton pasó a ganar con un penal y empezó a romper con facilidad la primera línea de defensa. Que los argentinos cerraran esos 40 minutos con apenas 74% de efectividad en los tackles habla por sí solo. Dio la sensación de que les hicieron precio en esos últimos minutos de la mitad inicial. Tampoco parecía haber buenas noticias en la reanudación: Chiefs sumó dos penales que encendieron las alarmas.
Los espectadores intuyeron que el partido podía escaparse e intentaron levantar a los argentinos, que parecían no encontrar respuestas. Hasta que llegó el momento de Matías Moroni. El wing, que venía siendo una de las figuras por su fiereza y su jerarquía característicos, coronó con un try una gran maniobra colectiva de Jaguares. "Moroooooni...", empezó a sonar en las gradas. Un fantástico off-load suyo fue el punto de partida para una jugada que generó un penal de Joaquín Díaz Bonilla y permitió que Jaguares volviera a tomar el liderazgo.
Algo pareció cambiar desde ese momento; un efecto de contagio entre los jugadores, que corrigieron fallas y se posicionaron en campo ajeno. Otro penal de Díaz Bonilla confirmó el momentum: de estar 8-16 a 21-16 en siete minutos.
Hubo lugar para el drama. Chiefs tuvo varios minutos contra las cuerdas a los argentinos, que se atrincheraron en el in-goal. Salieron ilesos con un despeje largo de Tomás Cubelli y, por primera vez, sonó ese famoso canto de guerra que suele emerger cuando la camiseta es celeste y blanca. Con una adaptación: "Que esta tarde cueste lo que cueste...".
Muchas veces se habló de las dificultades que tenía la franquicia para meterse al corazón del público. Este viernes mostró que algo cambió: el sentido de pertenencia existe. Nada mejor que coronarlo con la victoria más trascendente en el Súper Rugby. Y quién dice que dentro de unos días no habrá una más importante...
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