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Un Puma de ley
A los 67 años, falleció en la madrugada de ayer Aitor Otaño, capitán del seleccionado argentino que se consagró en la gira de 1965 por Sudáfrica; ese año recibió el Olimpia de Oro; además, jugó durante 19 años en la primera de Pucará
A los 67 años, a causa de las complicaciones por una infección tras haber sido operado en la espalda, en la madrugada de ayer falleció Bernardo Aitor Otaño, capitán de los Pumas en la histórica gira por Sudáfrica de 1965, en la que el seleccionado argentino de rugby se ganó ese apelativo. Sus restos son velados en su casa de Martínez, y hoy, a las 16.30, serán inhumados en el cementerio privado Memorial.
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Lo querían todos al Vasco. Ese era su mayor pergamino, entre los que pudo haber cosechado como jugador de rugby. Porque si bien todos lo recuerdan por haber vestido con hidalguía esa camiseta celeste y blanca que adquirió nombre de felino, siempre fue respetado por su compañerismo y su bonhomía. Alguna vez, cuando su nombre ya estaba ligado a los Pumas, le insistieron por las razones de la fama de buen tipo que tenía. "Las cosas serán así porque Aitor, en vasco, quiere decir «el más querido»", respondió.
Lo llamaban Aitor, claro, aunque el nombre que figuraba en el documento era Bernardo. Es que cuando nació, el 29 de enero de 1938, su padre hizo los trámites de inscripción y quiso ponerle Aitor. Y aunque insistió, el funcionario de turno se negó, porque era vasco. Pero nunca nadie hizo caso de lo que figuraba en los registros.
El menor de cuatro hermanos, su amor por el deporte primero estuvo vinculado al tenis, práctica que en la que se inició en el Adrogué Rugby Club. Pero el rugby lo tentó, primero desde la cuarta de Champagnat y, al año siguiente, con apenas 17 años, debutó en la primera de Pucará, su club de toda la vida, en el que jugó casi sin interrupciones hasta mediados de 1974. Su vida estuvo ligada al club de Burzaco; su única infidelidad ocurrió cuando un amigo le facilitó un departamento para que viva en la Capital, sobre la avenida de Los Incas, en el barrio de Belgrano R. Y así, desde la planta baja, el patio trasero de su casa era el Belgrano Athletic, institución con la que participó en una gira por Europa. Pero su corazón fue siempre de Pucará.
Su primer llamado para el seleccionado argentino llegó en julio de 1960, convocado por Saturnino Racimo para jugar tres test-match con Francia. Pero su consagración, y la del equipo, les llegó en Sudáfrica, en aquella emblemática gira del 65, con la victoria sobre el combinado local y la recordada palomita de Marcelo Pascual. Al regreso de ese viaje, los recién bautizados Pumas jugaron un partido con Sectoin Paloise, campeón francés, en el estadio de Gimnasia y Esgrima, sección Dorrego. Y, tras el triunfo por 30-6, Otaño se fue del campo en andas del público, fervoroso por otra gran actuación del segunda línea. Ese año recibió el Olimpia de Oro, un logro que sólo fue a parar a manos de un rugbier en 1985, con Hugo Porta, y en 1999, con Gonzalo Quesada. Aitor ya era una estrella.
Por esa época se casó con Isabel, con quien tuvo tres hijos: Soledad, Ramiro y, ahora sí, Aitor. Ya había abandonado la carrera de Derecho, de la que sólo había cursado un año. Y ya estaba afianzado como vendedor de autos en la concesionaria de su amigo y también rugbier Enrique Viel Temperley.
Otra gira por Sudáfrica, seis años después de la original, marcó el ocaso de Otaño con los Pumas. En 1971, jugaron dos test contra los Gazelles; el primero lo perdieron por 12-6; para el siguiente, Aitor perdió su puesto y se lo cedió al joven Tito Fernández. Tiempo después, a pesar de la bronca, reconoció que eso fue lo mejor que les pasó a los Pumas.
Dos meses después jugó en Buenos Aires ante Oxford-Cambridge. Sería su último partido, el 25º cap con la camiseta de los Pumas. De a poco, su vida deportiva se fue apagando. Tenía problemas en una rodilla y se infiltraba para jugar; quedaba poco de la movilidad y habilidad de ese forward versátil de otras épocas.
Siguió ligado, empero, a la vida de los Pumas, donde se desempeñó como entrenador en varias ocasiones; incluso, del seleccionado de seven que participó en el Mundial de Hong Kong, en 1997.
Hace tres semanas fue operado por un problema en la espalda; se recuperaba bien en su casa, pero sufrió una infección y ayer falleció de un paro cardíaco. Se fue Aitor, el más querido por todos.
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