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Rugby de clubes, ese rasgo identitario de los Pumas para ser semifinalistas en tres de los últimos cinco mundiales
A Julio Velasco, argentino, mente brillante del deporte, leyenda del vóleibol como entrenador, le preguntaron en cierta ocasión cuál era el secreto del deporte argentino, especialmente en las disciplinas por equipo. Respondió, firme: “Los clubes”. Sea cual fuese el deporte, los clubes en todo el país representan ámbitos saludables, de contención, de formar amigos, de crear ambientes de confraternidad y, además, de jugar y aprender a desenvolverse en una o más disciplinas. “La cultura humana brota del juego y en él se desarrolla”, afirma el neerlandés Johan Huizinga en su libro Homo ludens. ¿Dónde se puede desarrollar mejor esa cultura que en un club?
El rugby no es una excepción, sino que forma parte de ese universo. Lo relevante de su práctica en Argentina es que el cuidado y la tradición dan vida a una cultura de club que es, seguramente, única en el mundo. Cuando son medidos los éxitos y la mística que despliegan los Pumas, hay que considerar que atrás de ello están los clubes formadores. “¿Qué cosa más importante tenés que hacer los sábados a la mañana que acompañar a tu hijo a jugar al rugby?”, decía el recordado Bernardo Miguens.
Posteo de Gonzalo Quesada con niños de Hindú
En estos días, en los cuales varios jugadores argentinos de los Pumas que actúan en Europa disfrutaron de unas vacaciones por el desarrollo del Torneo de las Seis Naciones , uno de sus programas favoritos fue volver a sus clubes. Por ejemplo, se vio a Emiliano Boffelli entrenar a los chicos de la división menores de 16 de su club, Duendes, de Rosario. Y al tucumano Matías Orlando unirse a los juveniles de Huirapuca para limpiar, pintar y plantar árboles en el club que lo vio nacer. Uno siempre vuelve al lugar donde fue feliz. Y eso es lo que hacen los integrantes de los Pumas, más allá de ser profesionales y de estar metidos en la alta competencia: siempre tienen presente de dónde surgieron. Y juegan también por ese afecto cuando se calzan la camiseta celeste y blanca.
Emiliano Boffelli con chicos de Duendes, su club natal en el rugby
Cada vez que se juega un mundial o que hay un test match en el exterior, en las tribunas hay banderas de los clubes de origen de los protagonistas. Esa comunión, con camisetas de las entidades y aliento sostenido, tuvo un último estallido en la tarde de los cuartos de final de la última Copa del Mundo, en Marsella, en ocasión del emocionante enfrentamiento con Gales por la etapa de cuartos de final. Es un espectáculo, fuera del partido en sí, único, que sorprende en el mundo.
Nicolás Sánchez juega con el escudo de Tucumán Lawn Tennis en su protector bucal. Juan Ignacio Brex, aunque juega en el seleccionado de Italia, lleva en su cabezal la leyenda “SC”, las siglas de su club de origen, San Cirano. En su época de entrenador de Stade Français, Gonzalo Quesada tenía en sus auriculares una calcomanía del escudo de Hindú. Y la lista puede seguir. Pertenencia.
Mario Ledesma volvió a entrenar a Curupaytí después de su extensa trayectoria profesional en el exterior. Patricio Albacete hizo lo mismo en Manuel Belgrano. Los Fernández Miranda volvieron a su casa, Hindú, tras la experiencia en el cuerpo técnico de los Pumas. Devolver, de modo voluntario, lo que se recibió. Está, por lo general, en el ADN de los jugadores nacionales de rugby.
Patricio Albacete escribe de valores del rugby
Cuando se pregunta por qué la Argentina estuvo entre los cuatro primeros en tres de los últimos cinco mundiales si su rugby tiene en el ámbito doméstico una estructura voluntaria, y si, además, para su seleccionado cuenta con un grupo reducido de jugadores en la alta competencia internacional y desparramados por distintos países, la respuesta está en las imágenes de Boffelli corriendo con los chicos de su club en una tarde abrumadora de calor y Orlando refregando el piso y plantando árboles, también rodeado por juveniles que sueñan con ser como él. Como dijo Velasco, el secreto sigue estando en los clubes.
Matías Orlando y la camiseta de Huirapuca, su fuente deportiva y de vida
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