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Por qué Inglaterra logró lo que parecía imposible: poner de rodillas a los All Blacks
"Defenderemos nuestra isla cualquiera sea el costo". El arrojo británico tuvo aires épicos. "Lucharemos". La defensa diamantina hizo la diferencia. "Llegaremos hasta el final". La concentración y constancia terminó por aplastar el ánimo de los All Blacks. "Nunca nos rendiremos".
Incluso ese try de Ardie Savea tuvo origen en la responsabilidad inglesa. Fue, tal vez, el único descuido de todo el partido. Es impactante la eliminación de Nueva Zelanda si a la noticia se la mide por la contundencia con la que ganaron los dos últimos Mundiales. Pero en el contexto de juego de este torneo, podía darse un triunfo de Inglaterra. Lo que sí es muy sorprendente es el aplastante control que el equipo británico mostró en la semifinal en Yokohama.
Ver a los All Blacks nerviosos y sometidos es algo demasiado extraño. De esos hechos que ocurren muy de vez en cuando y por los que se puede esperar años. Casi como el paso de un cometa. Aunque se sabe que tarde o temprano va a ocurrir, uno no puede dejar de observarlo con perplejidad, de analizarlo con detención para que los elementos que se desprendan de esa experiencia tan poco común queden registrados hasta el más mínimo detalle.
Para entender lo que ocurrió, hay que hurgar en la determinación de las decisiones de Eddie Jones, el Demonio de Tasmania que se deglutió al mejor equipo del planeta.
Luego del fracaso de 2015, cuando ni siquiera pudo pasar la primera rueda, Inglaterra apostó con fuerza al trabajo de este entrenador australiano nacido en Burnie, que venía de conseguir un resonante triunfo con Japón (sobre Sudáfrica).
El proyecto tenía un norte claro
Por ser el primer coach extranjero en la selección de la Rosa, cualquier cambio brusco podía encender la desconfianza de los jugadores. El riesgo era grande y la estrategia fue decisiva. Mantuvo a varios de los jugadores que simbolizaron la derrota del último Mundial y los recuperó anímicamente. El equipo ganó dos Seis Naciones seguidos (2016 y 17). Y cuando su espalda se ensanchó gracias a los títulos, entonces sí dio el siguiente paso e inyectó su germen en el equipo, contagió una idea. Se escaparon los dos siguientes Seis Naciones, pero su objetivo estaba puesto en Japón. Afuera quedaron jugadores históricos como Danny Cipriana, Danny Care, Nathan Hughes, Mike Brown y al capitán Dylan Hartley. Pero no fue motivo de desequilibrio interno. El proyecto ya tenía un norte claro.
Great scenes as @EnglandRugby players embrace eachother after beating New Zealand in the Semi-final at #RWC2019#ENGvNZL#WebbEllisCuppic.twitter.com/wqTjXnFJ4X&— Rugby World Cup (@rugbyworldcup) October 26, 2019
Así como 2015 representó el éxito de un modelo de juego, cuando los cuatro equipos del Rugby Championship llegaron a las semifinales, este Mundial quedará marcado por la resurrección europea. Es cierto que aún está en carrera Sudáfrica como representante del Hemisferio sur, pero las tempranas eliminaciones de la Argentina, Australia y esta ruidosa caída de Nueva Zelanda, trasladará los replanteos sobre los sistemas y el estilo en la dirección opuesta.
Se puede buscar en los jugadores la razón de un resultado. Entonces hay que nombrar a Tom Curry, Maro Itoje, Sam Underhill… Sin embargo, lo que prevaleció fue, en el colectivo, la convicción defensiva británica, su estructura. Volcó el destino del partido.
Se esperó el desequilibrio del talento de los All Blacks. Esa condición formidable que hace que la uniformidad desaparezca y el deporte se convierta en un show. Un quiebre de líneas fulgurante de Beauden Barrett, un kick pass de Richie Mo’unga de esos que dejan a los simpatizantes con la boca abierta en las plateas… pero esa magia nunca llegó. El muro de contención de Inglaterra fue infranqueable. Obligó al dominador del rugby mundial a disminuir la velocidad en la continuidad de las fases. Ralentizó todos los movimientos. Impuso las condiciones europeas por sobre el vértigo del Súper Rugby.
Y podrían haber jugado otros 80 minutos con los mismos resultados. De no ser por el error de Jamie George en ese line que culminó con el try de Savea, los Hombres de Negro se hubieran ido sin poder anotar puntos. Se pasaron la pelota, empujaron, pero había enfrente una fuerza repelente que los hacía retroceder cada vez.
Cuando el rugby moderno parecía llevarse todo por delante, Inglaterra resurgió para adaptarse a la nueva realidad sin olvidar las viejas costumbres. Con un líder no convencional, pero con reminiscencias de aquella prosapia. Justo cuando la historia está en revisión permanente y hasta el valor del nombre del trofeo Webb Ellis se ha puesto en duda, hay tradiciones que no se discuten. Como para recordar que fueron ellos los que inventaron este juego.
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