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Orgulloso, Francois Pienaar sostiene que es el deportista vivo más afortunado. Su foto recibiendo en 1995 la Copa del Mundo de rugby de manos de Nelson Mandela es una de las postales más poderosas en la historia del deporte. Todo el proceso político y cultural que rodeó a aquel acontecimiento, potenciado en extremo por el aura de Mandela, colocó al entonces capitán de los Springboks en un pedestal que trascendió mucho más allá de las fronteras deportivas. En estos días circuló a través de las redes una charla que Pienaar brindó en un ciclo organizado por empresas españolas bajo el título “Aprendemos Juntos 2030″. Allí, el ex tercera línea cuenta detalles de cómo todo un país que recién salía del apartheid se unió detrás de un equipo que por primera vez podía jugar un Mundial.
Orgullo es lo que siempre sintió el rugby sudafricano de su fortaleza física. Es su ADN. La gesta de Mandela y ese triunfo en 1995 le fueron agregando otro factor humano: la integración racial. Los Springboks han logrado ser un seleccionado que representa a todas las razas del país. En ese recorrido, Siya Kolisi es el emblema del camino que inició Pienaar: es el primer capitán negro en la historia de los Boks y, también, el primer negro en levantar, en 2019, la William Webb Ellis.
Quizá por la historia que arrastran –eran el emblema blanco, el del apartheid–, porque su estilo de juego no abunda en sutilezas o porque no están en los centros de poder de Europa y Oceanía, los Springboks no gozan de todas las luces que rodean a los All Blacks o a los ingleses. Sin embargo, tienen el mejor promedio en los Mundiales –tres títulos y dos bronces, con dos campeonatos menos que el resto– y esta camada, al igual que la de 2007, viene de lograr lo que sería el Grand Slam: Copa del Mundo, serie ante los Bristihs&Irish Lions y Rugby Championship.
Había una frutilla que le faltaba a estos Boks y la disfrutaron el último sábado: vencer como locales y ante su gente a los All Blacks. Los sudafricanos aplastaron a los neozelandeses en un duelo que venía precedido con aspectos que motivaron aún más a los campeones del mundo. Por un lado, los All Blacks se habían negado a viajar el año pasado a Sudáfrica por el Rugby Championship y, por el otro, Nueva Zelanda dejó de lado a Sudáfrica cuando se rearmó la competencia en medio de la pandemia. En Sudáfrica creen que uno de sus socios en la Sanzaar actuó con desprecio.
“Nosotros respetamos mucho a los All Blacks y por eso cuando los enfrentamos somos muchísimo más físicos que con el resto”, dijo Pienaar, evocando la final de 1995 ante Jonah Lomu y compañía. En el escenario de aquel test, el Ellis Park de Johannesburgo, los Springboks volverán a enfrentar a los All Blacks por la segunda fecha del Rugby Championship. Habrá otra zanahoria en juego para los sudafricanos: enhebrar tres victorias consecutivas ante los ABs (la anterior a la del sábado fue en la última fecha del RCh 2021, en Australia), algo que no sucede desde 2009. Y, de paso, profundizar la crisis de uno de sus rivales más tradicionales, ya que otra derrota marcaría un cambio de entrenador.
Pienaar fue capitán en su primer test, un caso atípico. Siempre sintió esa condición como un privilegio y una responsabilidad. Contó cómo el equipo se fue construyendo viendo cómo gente negra les hacía la comida y les lavaba la ropa para que sean campeones del mundo. Con los chicos que vendían diarios corrieron con ellos la mañana de la final. Con Mandela entrando al vestuario con la camiseta y la gorra de los Boks unos minutos antes de salir a la cancha. Dejó de ser sólo orgullo físico. Es la integración. Por eso los Springboks siguen haciendo historia.
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