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Mundial Francia 2023: por qué la defensa es el factor que invita a la ilusionarse con los Pumas
Pese al ritmo irregular del seleccionado, la última línea siempre cumplió el objetivo primario
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LA BAULE-ESCOUBLAC (Francia).– Al remontar la costa en bicicleta hacia el norte, el paisaje muta sensiblemente. Las casas adquieren una fisonomía más típica de la región. Le Pouliguen, la ciudad lindante, se asemeja más al estereotipo de un pueblito francés. La playa se transforma en rocosos acantilados. El mar sigue ahí, fulgurante y magnético. Una forma de maravillarse distinta al encanto vacacional que ofrece La Baule. La escena se prolonga al cruzar el límite de Batz-sur-Mer hasta que, de golpe, sobre la playa, una edificación rompe con la armonía. Una estructura enorme de cemento macizo, sin más aberturas que dos rendijas casi imperceptibles en la parte superior y una puerta de entrada impostada. Dos enormes cañones que custodian la entrada anticipan de qué se trata. El mamotreto no es más que una de las tantas fortificaciones construidas por los nazis durante la invasión en la Segunda Guerra Mundial, llamadas blockhaus. No sólo sigue en pie como evidencia del horror, sino que fue convertido en museo.
De afuera, no es más que una enorme mole de cemento gris e informe, dividida en tres bloques cuadrados, uno más grande que el otro, que no alcanzan a darle vitalidad. En el interior, una maqueta da cuenta de que originalmente tenía un techo de tejas rojas y ventanas pintadas que lo embellecían algo, pero no se trataba más que de un camuflaje. El pequeño museo recrea en distintas estaciones la vida en el búnker y deja entrever, en algunos objetos, vestigios del horror. Uniformes nazis, ametralladoras, armas blancas, literas, trajes de prisioneros a rayas, una cruz traída del cementerio de La Baule con la inscripción “inconnu” (desconocido). Un retrato original del general Junk, a cargo de la defensa de la zona, donado por sus nietos, prueba también de que las hostilidades quedaron sepultadas en el pasado.
Durante la ocupación nazi, los alemanes construyeron fortificaciones a lo largo de toda la costa atlántica, desde el sur de Francia hasta Noruega, para defenderse de un ataque aliado. Las de esta región fueron las últimas en ceder. Tanto el refugio submarino de Saint-Nazaire, 18km al sur (que también se mantiene en pie, pero no funciona como museo), como ésta de Batz-sur-Mer, 7km al norte, se mantuvieron bajo el control nazi 11 meses después del desembarco de Normandía, nueve más tarde que la liberación de París y tres días después de la rendición final del Eje, tal era la importancia estratégica que le adjudicaban los alemanes.
En ese marco transcurren los Pumas sus últimos días en La Baule, antes de mudarse el sábado a Nantes para el partido con Japón y con la ilusión de que Marsella sea su próximo destino. Una ilusión que se sostiene, precisamente, en su capacidad para defenderse. Lejos de hacer un paralelismo entre la guerra y un partido de rugby, vale la analogía, máxime cuando los argentinos utilizarán una camiseta que emula el uniforme de los Granaderos. El domingo, a las 13 de acá, las 8 de la mañana argentina, los Pumas jugarán mano a mano el pase a cuartos de final ante los japoneses en su último partido en el Grupo D.
La inconsistencia que mostraron los Pumas en los primeros tres encuentros de Francia 2023, especialmente ante Inglaterra y Samoa, tiene no obstante un vector que sí se mantuvo incólume: la defensa. Se trata de uno de los pilares sobre los que el entrenador Michael Cheika apunta a edificar el funcionamiento colectivo. Hasta aquí, no ha sido un factor que haya propulsado armonía en otros aspectos del juego, pero al menos cumplió en su cometido primario de evitar zozobras en el in-goal propio.
Algunos números sostienen esta hipótesis. En primer término, la poca cantidad de tries que permitieron los Pumas. Apenas dos en tres partidos, a un promedio de 0,67 por encuentro. Sólo Inglaterra tiene menos: uno sólo, el que apoyó Rodrigo Bruni sobre el final del partido en Marsella. Equipos como Irlanda y Francia sufrieron tres, y Sudáfrica, Nueva Zelanda y Escocia, 4; los Springboks con un partido más, pero con peor promedio de 1 por juego.
Otro dato relevante es la cantidad de quiebres defensivos que permitieron los Pumas. Fueron tan sólo seis en los tres encuentros (dos por cada uno de promedio). Una cifra realmente baja. Inglaterra le propinó uno solo; Samoa, dos, y Chile, tres.
Finalmente, cabe consignar la efectividad de los tackles de los Pumas. En los primeros dos partidos fue alta, con un 85% ante Inglaterra y 86% ante Samoa, aunque bajó algo ante Chile (78%), en un partido que por momentos careció de orden.
Son estadísticas que permiten confiar en que, aun sin que aparezca el juego, se puede sortear el desafío que entraña el equipo japonés. Se trata de un rival al que le gusta abrir la pelota a las puntas aun sin haber generado inercia con los forwards, pero igualmente tiene jugadores capaces de sacar provecho de esa situación como el fullback Lamao Lemeki o el wing Kotaro Matsushima. Si se les da tiempo y espacio, lo pueden pagar muy caro. Si la defensa se mantiene firme como hasta ahora, a Japón no le va a quedar otra que insistir con el juego con el pie, algo que suele hacer con asiduidad, pero no tanta efectividad.
Hay un dato que sorprende: la Argentina es el equipo que menos tackles efectuó hasta ahora de los 20 participantes de Francia 2023 (264, u 88 por partido). Esto tiene tres explicaciones. Por un lado, da cuenta de la eficiencia de la defensa que obliga a los rivales, ante tal impotencia, a patear la pelota. Por otro, la propia ineficacia del ataque celeste y blanco: es el equipo que más penales cometió en ataque (6,3 por partido) y tiene un promedio de 11 pelotas perdidas por errores de manejo por encuentro. Entonces, los rivales no tienen problemas en patear y pasar el compromiso del otro lado, a la espera del error argentino. La tercera es la vocación a elaborar ataque de muchas fases y posesiones largas, que si bien muchas veces se frustraron antes de llegar al in-goal rival, lo han intentado.
Mientras buscan recuperar su esencia, los Pumas se sostienen en su defensa. Como cuando los nazis de la región se refugiaron en los blockhaus que todavía persisten y fueron los últimos en rendirse, así también los argentinos deberán sostenerse firmes durante más de 80 minutos. No es una guerra, es nada más que la continuidad en Francia 2023. Nada menos.
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