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Juan Imhoff festejó su try contra Australia como si hubiese sido una final del mundo. Por su cabeza habrán pasado los siete años sin apoyar con la camiseta de los Pumas, cinco de ellos por estar proscripto, un mal momento personal que lo alejó del seleccionado (esa vez por decisión propia), pero sobre todo por saberse apto para ser competitivo en el máximo nivel de rugby.
A los 34 años, el wing de Racing de París volvió al seleccionado de la mano de Michael Cheika, que no tardó en transformar a los Pumas y devolverle la impronta que los caracteriza. La presencia de jugadores experimentados como Imhoff (además de Agustín Creevy y Benjamín Urdapilleta, por nombrar los regresos más resonantes) sirvió para dotar de experiencia a un equipo que está en un proceso de transición. Pero el rosarino no se conformó con ser apoyo moral; quiere ser protagonista.
“Era una prueba de fuego”, dijo de visita en LA NACION para grabar un episodio del podcast Try Convertido. Imhoff explicó la derrota con los All Blacks al afirmar que la Argentina había “dejado mucho” en el primer partido y terminó “pagando” eso, analizó a Sudáfrica, el próximo rival (“Juegan a un juego que sólo a ellos les divierte; te hacen entrar en un falso ritmo que te vuelve loco”), y detalló la transformación que le imprimió Cheika al seleccionado: “Él estaba confiado en que Argentina es un equipo que le puede rivalizar a cualquiera y dijo el problema era mental, detectó una falta de mentalidad ganadora, que es lo que instauró.”
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