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Los Ocampo, un sello del rugby, desde el legendario “Catamarca” hasta sus hijos
Los Ocampo son sinónimo de rugby en la Argentina. Con un sello especial: han llevado la pasión, el estudio del juego y su difusión a decenas de clubes, en los que jugaron, entrenaron y colaboraron. Fueron, de algún modo, misioneros de una consigna que profesó el primer integrante de la familia, el legendario Francisco “Catamarca” Ocampo: “Un deporte vale como consecuencia de la educación que deja en quien lo practica”. Sus hijos continuaron el legado. Marcos Joaquín entrenó durante más de 50 años en Regatas Bella Vista y en seleccionados y aún hoy, a los 82 años, es hombre de consulta para quienes quieren saber algo de la técnica del scrum. Eduardo Hortensio, “Corto”, murió el pasado 26 de marzo a los 80 años siendo presidente de los Veteran Rugbiers y, también, dejando una huella por todos los lugares por los que pasó.
Francisco Ocampo (9 de septiembre de 1902-18 de abril de 1970) nació en Catamarca y cuando vino a estudiar a Buenos Aires, un amigo lo llevó a Curupaytí en 1925. Ahí se enamoró del rugby. Fue capitán y tras un breve paso por Hindú, se retiró en 1934. La pasión por el juego la compartió con su mujer, Susana Thwaites, descendiente de galeses y cuyo hermano jugaba en Gimnasia y Esgrima. El matrimonio más adelante recaló en Liceo Militar. “Catamarca” fue preparador físico y entrenador de todas las divisiones de ese club, mientras que Susana –conocida como “Pumba”– llegó hasta presidir una gira a Uruguay y discutía de rugby mano a mano con cualquier dirigente. Hoy, la cancha número 1 de Liceo lleva el nombre de “Catamarca” Ocampo y la tribuna, el de “Pumba” Ocampo.
“Catamarca” entrenó a Old Georgian y CASI al mismo tiempo en 1938. Ambos llegaron a una final de un torneo eliminatorio. En la semana, en los entrenamientos, a los dos equipos les dijo que iba a ganar Old Georgian por 15 tantos de diferencia. Los de San Isidro perdieron 16-0. Con los dos clubes salió campeón en distintas épocas.
También fue coach de Olivos, Deportiva Francesa, San José, Gimnasia y Esgrima y San Fernando. Dio charlas y cursos por todo el país. Nunca tuvo auto. Se desplazaba en transporte público. A comienzos de 1969 lo llamaron del SIC. Aceptó pese a que ya no estaba bien de salud. Rubricó ahí su trascendencia con el empuje coordinado en el scrum. Murió al comienzo de la temporada de 1970 y no pudo ver coronada su obra, continuaba por su gran discípulo, Carlos “Veco” Villegas. El SIC no sólo salió campeón ese año, sino que dominó el rugby argentino en esa década y la siguiente.
Eduardo “Corto” empezó a jugar en Curupaytí al igual que su padre, que se había instalado en Bella Vista en los 40. Luego, a través de un amigo, jugó tres años en Champagnat, ya como medio scrum. Dejó el rugby para estudiar y, otra vez por amigos, recaló en Pueyrredón, donde formó pareja de medios con Ángel “Papuchi” Guastella.
A fines de los 70 se fue a entrenar a Regatas. Junto con Marcos dirigieron una sexta división de la cual Ignacio Alegre (hoy en San Miguel) recuerda que “Corto” los trasladaba a varios de los chicos en su Citroen 12V. Su hijo Agustín Ocampo, tercera línea, jugó siempre en Regatas.
Marcos jugó de fullbak en Olivos y en San Martín, pero su gran tarea ha sido en la docencia del rugby. Un heredero de su padre en lo que hace al scrum y una referencia obligada en Regatas Bella Vista. Allí entrenó al equipo que logró el primer ascenso en 1973 y el que salió subcampeón en 2002. También fue entrenador de los Pumitas en 1974 y 1976, dirigiendo, entre otros, a Eliseo Branca, Petersen, Loffreda y el actual presidente de la UAR, Gabriel Travaglini. Sus hijos y nietos se reparten entre Regatas, Liceo y el SIC. El legado de los Ocampo vive en el rugby.
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