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Los All Blacks afrontan una crisis inesperada: hinchas furiosos, coach cuestionado y adolescentes que ya no piensan en el rugby
La derrota en la serie como local frente a Irlanda destapó un combo explosivo puertas adentro: dudas, escepticismo y el pedido de cambios urgentes
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¿Quiénes son los mejores del mundo en el rugby? En una época, nadie podía con los Springboks, pero el veto para la competencia a causa del Apartheid los sacó del gran escenario durante un tiempo y los puso en un escalón inferior a los All Blacks, los temibles Hombres de Negro que intimidan desde el ritual del haka, la famosa danza maorí antes de entrar en combate (deportivo). “¿Quién les puede ganar a esos monstruos?”, era la pregunta. “¿Rugby? Los All Blacks”, otro enunciado clásico. Amos del mundo ovalado. Embajadores de Nueva Zelanda. Símbolos de un estilo.
A un año del Mundial de Francia, la que será la 10ª Copa del Mundo, a la hora de repasar el historial de campeones uno podría imaginar que Nueva Zelanda marcha cómodamente al frente de las estadísticas. Error: reúne el 33% por ciento de efectividad, producto de sus consagraciones en 1987 (Nueva Zelanda y Australia), 2011 (también como anfitrión) y en 2015, en el torneo desarrollado en Inglaterra y Gales). Exactamente la misma cantidad de los títulos ganados por Sudáfrica (1995, 2007 y 2019). Completan Australia, con dos (1991 y 1999), e Inglaterra, con uno (2003).
Pero los números no son lo más grave hoy por hoy. Lo peor que ocurre con el rugby neozelandés es la pérdida de confianza en todos los estratos. Del equipo en sí, abofeteado recientemente por Irlanda, que por primera vez conquistó una serie internacional en la tierra de los All Blacks; por los cuestionamientos permanentes hacia el head coach Ian Foster; por la incertidumbre que genera estar a un año del próximo Mundial y que las bases del rugby en las islas estén en un proceso de erosión a no muy largo plazo. Y un factor que nadie esperaba: la pérdida de interés de los más chicos por iniciarse en una disciplina que es casi una religión en las islas del Pacífico Sur.
Porque en Nueva Zelanda se respira rugby desde siempre. En los colegios, en las universidades, en los clubes, en las calles. Y se vive intensamente, con pasión, con entendimiento del juego. Los jugadores son héroes nacionales. Y el equipo nacional, un emblema. Imagen de firmas empresariales, sinónimo de éxito. ¿Qué pasa cuando toda esa estructura históricamente férrea tambalea, o al menos se sacude un rato? La resultante es todo lo que está sucediendo en estos meses. Dudas, incertidumbre, polémicas, reacciones más propias de equipos de fútbol argentino que de la idiosincrasia neozelandesa.
A una semana de comenzar su participación en el Rugby Championship junto con Sudáfrica, Australia y la Argentina, Nueva Zelanda, rugbísticamente hablando, es un polvorín. Reina la impaciencia por ver la reacción de un equipo que precisamente no reacciona. La derrota con Irlanda, la primera en 27 años, en una serie como local desató la ira contra el coach Ian Foster. ¿Vio cuando un conjunto argentino pierde varios partidos seguidos y el DT empieza a ser mirado de reojo y cuestionado en la calle? Eso le pasó a Foster en las últimas semanas. Es más, luego de la caída con Irlanda, los dirigentes de la Federación de Nueva Zelanda, contrariamente a lo usual, mantuvieron un sugestivo silencio durante casi una semana.
Fueron días y días de charlas, reuniones, rumores. Se empezaron a hacer especulaciones sobre el destino de Foster. Se pedía la destitución de todos (¿le suena el “Que se vayan todos”?). Impensado no hace mucho: basta con recordar que los All Blacks tuvieron un lapso (2012 a 2016) en el cual sólo perdieron dos partidos en… ¡5 años! No ocurrió hace medio siglo: fue hace poquito. Foster fue, durante ocho años, el asistente de Steve Hansen, en un brillante ciclo de Nueva Zelanda. Fue apostar a la continuidad del proceso con un coach consustanciado con los objetivos. Pero ni siquiera ese pasado pone hoy a resguardo al entrenador.
Foster sigue en funciones, por ahora. Pero rodaron cabezas: fueron las del entrenador de delanteros de los All Blacks, John Plumtree, y del los backs, Brad Mooar. Habían firmado su contrato hace unos meses, y hasta el Mundial de 2023. Despedir a los entrenadores a mitad de su mandato es una herramienta mucho más consustanciada con nuestro fútbol (y el de otros países) que con el conservador rugby neozelandés. Ello refleja el efecto de la constante presión pública y la demanda de resultados, de cambios.
El ranking mundial de rugby tiene sus vericuetos. Algunos medios extranjeros lo definen como un “Teorema de Pitágoras”. ¿Dónde ubicaría cualquier neófito en la materia a los All Blacks, sólo por escuchar el nombre? En la cima, sin dudas. Hoy están en el cuarto lugar. Pero las dudas exceden al nombre de un entrenador o un ranking. Cuando se empieza a perder, o cuando ese halo de imbatibilidad deja de ser tal, afloran los temores, la pérdida de confianza, el descreimiento. Y los aficionados hurgan en la memoria: ¿cuándo fue el origen del comienzo de la “debacle”? Aunque no sea tal, pero la llaman exageradamente de esa manera. Se habla de una serie igualada con los Lions británicos en 2017. O de la derrota con Inglaterra (19-7) en las semifinales de la última Copa del Mundo 2019, una caída que fue un bombazo para las aspiraciones de Nueva Zelanda.
A la hora de anotar derrotas, las dos sufridas con Irlanda en la reciente ventana de julio (32-22 y 23-12) no fueron los únicos cachetazos. Porque con Irlanda ya habían perdido en noviembre de 2021, en Dublin, por 29-20, a la vez que sufrieron una estrepitosa derrota con Francia por 40-25 una semana después. Es decir, los golpes no llegaron ahora y tomaron a todos por sorpresa.
En medio de estos bamboleos, se buscaba un nombre salvador. El primero que surgió, obviamente, fue el de Scott Robertson, el exitoso coach de los Crusaders, múltiple campeón del Súper Rugby. En diferentes encuestas fue el elegido de la gente: tratar de llevar el estilo del hexacampeón del certamen a los All Blacks. Todo, en la antesala del debut en el Rugby Championship nada menos que frente a Sudáfrica, que en la actualidad luce más confiable desde todo punto de vista.
Steve Hansen, tal como se preveía, defendió la gestión de Foster y le apuntó a la dirigencia neozelandesa. Habló de una “mala relación con los jugadores”. Y la calificó sin mucho afecto: “Es, probablemente, la peor dirigencia que jamás haya existido al frente del rugby de Nueva Zelanda”. Y dentro de las críticas, se reflotan otros golpes bajos, como el que se dio en marzo pasado, en ocasión del Día de la Mujer. En un posteo en Twitter, se omitió mencionar al equipo femenino de rugby neozelandés, a la vez que se incluyó una foto de Sevu Reece, que tuvo denuncias por violencia de género.
El último foco de alerta fueron otras estadísticas: las que mencionan el incipiente desinterés de la juventud neozelandesa por el rugby. La cantidad de adolescentes que se vuelcan al rugby ha mermado en la última década. Se habla de un 17% menos de chicos en los clubes, a la vez que se destaca un crecimiento en el básquetbol de más del 40%, atraídos por los Tall Blacks, tal la denominación del seleccionado local. En Auckland, por caso, el número de equipos de rugby de secundaria cayó de 225 a 181 entre 2013 y 2018. A la par, los índices de audiencia también han decrecido. Un combo nada alentador por cierto.
La victoria de Irlanda sobre los All Blacks en Dunedin
Otro entrenador de prestigio, Leon MacDonald, de los Blues, se refirió a la materia prima del rugby neozelandés, que no es como antes. “Es un problema. La profundidad de nuestros jugadores es cada vez menor. Es algo que hemos notado: cada vez nos resulta más difícil encontrar los jugadores que necesitamos”.
Quizá se iluminen los All Blacks en las semanas que se avecinan y logren un nuevo impacto en el Rugby Championship, torneo que conquistaron en siete de nueve realizaciones (cuando era Tri Nations, obtuvieron 11 del total de 17). Porque en definitiva, siempre serán un equipo poderoso. Así se lo ve desde afuera. Desde adentro, las paredes crujen, los fantasmas se agigantan y el escepticismo y la impaciencia ganan terreno día a día. Una actualidad en la que es “todo negro”, pero desde una perspectiva diferente e insospechada.
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