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Leonardo Senatore: la historia del Puma que quedó huérfano a los 11 y cómo el rugby lo ayudó para superar las ausencias
ROSARIO.– Leo tiene 5 años y una pelota de fútbol que hace rebotar contra una pared. Todavía no sonó el teléfono que traerá la noticia trágica. Al niño aún no lo seducen el rugby ni los terceros tiempos. Tampoco jugó en los Pumas ni compartió un viaje en tren en Europa con su ídolo deportivo. Se encuentra en la cocina-comedor de la casa de su abuela, que es también el hogar familiar, con sus padres y la hermana.
De pronto, el teléfono de línea fija que está en una repisa suena. Su hermana disfruta en un sillón hamaca. Su abuela cocina. La madre, que ya tiene una historia propia estremecedora que involucra al pequeño, atiende, escucha y luego rompe en un llanto desolador. Le pide a Leo que pare con la pelota y alcanza a decirle: "Se murió tu papá". Es octubre de 1989. El silencio gana la escena.
Miguel Ángel "Gringo" Senatore era un tipo bohemio, bonachón. Buen tipo. Rugbier de alma: era segunda línea de Gimnasia y Esgrima de Rosario (GER). Estaba casado con Silvia Aceto, jugadora y profesora de hockey del mismo club. Tuvieron dos hijos: Miguelina y Leonardo. El Gringo falleció por una disfunción renal. El llamado telefónico ni siquiera se convierte en recuerdo: el pibe de 5 lo borra de su memoria. Y dirá, mucho tiempo después, que siempre tuvo "entereza" y "una vida bastante normal". Hasta que un día comenzó a escribir su propia historia en el rugby mundial.
Aquellos comienzos en el rugby
Algunos de los conceptos del rugby se basan en el contacto y el uso del espacio. El contacto es fundamental para crear el espacio. Y la evasión es el don para esquivar y seguir adelante, es el recurso con el que una persona elude una dificultad, un compromiso o un peligro.
Para Leonardo Senatore, que debutó en primera en el Club Gimnasia y Esgrima de Rosario a los 19, que fue contratado por RC Toulon del Top 14 de Francia, que fue fichado por Worcester Warriors de la Premiership de Inglaterra y que integró el recordado equipo de los Pumas en el Mundial de Nueva Zelanda en 2011, donde la Argentina enfrentó en un partido memorable en cuartos de final a los All Blacks (luego los neozelandeses serían los campeones del mundo), la evasión no significa lo mismo que para la Real Academia Española. Senatore evade en la cancha. En la vida, seis años después de la muerte de su padre, falleció su mamá. Leo y su hermana Miguelina quedaron a cargo de Elsa, la abuela. Esta puede ser una historia sobre cómo el rugby le ganó a las ausencias.
El primer hito en su vida no tiene fecha ni edad. Él no sabe cuántos años tenía. Pero sí existe un recuerdo: los días en que su padre, el hombre-mito, lo llevaba a jugar al rugby. "Tengo un recuerdito, mi viejo un poco triste, porque yo no estaba tan enganchado con el rugby". Leo usa un diminutivo, como si el que hablara fuera un niño.
La herencia siempre deja marcas. Cada vez que viajaba a Buenos Aires, ya cuando se había enganchado con el deporte, la pregunta se repetía: "¿Vos sos hijo del Gringo?". Vestuarios, tribunas, entrenadores o árbitros. Y la sensación comenzaba con una onomatopeya: "¡Guau, mi papá es famoso! Aunque ya no está, este tipo sí que dejó un legado grande en el rugby".
El afecto del club: cómo lo cuidaron
"Las grandes cosas que me dio el rugby son esas: el gran legado que dejó mi papá y también cómo eso me fue ayudando en mi vida a superar la pérdida de mis viejos, porque siempre recibí afecto y ayuda", recuerda Senatore, en el bar de Gimnasia y Esgrima de Rosario. El club que es su hogar.
Cuando habla de ayuda no se refiere a compasión. Porque las personas que lo rodearon no sólo tuvieron ese sentimiento de tristeza que produce la orfandad ajena: el impulso de la comunidad del club fue aliviar ese vacío con acciones concretas. "Desde gente que me pasaba a buscar para llevarme al colegio, hasta otros que me cruzaban en el club y me preguntaban: ‘¿en qué te volvés a tu casa, Leo? ¡Mirá que se hace tarde!’ Siempre hubo gente preocupada por mí y por mi hermana. El rugby fue un vínculo. Una larga cadena de hitos que me marcaron".
-Hablamos de hitos en el rugby y vos hablás de los afectos.
-Podríamos hablar de Los Pumas. De ser el primer rosarino con 50 partidos en los Pumas. Jugué dos Mundiales. Soy uno de los primeros en participar en un Cuatro Naciones. Pertenezco a la primera camada que fue a jugar un torneo a Sudáfrica. Pero yo lo ato a lo afectivo porque esa es mi zanahoria, es mi motivación, es mi inspiración. Es lo que pongo siempre en la cancha cada vez que me toca jugar.
El rugby exige motivación y un enorme esfuerzo emocional y psicológico. Es un deporte de contacto que prepara al atleta para un sinfín de situaciones que no cualquiera las enfrenta. Pero los hitos verdaderos no son una postura. "Si mi viejo me viera acá...". Y agrega: "Toda esta gente que me ayudó, que ve lo que estoy haciendo, se debe sentir orgullosa".
Luego de la muerte de su padre, Leo tardó en volver a tener memoria, procuró transitar cada situación con entereza y llevar una vida "bastante normal". Él cree que las cosas se le fueron dando, pero siempre creyó que tenía que devolver toda la ayuda que había recibido.
El Gringo es una leyenda del rugby nacional. En Gimnasia y Esgrima hay un árbol plantado como homenaje. La edición 30 del Seven lleva el nombre del padre. Y Leo reconstruye la vida de su padre a partir de las anécdotas que le cuentan. Más allá de su enorme garra, habilidad y destreza, el Gringo fue "un vago impresionante, con una vida social intensa".
¿Cómo se construye la memoria de una persona cuando existen vivencias no vividas? ¿Qué son los recuerdos? ¿Reconstrucciones aleatorias de historias narradas? ¿Qué peso tiene un pasado fragmentado y plagado de ausencias a la hora de construir el presente? Las palabras son un ritual de tradición oral. Las vivencias de niño son como relámpagos en la inmensidad de las noches. Leo procura que las palabras y los relámpagos tengan densidad, sentimiento y amor. Trata de ordenarlos. Y, antes de responder, repasa la infinidad de entrevistas que concedió en estos años de éxitos deportivos. Leo piensa. Siente. Y recién, un tiempo después, habla: "La verdadera protagonista fue mi mamá".
Con el discurrir de los años, Leo fue descubriendo otras historias. Cuando su mamá llevaba tres meses del embarazo de Leo recibió el diagnóstico de la enfermad tabú: cáncer. Y renunció a los tratamientos para continuar con la gestación. Leonardo Senatore nació el 13 de mayo de 1984 en Rosario, provincia de Santa Fe, Argentina. La profesora de hockey dio a luz a su segundo hijo y el segundo hijo hoy reconoce que la figura de Silvia Aceto quedó eclipsada por la figura de su padre.
Hubo noches de dolor. El niño Leo no veía fantasmas ni les temía a las construcciones fantasiosas del terror infantil. Silvia transcurrió sus últimos días con internación domiciliaria. Algunas noches, el niño de 11 escuchaba gritar de dolor a su mamá. Entonces, tomaba su almohada y se iba a dormir con ella para estar cerca. Silvia siempre le decía: "Andá a dormir con la abuela, hijo".
"Mi abuela es una cosa de locos, así, media ciega y nos crió de puta madre. Salimos derechitos… O más o menos".
La casona familiar estaba enclavada en avenida 27 de Febrero y Santiago, frente al Parque Independencia, a muy pocos metros del Club Gimnasia y Esgrima. Elsa, la abuela paterna, recibió al Gringo, Silvia, Miguelina y Leo cuando falleció Vicente, el abuelo.
"Muy normal". Así recuerda Leo su crianza. Una normalidad cargada de cariño. "Mi abuela siempre fue una mujer impresionante: habiendo perdido a su hijo y a su nuera, se encontró a dos chiquitos que habían perdido a sus padres. Teníamos 10 y 11 años y ella tenía que hacernos pasar la adolescencia".
Hay enseñanzas que calan mientras discurre el tiempo. En el presente, son situaciones que de tan cotidianas pasan inadvertidas. Elsa, con sus valores o con sus silencios, fue dejando algunas pistas, trazando un mapa, una especie de brújula que los niños fueron redescubriendo en el transitar. Leo fue viviendo en carne propia los valores del rugby. Elsa nunca hablaba mal de nadie. De lo único que hablaba era de los niños y de sus padres. "Es un recuerdo lindo. Ahora, cuando escucho que me hablan de otra persona, no quiero que se me formen prejuicios. Yo crecí así. Y me fui dando cuenta de grande". La abuela les enseñó que el silencio también puede ser formativo.
El chico hiperactivo
Rigidez. Disciplina. Conflictos. Problemáticas. Palabras que surgen para definir la etapa escolar. Senatore primero comenzó en el colegio Dante Alighieri de Rosario. Se autopercibe como un niño que no era indisciplinado, pero al que lo único que le interesaba eran los deportes y el rugby. Su sueño, ya en la época de la escuela, era llegar al rugby profesional.
"El colegio era algo que tenía que pasar, no era una puerta hacia el futuro". Después de la Dante, cuando le quedaron algunas materias previas sin rendir, pasó al colegio Sagrado Corazón, una escuela de varones. Leo sintió allí que sus nuevos compañeros eran "un poco más salvajes". El niño que se despertaba temprano, que iba al colegio por obligación, que almorzaba con su abuela, no aguantaba ni cinco minutos después de la comida para ir al club: su hogar, su familia. Gimnasia y Esgrima es el espacio de identidad. El club. GER. "Es mi casa. Es mi familia. No es una frase armada".
La hiperactividad puede reducir los períodos de atención, aporta mayores movimientos y dispara acciones impulsivas. Leo solo quería llegar a GER. Allí, lejos de las ausencias, él siempre se sintió cómodo, resguardado y que "era alguien". Llegaba y lo saludaban desde el portero hasta el presidente del club. La superactividad la trasladaba a todos los deportes: fútbol, rugby, básquet. El club, el del árbol del Gringo, el de cancha de hockey con la memoria grabada de su madre.
Leo se pregunta y se responde. "¿Qué hubiera pasado si ellos estaban? Tal vez yo no hubiera mamado esa solidaridad".
"He pasado miles", dice Leo. Desde no tener dinero para pagar el viaje de estudios al finalizar la secundaria hasta el pago de la matrícula cuando se cambió de colegio. El dinero no fue sólo dinero. Fue la puerta para la concreción de los rituales de cada etapa de la vida. Y siempre, siempre, el dinero salió del club. Jamás se enteró quiénes fueron las personas que colaboraron en esa especie de colecta anónima, gentil y espontánea.
Aquella corrida contra los All Blacks
"Senatore que se levanta y rompe el tackle. ¡Buena corrida del rosarino! ¡Y andá, nomás! Tira el pase por elevación para Felipe. Hay chances de try. Soltála nomás. Vaya, que es try, vaya que es try, vaya que es try. Y lo tumban a Rodríguez Gurruchaga. Camacho venía como bala".
Un try se marca cuando la pelota se apoya sobre o más allá de la línea de goal de los oponentes en la zona de in-goal. El try vale cinco puntos. Senatore no convierte contra el mejor equipo del mundo, pero es el jugador que se levanta, corre, evade, esquiva, improvisa y desorienta a los rivales. El relator hace un microsegundo de silencio. El comentarista se anticipa. "¡Es try! Try de Los Pumas, del Tucu Farías. Anota el primero de los Pumas contra los All Blacks. ¡Qué bien que la hizo Senatore! Corriendo muchos metros. ¡El primer try de Los Pumas!"
"Un adiós con altura: los Pumas perdieron con los All Blacks, pero volvieron a emocionar", fue el titular del diario LA NACION. "En Eden Park, cayeron por 33-10 y quedaron eliminados del Mundial en cuartos de final; se plantaron de igual a igual ante el mejor equipo del mundo, que recién pudo marcar un try a los 66 minutos de juego".
La corrida de Senatore contra los All Blacks es memorable. Es una síntesis. Es un símbolo que condensa una trayectoria. La jugada dura 19 segundos. La corrida es real. Evasión, velocidad y potencia. La corrida es, también, el símbolo que representa la síntesis de una vida plena de presencias.
Estar en Disney y encontrar al ídolo
Toulón es el equipo de las megaestrellas del rugby mundial. Después de la corrida histórica del Mundial 2011, Senatore llega a la ciudad francesa que da al mar Mediterráneo. Es su primera experiencia como jugador profesional. Convive con sentimientos que combinan la sorpresa, el asombro y la solidez profesional. Se autoconvence del merecimiento. Procura habitar el vestuario como uno más. ¿Cómo se hace para ser uno más entre los consagrados del planeta? Y, contra el Agen, a los cuatro minutos del segundo tiempo, anota su primer try.
Jonathan Wilkinson es un rugbier inglés que recibió el premio como Mejor Jugador del Mundo en el 2003. Es también el protagonista de la hazaña inglesa en el Mundial de ese mismo año: en el último minuto del tiempo suplementario en la final anotó de drop contra Australia. Ahora, Wilkinson, el campeón del mundo, está en la estación de trenes junto con sus compañeros del plantel del Toulón.
Senatore se sube al tren, piensa en el partido que viene, se sienta solo y deja su mochila en el asiento de al lado. Willkinson, el Messi del rugby, se acerca y le habla en español.
–¿Me puedo sentar ahí?
Ahí es el espacio que ocupa la mochila. La respuesta es sí. El inglés-estrella se acerca hasta el nuevo. El viaje comienza. Willkinson le habla a Senatore de su casa en Mallorca, quiere hacerle algunas refacciones y necesita un interlocutor que domine el español. "¿Me ayudas con el arquitecto?", le pregunta. Y, celular en mano, envía mensajes al arquitecto para indicarle qué pasos debe seguir para la remodelación del balcón. Al llegar al destino, Senatore, el nuevo, descubre que va a compartir habitación con Wilkinson.
El consagrado y el recién llegado –que compara su estada francesa con "estar en Disney"– tienen otro espacio de intimidad en la habitación del hotel. Leo sabe que la actitud del inglés no es casual. Resignifica, en el podio del éxito deportivo, el sentido de la orfandad. Senatore sabe que siempre hay alguien que te está observando. Otro partido está por comenzar.
Una vida son muchas vidas
Si esta historia tuviera un comienzo, el espacio en donde se inicia, es en medio de los árboles frondosos, en esa especie de bosque urbano que es el Parque Independencia de Rosario. La historia comienza al pie de un solo árbol, el árbol que plantaron en homenaje al Gringo Senatore, a metros de la cancha de rugby del Club Gimnasia y Esgrima. Donde había una vez un niño que quedó huérfano y se puso a jugar.
El niño soñaba jugar en los Pumas, el adolescente deambuló por casas de amigos para tomar la leche, el joven empezó una carrera universitaria y consiguió trabajo en una empresa de seguros, el pibe abandonó el rugby para acompañar junto a su hermana Miguelina los últimos meses de la abuela Elsa, transportando camas ortopédicas, bañándola, asistiéndola. El hombre engordó nueve kilos, pero volvió a los entrenamientos y le prometió a su novia Rocío: "Vuelvo a entrenar un año y si no me llaman para jugar en los Pumas, abandono todo".
Pero de los Pumas lo convocaron. Y conoció Europa, jugó dos mundiales, obtuvo el cuarto puesto en el Mundial 2015 de Inglaterra, fue fichado por equipos de las grandes ligas, se transformó en jugador profesional, mantuvo el espíritu amateur, volvió a la Primera de Gimnasia y Esgrima de Rosario, fue campeón del Torneo del Interior A con el club de sus amores, se casó con Rocío y nacieron Vicente, Pilar y Juana. Y, el niño, el pibe, el joven, el hombre y el padre se quedaron en el universo que aman, desean y viven. Una vida son muchas vidas.
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