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Las chicas crecen: cada vez hay más jugadoras en el rugby femenino
Lo que hace diez años parecía descabellado, hoy es un hecho. El rugby femenino en la Argentina alcanzó una dimensión a la que parecía difícil llegar. Contar con una base de 6048 jugadoras en el país da muestras del trabajo, el desarrollo y las ganas de seguir creciendo. En el nivel de clubes, la rama femenina hace eco e impone respeto. En el de selección, se capacita y se piensa en grande.
"Practico rugby desde 2011. Empecé sólo para probar y terminó encantándome. Veía a mi hermano jugar en el club y me daba intriga de cómo sería. Siempre iba a verlo con mi papá, hasta que me animé. Martín Bassino, mi entrenador del seleccionado del Alto Valle, me motivó a meterme en este mundo", cuenta Josefina Padellaro desde Neuquén. "Desde hace un año practico rugby. Siempre me llamó la atención y me interesó, pero no había equipo como para practicarlo. Cuando se formó el equipo en mi club, me sumé con mi hermana. Me gustó mucho y nunca dejé. Mi mentor es mi papá, que a la vez es mi entrenador. Desde que se formó el equipo, pone todo su empeño para que vaya desarrollándose", apunta Virginia Brigida Chamorro, de Catamarca Rugby Club.
Los relatos de las integrantes de la selección femenina de la Unión de Argentina Rugby (UAR) comparten ciertos condimentos. Coinciden en las edades en las que comenzaron a jugar; en los obstáculos que encontraron en cuanto a canchas, rivales y capacitaciones; en la falta de competencia; en los comentarios que recibieron. Pero tanto ellas como sus compañeras en los clubes no abandonaron, se entrenaron y hoy se paran en un escenario prometedor. Intentan que el torneo gane en competitividad (se juega en el formato de siete en su mayoría), sigue aumentando la base de jugadoras (sobre todo, en las divisiones menores) y continúan su lucha por la igualdad.
El año 2019 contó con 12 concentraciones nacionales en que participaron 33 jugadoras. En los Juegos Panamericanos de Lima terminaron quintas y en el seven Valentín Martínez fueron segundas, al igual que en el Sudamericano de Asunción. Además participaron en la fecha de Hong Kong del Circuito Mundial, en la que alcanzaron los cuartos de final por la Copa de Oro.
"A mi familia no le gustaba que me entrenara en rugby por lo que se dice: que es brusco, muy bruto y para hombres. Nunca le di importancia y por suerte de a poco está mucho más aceptado. Hoy somos muchas más las mujeres que lo practicamos y me parece muy bueno que de a poco se vaya quitando ese estereotipo", destaca Antonella Reding, del club Echagüe, de Entre Ríos.
"Empecé en Don Bosco jugando con mi hermano y mis compañeros de la escuela. Tuve mucha suerte con el entrenador de mi hermano en aquel momento, Jorge Ballar, porque él vio que yo era una nena que tenía muchas ganas de jugar. Un día me invitó a participar en un entrenamiento. Empecé sosteniendo las colchonetas y así, de a poco, me fue involucrando cada vez más, hasta que me sumaron al equipo y empecé a jugar partidos. Eran todos varones y yo", narra sobre sus comienzos Yamila Otero, hoy en Centro Naval. "Una de las primeras veces que fui me dijeron que jugara y me dieron toda la ropa y un casquito para que me tapara el pelo y que el equipo rival no se diera cuenta de que era mujer. Me tocó vivir varias veces esa situación, para que no sintiera esa diferencia con los otros, o para que los padres y los entrenadores rivales no supieran que iba a entrar una mujer y no cambiaran el juego o lo interrumpieran. En ese momento me pareció normal y fue lo mejor que podía pasarme, pero ahora, a la distancia y más madura, me parece que era una locura. Tener que esconderse y que no me dejaran jugar con 12 años...", añade.
En parte fueron estas chicas quienes abrieron el camino al desarrollo y hoy plantan bandera. De las 6048 rugbiers que practican según estadísticas publicadas por la UAR en 2019, 5142 están en edad competitiva, y respecto a 2018 se sumaron 647 (14%). En los últimos cinco años el crecimiento fue de 121%. Del total, son 28 las jugadoras que integran el Sistema de Alto Rendimiento y realizan una concentración mensual en los centros de entrenamiento para los próximos torneos, que, por cierto, se quedaron sin fechas a raíz de la pandemia de coronavirus: el Sudamericano, la clasificación para el Circuito Mundial 2021 (iba a ser en abril), el repechaje para los Juegos Olímpicos Tokio 2020 y el certamen Valentín Martínez (noviembre). Todas las competencias son de seven. Vale recordar que en los Juegos Panamericanos Lima 2019 el equipo albiceleste de chicas resultó quinto; su par masculino resultó campeón y así accedió a Olímpicos de Tokio, que por ahora mantienen su programa.
La rama masculina del rugby, cuya cultura está aún muy distante respecto a las mujeres, tiene años de desarrollo y capacitación, y por eso los números de los hombres son abrumadores. Entre ellos hay 249 jugadores en el Sistema de Alto Rendimiento, y cuentan con 16 torneos entre todas sus categorías (Pumas, Jaguares, Jaguares XV, Argentina XV, Pumitas y seleccionado de seven). Para ellas, en cambio, todo está por hacer: faltan trabajo y desarrollo, sobran ganas y recursos.
"Al ser un deporte que se supone pensado para los hombres, creo que las diferencias parten de la estructura en la que el rugby se conforma. Ya sea en competencia, en práctica o en difusión. El rugby femenino está haciendo toda una revolución en el mundo del deporte, pero con desarrollo más lento. Se lo atribuye a la difusión y la importancia que se está dándole y a los clubes que lo incorporan", explica Brigida Chamorro. "Seguimos apostando por este deporte, trabajamos para seguir rompiendo barreras. El rugby femenino argentino está como para mucho más. Las ganas están, se nota. De a poco nos sentimos más parte y apuntamos alto. Tenemos objetivos y sabemos que si seguimos por este camino podemos lograrlos", agrega Padellaro.
"La mujer hoy tiene mucha más importancia, voz, mayor igualdad, que es lo que estamos buscando. Por eso se está empezando a darle mayor atención al rugby femenino, no sólo por la parte social, sino también por lo que estamos logrando. Viví momentos en que nos daban las camisetas gigantes porque eran las que sobraban de los hombres, lo mismo que los shorts, y éramos una bolsa jugando. Hoy todo eso cambió. La UAR, los clubes ya nos dan nuestros uniformes, ropa acorde con nuestros cuerpos", añade Reding.
Los compromisos y los objetivos a futuro
El seleccionado argentino femenino de rugby tiene este año un nuevo cuerpo técnico, encabezado por Tomás Bongiorno. Bajo su mando se adoptó un nuevo sistema de juego, hay nuevas convocatorias y se incrementó el número de concentraciones para conocer y capacitar a más jugadoras.
"El nuevo staff nos pide un mayor compromiso por parte de todas. Eso nos ayuda a mejorar y a evolucionar. Nos trajo nuevas herramientas, conceptos que nos ayudan a crecer en nivel", celebra Otero, que más allá de las suspensiones de competencias y la incertidumbre sobre las reprogramaciones, piensa en la exigencia de lo que en algún momento vendrá: "Va a ser muy duro. La clasificación para el Circuito Mundial es muy difícil, entre muy buenos rivales, pero no imposible, porque tenemos niveles bastante parejos. Clasificarse para Tokio implica otro nivel, pero las ganas están".
El calendario para este año, que hasta el momento está suspendido y sin nuevas fechas, incluía: la clasificación (en abril) para el Circuito Mundial (sede por establecer), dos torneos sudamericanos, el repechaje para los Juegos Olímpicos Tokio 2020 y el torneo Valentín Martínez, en noviembre.
Y Otero enfatiza la proyección de todo esto: "Tener mayor roce, más giras y más concentraciones nos ayuda mucho. El año pasado tuvimos la suerte de hacer una concentración con los equipo de Estados Unidos y Brasil, y eso fue una gran ayuda, una muy buena experiencia. Además entrenarnos con las chicas de las divisiones juveniles nos da más rodaje, amplía la base. Eso está buenísimo. Estamos todas juntas trabajando en pos de un futuro más fuerte".
Ese futuro es de mediano y largo plazos. Hacia allá mira el rugby femenino argentino. Y se apoya en un presente prometedor.
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