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La regularidad, la fórmula a la que aspiran los Pumas para contener la revancha feroz de los All Blacks
Luego del resonante triunfo del sábado en Wellington, el equipo argentino apunta al duelo en Auckland
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Menos que la mesura en el festejo de los jugadores argentinos sorprendió que en sus declaraciones inmediatamente posteriores al floreado triunfo ante los All Blacks, ya sea en el campo de juego o en los pasillos del Sky Stadium de Wellington, todos hablaron, en algún punto, del próximo partido. Sin que ello impida celebrar una actuación tan rutilante, los Pumas saben que no pueden conformarse. Lo dictan los objetivos que se plantearon, lo dicta la experiencia reciente. Si hay algo más difícil que ganarles a los All Blacks es aguantar la reacción en el partido siguiente.
“Vinimos a ganar dos veces”, dijo Mateo Carreras, autor de un try memorable, sin que le temblara el pulso. “Dimos ese primer paso y el primer escalón. No nos conformamos con esto. Queremos ir a Auckland y ganar. Sabemos lo que son ellos allá y es nuestro objetivo”. Una sentencia que repitieron, con más o menos palabras, quienes tuvieron un micrófono enfrente.
La victoria de los Pumas el sábado por 38-30 fue la tercera ante los All Blacks, la mayor potencia en la historia del rugby, todas desde 2020 después de una sequía de 44 años. Esto no alcanza para poner a la Argentina a la altura de las potencias, pero sí refleja el crecimiento que experimentó a partir de su ingreso al Rugby Championship en 2012. Ganarles a Australia, Sudáfrica o Nueva Zelanda, que acaparan nueve de los 10 títulos mundiales, aun reconociendo su superioridad, dejó de tener carácter excepcional. Una de las premisas que se propuso Felipe Contepomi para este nuevo ciclo es el de alcanzar un piso de rendimiento que le permita al equipo dejar atrás la irregularidad que caracterizó al equipo en los últimos años.
Las declaraciones de los argentinos tras la victoria responden a ese deseo de constancia antes que perseguir la gloria efímera que significaría ganar en el estadio Eden Park e incluso, como consecuencia natural, pelear por el título del Rugby Championship. Los antecedentes recientes confirman que el desafío del próximo sábado, cuando por la segunda fecha Pumas y All Blacks vuelvan a verse las caras en Auckland, será mucho más exigente que el anterior.
Dos semanas después del histórico primer triunfo ante los All Blacks, 25-15 en el Tri-Nations de 2020 en Parramatta, Sydney, los dos equipos volvieron a verse las caras y los de negro se vengaron con un contundente 38-0. En el Rugby Championship del año siguiente, también jugado en Australia, las derrotas fueron por 39-0 y 36-13. Resultado global de los tres partidos: 115-13. En 2022, el éxito albiceleste 25-18 en Christchurch se inscribió en los anales del rugby argentino como primer triunfo en Nueva Zelanda. Pero la historia se repitió: la respuesta negra siete días más tarde fue un 53-3 en Hamilton. El año pasado, las caídas fueron por 41-12 en Mendoza y 44-6 en la semifinal mundialista en el Stade de France. Acumulado: 138-21. Eso es lo que los Pumas quieren evitar a toda costa.
El diferencial de la victoria del sábado es que los Pumas se impusieron con algo más que una gran defensa y aprovechamiento de las oportunidades en ataque, que sumado a la dosis fundamental de entrega, habían caracterizado a las dos primeras victorias. No es poco, pero esta vez, además de esos condimentos el triunfo se gestó a partir de una gran actuación en muchos aspectos del juego en que los argentinos fueron superiores. Por gran parte del encuentro, lograron imponer condiciones y llevar el partido al terreno que más les convenía y más incomodaba a los All Blacks. Superiores en las formaciones fijas, sobre todo en las instancias cruciales en los últimos 20 minutos del partido, y agresivos en defensa, tuvieron además mucha precisión para generar jugadas de varias fases no exentas de variantes sorpresivas que generaron quiebres o forzaron penales del rival, y no titubearon en arriesgar jugando desde el propio campo y moviendo la pelota con los backs.
Las fallas a corregir fueron la disciplina en el primer tiempo y las salidas del campo propio, que mantuvieron al local en partido. Ante un equipo que atraviesa un recambio profundo tras el Mundial, tanto de jugadores (varias figuras emigraron a otros países y por regla no pueden actuar para los All Blacks) como de entrenador (tras el Mundial asumió Scott Robertson), pero que conserva individualidades de elite, los Pumas fueron superiores y lograron la marca de puntos más alta para cualquier equipo en Nueva Zelanda, superando la marca de Sudáfrica en la victoria por 36-34 de 2018, también en Wellington.
Semejante actuación deja la vara muy alta para los Pumas, pero también la confianza que otorga no sólo la victoria, sino también el convencimiento de pueden llevar a la práctica la fórmula que propone Contepomi, que sigue la línea que había marcado en los dos años anteriores como asistente de Michael Cheika. Se trata de un estilo de juego ambicioso, que requiere mucha precisión en velocidad, y que es muy difícil de plasmar dadas las características de este equipo, conformado por jugadores que provienen de clubes de distintos países, cada uno con formas de jugar muy disímiles y sin demasiado rodaje en conjunto. La derrota ante Francia B en Mendoza, en el primer partido del ciclo, con apenas tres entrenamientos previos, dejó en claro esta circunstancia. A partir de allí fueron de menor a mayor.
La actuación en la capital neocelandesa significó el punto más alto de los últimos tres años. Bajo la conducción de Cheika hubo algunos momentos, pero fueron esporádicos, incluso dentro de un mismo partido. El segundo tiempo en Ellis Park ante Springboks, el segundo tiempo ante Gales en los cuartos de final del Mundial en Marsella, varios momentos en la victoria ante Australia en San Juan. Otras performance notorias, como la mencionada ante Nueva Zelanda en Christchurch o el éxito ante Inglaterra en Twickenham, se fundamentaron antes en la entrega y la defensa que un juego fluido, lo que también es parte del sistema. Dentro de un balance positivo y de crecimiento, la irregularidad fue el signo distintivo.
Ahora, los Pumas intentarán quebrar esa racha que los persigue después de cada victoria ante los All Blacks y, cuanto menos, ser competitivos durante los 80 minutos. Si ello conlleva a una victoria, tanto mejor. Saben que están en condiciones de hacerlo. Saben, también, que la respuesta será feroz.
Así como Wellington es un reducto que últimamente no les sienta bien a los All Blacks (acumulan cinco partidos seguidos sin victoria, con tres derrotas y dos empates), lo contrario ocurre con el Eden Park de Auckland. Considerado el templo del rugby neocelandés, no pierden allí desde hace 30 años. La última vez fue en 1994, cuando Francia los derrotó por 23-20.
Que los Pumas hayan sido invitados a jugar allí habla del respeto que se ganaron. En el 13er año en el Rugby Championship, será la primera vez que jueguen en este estadio, escenario habitualmente reservado para duelos más taquilleros ante Sudáfrica o Australia. De hecho, desde el año debut nunca habían vuelto a jugar en Wellington, el segundo escenario en importancia desde la destrucción de Lancaster Park por el terremoto en Christchurch. Será, además, tan solo la segunda presentación en la historia de los Pumas en Eden Park. La única vez que los All Blacks los recibieron fue por obra del azar, cuando el fixture determinó que se cruzaran en los cuartos de final del Mundial 2011.
Sube la vara, el desafío se hace más demandante. Mantener la regularidad es el próximo objetivo. Sólo entonces valdrá atreverse a soñar.
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