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La madurez de los rugbiers... y de Twitter
El tema es antiquísimo. Viene de las sagradas escrituras, con aquello de tirar la primera piedra si se está libre de pecado. País lleno de habitantes inmaculados la Argentina, si se atiene al texto bíblico: a Pablo Matera, Guido Petti Pagadizábal y Santiago Socino les cayó una catarata de rocas como la que recibió la policía en aquella tarde de diciembre de 2017 en Congreso. Pues entre las manos que lapidaban estuvieron las propias suyas: hablaron de "barbaridades", de completo "repudio", de "inmadurez", de estar "muy arrepentido y avergonzado".
Y sí, claro que suena muy feo lo que habían escrito, porque más allá del tono de broma parecía haber un trasfondo de pensamiento real en los tuits. Y lo publicaron. Lo difundieron en una red social que, aún incipiente en 2011, 2012, no tenía claro su perfil. Hace ocho, nueve años, no se sabía para qué servía Twitter, de qué iba la cosa. Estaba lleno de gente que decía "tengo ganas de hacer una siesta" o publicaba fotos de su desayuno. Hoy es vehículo de comunicación oficial. Los presidentes, las entidades, las figuras públicas esparcen sus mensajes institucionales por esa vía. Sigue habiendo humor, sigue habiendo zonceras, pero las cuentas de los organismos y las celebridades son "oficiales", palabra santa. Nada debe salirse de cauce. Sí, resistir un archivo.
Hoy resistir un archivo incluye superar la minería de tuits. En el caso de los tres rugbiers, la perforadora llegó casi hasta la época de la mina chilena, del "estamos bien los 33". Tenían 18, 19 años. El secundario había quedado atrás hacía poco. En ese Twitter novedoso era "gracioso" publicar chistes violentos quizás más por el grupo de amigotes que por el alcance social en sí. Llevar a Internet el "bardo" del aula. Todavía con pocos usuarios en el país, era escasa la repercusión, pero era una adolescente diversión poder ser leído por cualquier desconocido en el cualquier punto del planeta tras subir un mensaje al éter.
Pasó el tiempo. Para Matera, Petti Pagadizábal y Socino, y para Twitter. Unos y otro maduraron. En medio hubo mundiales, viajes, Championship, largas convivencias grupales, juego rentado, relaciones de pareja, radicación en otros países, responsabilidades. Imposible no cambiar luego de todo eso. Los rugbiers dicen que no son hoy eso que eran, que no piensan lo que pensaban. ¿Creíble? Claro que sí. ¿Comprobable? No, para nada. Al menos mientras no se les conozca un nuevo episodio de desprecio a una nacionalidad u ocupación laboral, el parámetro será que cambiaron. De reincidir, entonces sí el descrédito será definitivo.
Hace unas semanas, por aquel gol anulado de Lionel Messi a Paraguay en La Boca, estuvo en discusión cuán atrás se debe revisar en el VAR una jugada. ¿Unos segundos? ¿Un minuto? ¿Hasta la última interrupción previa? Pues ahora, ¿cuánto se debe retrotraer en el historial de las redes sociales para juzgar a alguien? ¿Hasta su adolescencia? ¿Hasta que las redes no eran lo que son hoy, con códigos distintos? Deshistorizar la historia, quitarle el contexto que permite comprenderla, sentenciar con ojos actuales lo pretérito, es arriesgarse a errar. Por algo la ley no es retroactiva.
Eso no quita, por supuesto, que ridiculizar, menoscabar, burlar a una colectividad y a un rubro laboral está mal per se, y ya lo estaba en el ideario social (contexto) de principios de década. Tal vez el pedido de perdón debió ser más específico: a la comunidad paraguaya, a la boliviana, a alguna agrupación de empleadas domésticas. Un diálogo con sus representantes por videoconferencia desde Australia habría sido un gesto claro, más contundente.
Muchos no creen en las disculpas de los protagonistas. Por cierto, no ayuda como antecedente la pelea de Matera a golpes en un boliche de Pilar en 2015, ya no adolescente y con un par de años en los Pumas encima. Poco tiempo después se volvería capitán de Jaguares y del seleccionado. Su club, Alumni, tiene siempre pegados en las instalaciones carteles que dicen "respeto. ¡Siempre!". A veces, sólo de grande se toma el valor de lo inculcado cuando chico.
¿Son correctas las condenas sociales? Depende de las circunstancias. A un funcionario corrupto o que no funciona se puede exigirle la renuncia. ¿Hasta qué punto hay que ir en el caso de los rugbiers? Quizás, hasta donde ellos mismos llegaron. En este caso, la reacción alrededor ha tenido ribetes de caza de brujas. De macartismo: el Inadi reaccionó de oficio, cuando en situaciones de ataque a otros grupos sociales, menos afines a su conducción, espera una denuncia para abrir un expediente. Sucede que las condenas sociales son selectivas: a un ex funcionario muy brusco en las redes se lo eligió Presidente el año pasado. Ya estaba maduro. También Twitter.
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