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La influencia del "Dogo" Bordoy, el detallista y obsesivo asistente de Quesada en Jaguares
Veintidós años tenía y, en vez de irse a la costa con sus amigos, se pasó todo el verano practicando scrum contra los árboles, solo, en el anexo del club. Su entrenador Ricardo Imhoff lo había pasado de tercera línea a pilar derecho y no quería arrancar la temporada dando ventajas. La historia de Andrés Bordoy es eso: una historia de humildad, sacrificio y superación. De jugar becado en Duendes a ser asistente de Gonzalo Quesada en Jaguares, pasando por una desapercibida pero importante trayectoria en el rugby francés y un paso fugaz por los Pumas, todo en base al esfuerzo.
El Dogo Andrés Bordoy está al frente de los forwards de Jaguares, que en lo poco que se jugó del Súper Rugby 2020 se constituyeron en uno los packs más temerarios del certamen, aun sin algunos jugadores clave respecto del año pasado, cuando alcanzaron la final. El "compromiso" de los jugadores es la fórmula que elige para ilustrar este suceso, algo que él encarna como pocos.
A fines de 2018 volvió a la Argentina después de once años en Francia y ahora divide sus días entre Buenos Aires, cuando hay Súper Rugby, y Rosario, en la segunda mitad del año o ahora que el coronavirus paralizó todo. "No fue fácil tomar la decisión de cambiar de país. Estaba en el staff de entrenadores de Pau [equipo del Top 14 francés que tiene a Ben Smith como figura] y estaba negociando un contrato por tres años más", cuenta a LA NACION desde el otro lado de la línea.
Y agrega: "Me sentía en casa, tenía estabilidad y estaba cómodo con mi familia. Pero mi objetivo no era la comodidad y el llamado de Gonzalo significaba un crecimiento, un paso más en mi carrera como entrenador. Era una decisión que tenía que tomar. No escondo que eso de viajar todo el tiempo es complicado, pero no me arrepiento de la decisión que tomé, más viendo lo que logramos el año pasado. Fue una buena elección."
La comodidad, queda claro, nunca fue una de sus cualidades. Durante el último de esos viajes, la reciente gira por Sudáfrica, Bordoy perdió a su padre, que fue quien le inculcó la pasión por el rugby y de chico lo llevaba todos los sábados al club en una renoleta [Renault 4]. Más grande, nunca tuvo problemas en hacer el recorrido en ómnibus.
Bordoy llegó a Jaguares de la mano de Quesada, que no lo conocía personalmente pero sabía de su trayectoria en Francia y lo convocó al asumir a fines de 2018. Emigró a los 25 años, pasó por Brive, La Rochelle y Section Palois, donde se tuvo que retirar prematuramente por una lesión cervical. Pero se quedó en Pau como miembro del staff de entrenadores al tiempo que hizo la Licenciatura en Educación Física. En 2012 llegó a vestir en dos oportunidades la camiseta de los Pumas, cuando Santiago Phelan era el head coach y la Argentina recibió a Francia en Tucumán y Córdoba, antes del primer Rugby Championship.
El elogio de Quesada
"Yo sabía que estaba trabajando en Pau desde hacía varios años y había tenido la chance de intercambiar alguna charla por temas de jugadores. Nos juntamos y me convenció que era el perfil que necesitaba para el puesto", cuenta Quesada. "Por el lado laboral me confirmó lo que había sentido. Es muy profesional, muy estudioso, se toma su laburo con responsabilidad. Un apasionado que está siempre intentando ver cosas nuevas, aprender, obsesivo por el detalle.
Venimos de la misma idiosincrasia de los clubes amateurs de acá pero también de habernos formado profesionalmente en Francia bajo muchísima presión. Poco a poco descubrí también a un gran tipo. Una muy buena persona, con perfil bajo, una sincera humildad, un laburador. Además de trabajar sin parar y meterle muchísimas horas, intercambiando mensajes hasta muy tarde, también nos divertimos mucho. Es un real placer. Cada día me confirma que fue una excelente decisión".
No sería sencillo reconocer a Andrés en una foto de su juventud. Tenía unos rulos frondosos que el tiempo cambió por la calvicie que luce a los 37. La esencia, en cambio, no se alteró. En Duendes lo recuerdan pintando de verde el cerco perimetral de la cancha 1, como contraprestación voluntaria a la beca que recibía para poder jugar. Un valor que conserva como entrenador y se refleja en el accionar dentro de la cancha de sus dirigidos.
"Estadísticamente, que es como a uno lo juzgan, estamos bien, pero no es algo en lo que me fije. Yo me apoyo en la evolución", analiza Bordoy. "Me reconforta saber que todo lo que venimos trabajando desde el año pasado va por buen camino. Hubo una progresión muy grande de todos los jugadores. Se han ido piezas muy importantes en el pack. El compromiso de todos y la ambición de mejorar partido a partido es gratificante. Somos muy autocríticos, siempre estamos tratando de ajustar y tenemos margen para mejorar mucho más."
En los primeros seis partidos, Jaguares mostró algunas irregularidades, pero el saldo es positivo si se consideran los rivales a los que debió enfrentar y el contexto de ser un equipo todavía en formación. "Se arrancó mucho mejor que el año pasado. Después de un corte de seis meses, de la pretemporada, cuesta tomar ritmo y recuperar sensaciones grupales. Este equipo tiene una identidad que es muy fuerte", continúa el Dogo. "No jugamos bien contra Sharks y queríamos mostrar la imagen real de Jaguares ante Highlanders. Fue frustrante que se suspendiera ese partido tres horas antes del kick-off. Nos quedamos con las ganas."
Sin Pablo Matera, Tomás Lavanini y Juan Manuel Leguizamón, sin Enrique Pieretto o Santiago García Botta, luego de seis partidos hasta la suspensión del Súper Rugby por la pandemia de coronavirus Jaguares figuraba como el mejor equipo en efectividad de line-outs propios ganados, de line-out robados y en porcentaje de rucks. El scrum sigue estando lejos del ideal, pero se advierte una progresión respecto a la misma instancia el año pasado. Y el maul, especialmente, ha funcionado como un arma letal para llegar al in-goal rival.
"No quiero hablar nombre por nombre, pero estamos muy contentos con cómo respondieron los chicos. Es gratificante ver cómo jugadores que trabajaron tanto tomen la oportunidad y la hagan carne", dice sobre apariciones como las de Rodrigo Bruni, Francisco Gorrissen, Lucas Paulos o Santiago Socino, que debutaron el año pasado y éste pasaron a ser protagonistas. Otros más jóvenes siguen sus pasos, como Bautista Pedemonte y Santiago Grondona: "Saben que tienen que estar preparados esperando su oportunidad para aprovecharla en el momento preciso".
La mayor revelación, no obstante, viene siendo un jugador que no era conocido en la Argentina: Joel Sclavi, el pilar derecho marplatense que está demostrando ser excelente jugador de scrum. Bordoy lo conoció cuando entrenaba en Francia y ni bien pudo lo trajo a Jaguares.
"Me enteré que en Guernica, de la primera división de España, había llegado un pilar derecho de 20 años que la estaba rompiendo. Le hicimos una prueba contra los spoirs [menores de 23] de Pau y me sorprendió su potencia física. Enseguida lo fichamos para la academia, jugó algunos partidos como profesional y por falta de cupos lo prestamos al Angoulême de la segunda división. Lo quise traer el año pasado y no se pudo por una cuestión contractual. Su llegada nos ha hecho muy bien."
Para Bordoy, el confinamiento de estos días tampoco es condicionante para el trabajo. "No podemos entrenar con el equipo, entonces tratamos de avanzar con reuniones diarias. Hablamos entre el staff, hacemos análisis por sector dónde fuimos eficaces y dónde no; hacemos seguimiento individual de jugadores, les pasamos cortes de video con sus participaciones para ver dónde pueden seguir mejorando", cuenta. "No tengo muchas certezas de cómo vamos a encontrar el grupo cuando se reanude la competencia. Pero tenemos a favor el factor humano. El compromiso que tiene el equipo es enorme. La esencia es muy alta. No vamos a estar en las mejores condiciones, pero este grupo lo puede compensar con la parte humana".
Cuenta él mismo que el apodo de Dogo se lo pusieron sus compañeros de Duendes en sus inicios en el plantel superior, cuando en una de las típicas luchas entre rugbiers tomó a un compañero más grande que él y le hizo una especie de toma que lo dejó inmovilizado. Como un perro que atrapa a su presa. Como hizo con cada oportunidad que se le presentó.
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