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La emotiva despedida para Martín Defferrari, un innovador del rugby y el alma de “Los Buenmozos de Boulogne”, la bulliciosa hinchada del SIC
El Enano, como le decían, tenía 46 años. Cómo lo recuerdan sus amigos, jugadores y compañeros de aventuras
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Para cualquiera que haya ido a ver un partido de rugby de la URBA, y especialmente del SIC, la sonrisa era inevitable al hacer foco en su hinchada más bulliciosa. Colorido, cantos de aliento, papelitos. Banderas. Sobre todo, una en especial: la que anuncia que allí están “Los Buenmozos de Boulogne”. Una manera de identificarse, una forma de sentir el espíritu del rugby y de transmitirle al resto que se puede apoyar al propio equipo respetando la esencia del deporte, del motivo que los congrega cada fin de semana para darle impulso a 15 gladiadores que defienden los colores de la entidad, en este caso, el San Isidro Club.
Con algo de melancolía, con cierta tristeza, aunque a la vez con una sonrisa que emana del recuerdo, cada hincha del SIC está procesando sus sentimientos. Porque esa hinchada tuvo su origen y un impulsor muy especial que quedó grabado a fuego en cada corazón zanjero. La memoria de Martín Defferrari está más vigente que nunca. Por ello, Eduardo Abella Nazar, colaborador de LA NACION y sobremanera amigo del recordado Martín, fallecido recientemente, elaboró una sentida despedida y semblanza de un personaje entrañable e inolvidable que compartimos.
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Martín Defferrari, más conocido como el Enano o Deffe en su San Isidro natal o en San Cayetano, su lugar en el mundo, fue un verdadero innovador: a finales de los años 90 y fundamentalmente a mediados de los 2000 impuso, junto a un grupo de amigos, la que tal vez fue la primera hinchada organizada del rugby argentino. Los Buenmozos de Boulogne (LBDB) fueron su original invención. Llevaron la batuta de parecer una barra brava de cualquier club de fútbol, aunque adecuada al rugby: con color, con canciones, bombos y aliento, pero sin la violencia que sí existió y existe en el fútbol. Obviamente que el CASI y también el resto de los clubes de todo el país tienen la suya, pero Martín logró imponer una marca. En lugar de Los Borrachos del Tablón, como se conoce a la barra de River, nacieron Los Buenmozos... todo un arte en el juego de palabras.
En tiempos en los que del fútbol no logra despegarse de la violencia y la locura asociados al negocio de los barras, pero también a la locura generalizada de los hinchas, que terminó con la prohibición del público visitante en casi todos los partidos, el ejemplo de estas hinchadas en el rugby debería ser tomado y adaptado de algún modo. Un personaje como el Enano, que no descolló como jugador, pero sí sobresalió como ejemplo de valores dando todo por el club, incluso colaborando a la fiesta de las tribunas, bien puede servir, y mucho.
Inclusive, llegó a trasladar el apoyo en algunos partidos de los Pumas en Vélez y en Ferro. “Fuimos a la UAR a pedir ayuda para contar con colectivos, comprar banderas de palo y hacer toda la logística. Me tenían que ver negociando con la dirigencia”, se jactaba Defferrari entre risas. Llevó a la tribuna la idea de alentar, pero siempre con respeto hacia el rival. Un innovador total.
“Logró su objetivo de ser un barra, un barra con valores. Desde él brotó el aplauso de la tribuna del SIC el día que el CASI nos ganó la final en Biei en 2005. Cuando pasaron dando la vuelta olímpica ocurrió eso, fue increíble”, contó Martín Franzini, jugador zanjero, en el cálido homenaje que le hicieron a Defferrari en el Pub del SIC a los pocos días de su partida.
La camada 78, de la cual fue parte y alma, fue muy buena en los años de juveniles, con la cual obtuvieron el campeonato de M16 en 1994, el Seven de ese año y el logro más importante, el torneo de 1997 en M19, ese año en tándem con la camada 79. Se amontonan los apodos: Negro, Machi, Chino, Portón, Fefito, Goma, Manguera, Ruso, Fideo, Sapo, Coquex, Furia… sólo algunos de los que compartieron con él aquellos años felices. Imposible olvidar el trabajo de Edu Don Daffis y Popa Wernicke en el homenaje que le hicieron en el Pub, reducto espectacular del San Isidro Club. También lo despidió su grupo de la vieja Belgrano Alta en el Monumental, que además de Daffis, tenía a Gabi, Rouco, Drupy, Cofla, el Tano y Charlie. Nombres acá y allá.
Martín acababa de completar una carrera en la que terminó muy bien, bajando los tiempos de manera contundente, y había cumplido 46 años pensando en comenzar la cosecha gruesa en su campo, cuidando a sus “mantos negros”, como le decía a su ganado. Imaginando otra vez al SIC y a River ganadores, pensando todo eso en positivo. Ahí, paradojas de la vida, su corazón dijo basta, en la lluviosa madrugada del 22 de abril. Y desde aquel día se reencontró en el cielo con su papá, Horacio Defferrari, a quien perdió cuando apenas tenía tres años. Su padre era baterista de la legendaria banda de rock La joven Guardia, autora del tema “El extraño de pelo largo”. Irene, su mamá, sus hermanas María, Milagros e Inés, e Ignacio, su hermano, perdieron al guardián. Eso era Martín para todos.
Apasionado por el campo, siempre en los detalles, desde la semilla del maíz hasta el ternero recién nacido, pasando por sus múltiples relaciones con la gente del pueblo, San Cayetano, hasta cualquier esquina de Boulogne, el barrio de su infancia. “Amigo de los amigos, siempre estuvo para dar una mano cuando hizo falta sin querer protagonismo. Si a alguien se le subían los humos, ahí estaba el Enano para meter un carpetazo con gracia y acomodar todo”, fue parte de la maravillosa descripción de Tomás “Gula” Cazenave en las redes del SIC.
Escrito o no, el destino quiso que no viaje a Córdoba a vivir otro superclásico. “Ya estoy en otra etapa de mi vida, prefiero quedarme en casa, tranquilo”. Es lo último que hablamos, después de varios días de insistirle para que viajemos juntos. Tenerlo cerca hacía bien.
Pocos días antes, a principios de abril, había corrido y mejorado su tiempo en una carrera de aventura de altísima exigencia, la Patagonia Run, donde terminó los 70 km de montaña en 14 horas, tres menos de lo que tardó el año anterior. Estaba fit, muy entrenado y la hizo con sus amigos Martín Rospide (Rospo) y el Perro Diego Lafuente, ambos “zanjeros”. Para ellos queda el recuerdo final en lo deportivo. “Empezó en 2017 la distancia de 10 km y año tras año venía subiendo hasta correr los 70K en 2023 y este año. Venía súpermotivado, muy entrenado”, cuenta Rospo, ex primera línea del SIC y ultramaratonista, a quien Martín acompañó durante algunas etapas cuando Rospide logró la hazaña de unir la Quiaca y Cabo Vírgenes trotando toda la ruta 40 durante meses, a finales de 2019 y principios de 2020.
El líder de LBDB era amigo de todos: de Gabi Albanese, hermano de Diego. Por ahí aparecieron Fede Serra, Longa Artese, Pato Nealon, Diego Albanese, José Cilley, el Yankee Rolando Martin, Puchu Angelillo y Juampi González Bonorino, todos históricos y campeones en el club. Se cruzan desde la otra vereda a saludarlo los del CASI, como Peri Giménez Budde, Pato Ganly, el morsa Cohen, y el Chepa Sarlanga de Hindú, que lo enfrentó también en legendarios partidos intercolegiales entre el Pillgrims –colegio donde estudió Martín– y el Santa Teresa. Excedió su zona de influencia. Tal vez llegue el momento de que esa tribuna del ingoal que da a la pileta lleve su nombre. Sólo ideas que sobrevuelan Boulogne en estas horas de tristeza infinita.
El Enano se transformaría luego en un estandarte de la Pre Intermedia B, lugar en el que curiosamente llegó a compartir cancha en el regreso de Diego Albanese al club, en 2005, cuando le exigieron al ex Puma a empezar el camino “obligatorio” para volver a la Primera. Eduardo Coco Oderigo, ex presidente del SIC, lo recuerda así: “Un chico espectacular. Todo lo que queremos pregonar, lo tenía. Con solidaridad, poner la cara siempre, ser buen amigo... y era claramente el hincha número 1 del SIC”. Siempre llevando los bombos y las banderas, dejó un legado en las generaciones que lo sucedieron a él y a su grupo de amigos.
En el próximo clásico ante el CASI se podrá volver a ver ese colorido en todo su esplendor. La obra del Enano continúa en esto de alentar sin destruir al otro, empujando a su equipo. “Vamos a ganar si jugamos cerraditos, bien con el scrum, concentrados y con cabeza”, repetía en cada instancia final a la que llegaba la Zanja. Un apasionado.
Su compañero indivisible en la cancha y en la vida (el Enano jugaba de medio-scrum), Machi Ramallo, que era apertura, también compartió su adolescencia con Defferrari siguiendo a River por todas las canchas. “Tenemos mil historias, yo me subía a cualquier lugar en las tribunas cuando íbamos de visitante y él, con vértigo, me decía que no sea villero…”, cuenta con alegría y una impactante nostalgia. Juntos, el 9 y el 10 de “la 78″ organizaban los terceros tiempos del plantel superior: comida, bebida, fiesta... todoterreno el tándem Ramallo-Defferrari.
Se enojaba cuando alguno criticaba al campo con el famoso “ustedes los chacareros siempre lloran”, y explicaba una y otra vez lo difícil que es ser productor agropecuario. Lo explicaba con pasión. Fundamentando cada uno de sus argumentos. Era un amante de las estadísticas, fueran de rugby, de fútbol o de política. “Menos mal que ganamos esa final en Madrid”, me decía cada tanto, en alusión a su River. La pudo disfrutar desde el optimismo triunfalista que lo caracterizaba.
El Chino Bonorino, con la voz quebrada, lo recordó con dolor y amor: “Para quererlo no tenías que ser su amigo desde los nueve años, enseguida lo amabas”. La repentina partida de Martín sacudió los cimientos del San Isidro Club, simplemente porque él era un pedazo de ese club.
Los bombos y las banderas contemplaron en silencio la despedida de Deffe, que, enfundado en su bandera azul, blanca y negra, luego también fue abrigado con una vieja camiseta de River Plate. El aplauso cerrado de los cientos que llegaron ese 22 de abril plomizo a la Zanja se recordará siempre. Su viaje final, regado por un mar de lágrimas de amigos de todos los ámbitos en el Jardín de Paz es el reflejo de amor que generó. Fue un cultor de la amistad, la solidaridad, y de las mil y una anécdotas de todo tipo y color.
Tenemos un grupo de chat, con dos Matías, Lucky, otro Enano, Rib, Vasco, Faca, Marcos, Mirko, Fede y el Lagar, que nació al compás de los mundiales de fútbol: lo que era Sudáfrica 2010, donde nos tiramos en el bungee jumping que hay en un puente de la Ruta Jardín o contemplamos los tiburones blancos desde una jaula en el Océano Índico, mutó luego a Brasil 2014, donde otra vez viajamos y disfrutamos de momentos imborrables. Y luego a Rusia 2018, para finalmente llamarse Qatar 2022… No fuimos con todo el grupo a los últimos dos. La profesión permitió que de un grupo de más de diez, sólo fuésemos dos los agraciados de estar en Doha aquel 18 de diciembre de 2022, pero la pica permanente, los asados y las juntadas nos unieron para siempre. El Enano fue el alma de ese grupo de amigos. El nombre, que había pasado a ser Campeón del Mundo, como él quiso nombrarlo, es ahora “Hasta siempre, amigo”. Un resumen de lo que generó en tanta gente de acá y de allá. Un ser único. Un pequeño gigante. Te vamos a extrañar.
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