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La economía del rugby cruje: señales de un modelo agotado, amenaza de huelga en Gales y la alerta que llega a la Argentina
Gilbert Enoka, entrenador de aptitudes mentales de los All Blacks y uno de los personajes fundamentales en la extraordinaria época que marcó el seleccionado de Nueva Zelanda entre 2008 y 2019, con dos títulos mundiales y una semifinal, además de un récord de victorias inusual en el deporte profesional, fue contratado hace unos días por Chelsea, de Inglaterra, el club que desembolsó en horas cientos de millones de libras esterlinas por pases de futbolistas, entre ellos, Enzo Fernández. Enoka llega a Londres como consultor a corto plazo, y si bien no dejará por ahora a los All Blacks, esta nueva experiencia se inscribe en un proceso de fin de ciclo de la estructura, férrea y exitosa, que edificó la unión de rugby de Nueva Zelanda en todo este tiempo. Hay un elemento clave en esta historia: el dinero. La economía del rugby empezó a crujir en varias de las potencias, en gran parte por el cimbronazo que generó la pandemia.
Nueva Zelanda tuvo en estos años un modelo que la Argentina copió mientras duró el Súper Rugby: sólo habilita para jugar en los All Blacks a los jugadores que se desempeñan en el país. Los otros dos integrantes de la Sanzaar, Australia y Sudáfrica, cada uno a su modo, privilegiaron convocar a los mejores, jugaran donde jugaran. Pero desde que a comienzos de 2020 el Super Rugby se terminó como tal, especialmente porque Nueva Zelanda decidió unilateralmente hacer su propio torneo con sus franquicias, y desde que el dinero de Japón empezó a atraer a varias de las figuras para que jueguen allí sus últimos años de carrera, el mapa varió. A la League One de Japón –donde juega Pablo Matera– se irán próximamente varias estrellas de los ABs: Ardie Savea, Brodie Retallick, Richie Mo’ounga, Shannon Frizell, Beauden Barrett y Aaron Smith. Y seguramente se sumen más de aquí a fin de año. Savea lo explicó claro: “El motivo por el cual voy a Japón es simple: lograr estabilidad económica para mi familia”.
Además de los jugadores, muchos de ellos ya retirados, como Richie McCaw y Dan Carter, la era fabulosa de los All Blacks ha perdido a sus cerebros. Wayne Smith y Graham Henry se jubilaron, Steve Hansen también está en Japón, Mike Cron dejó el seleccionado después del Mundial 2019 y Enoka es el único que sigue, pero su apuesta a Chelsea le abre otros caminos.
Al dinero, que no convence a las estrellas de los All Blacks (la Unión de Nueva Zelanda está en rojo), se le agrega lo que para ellos es una crisis deportiva. Por primera vez en la historia, los All Blacks perdieron el año pasado de locales con los Pumas y con Irlanda. El entrenador, Ian Foster, recibe críticas desde todos los wings. Incluso, ha trascendido esta semana que el entrenador del multicampeón Crusaders, Scott Robertson, podría reemplazarlo antes de la Copa del Mundo de Francia que comenzará en septiembre. Los All Blacks nunca dejarán de ser potencia porque el rugby es cultural en el país, pero tendrán que adaptarse a las nuevas circunstancias.
Del otro lado del mundo, el hemisferio Norte también vive momentos cruciales por cuestiones que derivan del dinero. Todos los jugadores profesionales de Gales, incluidos los que están en la selección jugando el 6 Naciones, se reunirán en las próximas horas y entre las posibilidades está la de iniciar una huelga, ya que consideran que la Unión no responde a los problemas financieros, físicos y mentales de los jugadores. Sonny Bill Williams, bicampeón con los All Blacks, salió en su apoyo: “Las organizaciones ganan 100 millones de dólares al año sobre las espaldas de los jugadores, y así es como los tratan”.
Un jugador del seleccionado galés le confió al Daily Mail que no puede hacer frente a una hipoteca y que está tomando antidepresivos, producto de la situación que le genera la exigua paga que recibe de la Unión. Si la huelga se concreta, Gales podría no presentarse con todos sus profesionales al test del 25 de febrero ante Inglaterra, en Cardiff, por la tercera fecha del 6 Naciones.
El rugby profesional está inmerso en una crisis y en un duro período de transición e incertidumbre. Hay señales de un modelo agotado. Habrá que mirarlo con atención. También aquí en la Argentina.
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