Se hablaba mucho de Pladar allá por 2009. El plan de alto rendimiento. Fue el grupo de jugadores original que comenzó a trabajar en un programa de la UAR para la inserción del rugby argentino en el plano profesional. El primer equipo argentino fue Pampas, en la Vodacom Cup de 2010. Ahora, los Jaguares están a horas del partido más importante de la franquicia argentina que nos representa en el más alto nivel. Justo después de 10 temporadas. Y más allá del resultado deportivo puntual, se puede hacer un balance de la década rentada.
El primer punto saliente es que ya no hay resistencia. El profesionalismo es una realidad y es aceptado. Todos reconocen el crecimiento que le permitió a un grupo de jugadores y la evolución para el seleccionado. El cambio fue revolucionario para nuestro país. Sin embargo, todavía se arrastran cuestionamientos y quejas respecto de la convivencia con el amateurismo. Porque culturalmente empiezan a notarse nuevas formas en las etapas de desarrollo. Incluso en los más chicos, que observan que el rugby, además de la alternativa para la formación por la que llegaron originalmente al deporte, ofrece una salida laboral. Y los clubes, mientras tanto, sienten que el sistema los desgrana poco a poco sin darles beneficios y atenta contra su subsistencia si sigue creciendo. El recorrido de diez años tuvo ganadores y perdedores.
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La transición fue difícil. El calendario no ofrecía variantes. Después de ese puñado de meses en el que se jugaba la Vodacom Cup, el certamen de segunda categoría de Sudáfrica, varios rugbiers quedaban sin competencia. La URBA se negaba a recibirlos por ser profesionales, pero no pasaba lo mismo en las Uniones del interior. Más tarde, se redefinieron los términos para decir que los jugadores estaban becados y no contratados. El recurso –que en realidad aparentaba esconder la tierra debajo de la alfombra–, evitó que muchos se quedaran sin jugar por varios meses.
De los 152 jugadores que participaron en el sistema de la UAR y jugaron torneos profesionales, 62 usaron la posibilidad como vidriera y se fueron a jugar a equipos en el exterior.
Hubo otras salidas. Algunos eligieron firmar contratos con equipos europeos para evitar los meses ociosos. Agustín Creevy , Mariano Galarza , Nahuel Tetaz Chaparro y Joaquín Tuculet , entre otros, pasaron a ser jugadores golondrina. Unos meses en Europa y otros con la UAR. Volver a la Argentina significaba, también, aceptar contratos más bajos. Eso también complicaba las cosas. Porque jugadores como Juan Imhoff, Benjamín Urdapilleta y Martín Bustos Moyano, consiguieron ofertas importantes y ya no regresaron al sistema.
Ni siquiera la inclusión en el Rugby Championship (seis semanas extras con la selección), alcanzaba para cubrir las necesidades del calendario anual. Luego de la Vodacom Cup, se echó mano a la también insuficiente Pacific Rugby Cup. La deuda competitiva se saldó definitivamente en 2016, con la creación de los Jaguares , la franquicia del Súper Rugby.
Desde entonces, un grupo estable de aproximadamente 30 jugadores rentados, más otros 15 becados o invitados, se desempeña exclusivamente en el plano profesional durante todo el año, ya sin los roces o las interpretaciones reglamentarias para permitir que los jugadores puedan actuar en los torneos locales. Para ser precisos, Jaguares utilizó 44 jugadores en 2016, 43 en 2017, 46 en 2018 y 46 en 2019.
Entonces, ¿todos felices? De ninguna manera. En los últimos meses una corriente de reclamos empezó a hacerse escuchar, especialmente en el ámbito de la URBA.
De los 152 jugadores que entraron en el sistema, 19 ya tenían experiencia previa en el profesionalismo más allá de la UAR.
La demanda de jugadores es grande, porque va más allá de los rentados de Jaguares. Desde los 17 años los jugadores entran en planes para formar los Pumitas. También está el equipo de Argentina XV que juega el America Rugby Championship y la Nations Cup (aquí los jugadores son becados, pero muchos dejan de jugar en sus clubes). Y desde el año próximo habrá una segunda franquicia rentada en la Super Liga Americana. Serán, al menos, otros 40 jugadores que dejarán el amateurismo. Eso sin contar que muchos más podrían elegir ocupar los lugares para extranjeros de las franquicias de Uruguay, Brasil y Paraguay. Son otros 25 espacios que se abren en la bolsa laboral. No termina ahí la cosa: si el proyecto es exitoso, en 2021 habrá dos equipos argentinos y se espera alcanzar hasta cuatro en 2025. Además, es necesario aclarar que el circuito Mundial de Seven tiene esta temporada, por primera vez, otros 10 jugadores con contrato, que ya no pueden actuar de manera amateur.
Si se suma todo, serían más de 120 jugadores en lo inmediato y más de 250 en cuatro años. Todos, lógicamente, surgidos de las canteras del amateurismo. Los equipos sienten que se están llevando demasiados jugadores de los clubes.
Hace tiempo, un ex jugador de los Pumas que pertenece a un club de la URBA definía la situación así: " Somos un feedlot de la UAR. Los criamos, los engordamos y ellos se los llevan".
El 20 de mayo pasado, la URBA convocó a una reunión con todos los presidentes de los clubes para tratar varios temas. Uno de ellos fue la creación de este nuevo torneo profesional. El mensaje, bajado desde la UAR, explicó los motivos: "Ampliar la base de jugadores profesionales para nutrir a los Pumas y Jaguares y evitar el éxodo de jugadores al exterior".
La mayoría de los clubes mostró su malestar. Uno de ellos, Regatas Bella Vista, contestó a la URBA con una carta que decía: "El club no encuentra motivos ni argumentos válidos ni lógicos que fundamenten el nuevo torneo profesional. (…) Consideramos que es una amenaza al rugby de clubes, a nuestro club en particular y al ya competitivo torneo Top12 que jugamos, por lo que no apoyamos ni estamos de acuerdo con la liga presentada. Con iniciativas como estas, estamos destruyendo lentamente y en silencio el rugby que queremos, confundiendo a jóvenes, atentando contra la lealtad, y fundamentalmente poniendo en riesgo al Club como centro ideal de formación integral de las personas que se acercan a jugar al rugby".
Fueron 66 los jugadores que pasaron por el sistema profesional UAR y volvieron al amateurismo (muchos a modo de retiro)
Esto no es nuevo. Hace dos años y medio, algunos dirigentes empezaron a mostrar su malestar por los jugadores que se convirtieron en profesionales y dejaron sus clubes de origen.
La UAR fijó posición y a través de las Uniones envió una carta a cada equipo que había cedido al menos a un jugador en la que anunciaba que iba a pagarles una "asignación voluntaria, excepcional y por única vez" por 10.000 dólares por cada jugador (el 90% para el club formador y el 10% para la Unión). Eso sí, para cobrar, les hacía firmar una cláusula en la que acordaban que a partir de esa retribución no tenían derecho a otra exigencia económica. "(…) nada más tienen para reclamar por ningún concepto surgido de la celebración del contrato profesional del jugador", dice el convenio en la cláusula séptima.
Derechos formativos
Sebastián Carroll, dirigente de Belgrano, cree que esa posición no es del todo justa. "El objetivo de los clubes no es formar jugadores para cobrar dinero. Nunca fue la intención de los clubes, porque nos convertiríamos en academias y no es el fin. Pero tiene que haber un reconocimiento porque hay una ley y hay que acatarla", explicó.
Uniones aportantes: 83 de la URBA, 24 de Tucumán, 21 de Cordobesa, 12 de Rosario, 4 de Cuyo, 3 de santiagueña, 2 de entrerriana y 1 de Salta, sanjuanina y santafecina.
¿A qué ley se refiere? A la ley 27.211, que habla sobre el Derecho de la formación deportiva y el profesionalismo (no en el rugby, sino en cualquier deporte). Esta normativa dice en su artículo 18 del capítulo III: "La entidad deportiva de destino debe abonar a las entidades formadoras en concepto de derecho de formación deportiva, la suma resultante de aplicar un cinco por ciento (5%) sobre el valor bruto de transferencia".
Para los casos en los que no hay costo de transferencia, como el de los jugadores de rugby, la ley aclara: "El mismo se determina por el 5% del valor bruto del contrato suscripto entre el deportista y la entidad deportiva de destino (…) Al solo efecto de la liquidación de la compensación a abonar se toma como mínimo un plazo contractual de tres (3) años".
Los dirigentes que hacen el reclamo, consideran que el 5% de todo el dinero que cobró el jugador durante tres temporadas, es superior a los 10.000 dólares que ofrece la UAR.
Pero incluso esa norma tiene su cuestionamiento. Los jugadores que integran el plantel de Jaguares como invitados (becados senior), no entran ni en la ley ni en la oferta de los 10.000 dólares de la UAR. Por ejemplo, en Córdoba, La Tablada cobró su dinero por Matías Alemanno y Córdoba Athletic recibió el suyo por Enrique Pieretto, pero Tala quedó excluido pese a que cedió a Facundo Gigena. El pilar nunca firmó contrato y jugó como invitado. Su participación en la franquicia le sirvió como vidriera para irse a Leicester, de Inglaterra, y la UAR no lo reconoce dentro de aquel acuerdo.
Pero hay clubes, como Regatas Bella Vista, que ni siquiera reclaman ese derecho. No creen que se trate de una cuestión de dinero, sino que pretenden que el profesionalismo no siga avanzando sobre sus posibilidades de jugar de manera amateur. Es más, eligieron donar el dinero. En tal sentido, cuando recibieron la notificación del pago por los derechos formativos de Santiago Cordero, le contestaron a la URBA con una carta que decía: "Decidimos donar la asignación voluntaria de referencia a la Fundación UAR (FuAR) como ayuda oficial del Club de Regatas a los lesionados graves que tenemos en el rugby".
Carroll, de Belgrano, aunque su club aún no cobró dinero por este motivo, explica su posición: "Ese dinero de formación le corresponde a los clubes. Si después un equipo lo quiere donar, me parece bien, pero tiene que llegar a los clubes. Y si algunos quieren usar eso para invertir en el rugby formativo, que así sea".
Sponsors en fuga
Desde que la UAR tiene equipos rentados, fueron 152 los jugadores que ingresaron al sistema (tomando sólo Pampas, Jaguares y seven). Y 83 de esos jugadores provienen de equipos de la URBA (siguen las uniones de Tucumán, con 24, y la de Córdoba, con 21). Es por eso que en la URBA el malestar es mayor.
La mayoría de los equipos formó una estructura profesional alrededor de esos planteles amateurs. Managers, entrenadores, médicos, kinesiólogos, preparadores físicos, asistentes de video… La lista de personas que cobran dinero en el rugby de clubes es cada vez más grande. Y sostener la estructura es costoso.
La siguiente es la cantidad de jugadores que demandó el Super Rugby por año: 2016 (44), 2017 (43), 2018 (46) y 2019 (46).
En la última reunión de la URBA para tratar estos inconvenientes, un dirigente dijo que los clubes van camino a la quiebra: "Sacando a CUBA, que puede mantenerse con su cuota societaria, el resto de los equipos del Top 12 son deficitarios y no pueden sostenerse".
La primera alternativa, si se entiende que el rugby de base es amateur y así quieren seguir siéndolo sus dirigentes, sería desarmar toda esa estructura profesional que rodea a los equipos y adiós problema. Pero eso sería, también, contraproducente para la UAR, porque el desarrollo de los jugadores sería más lento. Todos los rugbiers del torneo de la URBA son profesionales desde el punto de vista deportivo, pero no cobran salarios.
¿Qué ingresos alternativos tienen los clubes? El dinero por el contrato de TV lo cobra íntegramente la URBA. Los clubes no reciben ni un centavo. A cambio, la entidad les da semillas para sembrar sus canchas, pelotas y cursos de capacitación para los entrenadores.
Por eso el principal ingreso son los sponsors. Esas firmas aportan por la visibilidad que tienen a través de la TV. Si se suman más equipos profesionales, como los que comenzarán a jugar en 2020 con la Super Liga Americana, algunas marcas podrían preferir mostrarse ahí antes que en el torneo Top 12 (todavía muy atractivo, pero lógicamente de menor nivel). "Nosotros tenemos a Banco Macro, pero no sé qué va a pasar de ahora en adelante. Tal vez no le interese poner dinero. Es una preocupación", reconoce Carroll.
La situación es mucho más grave en el interior, ya que el certamen Nacional de clubes se comprimió en el calendario, tiene menos exposición en TV y se eliminó el campeonato Argentino, que era otra fuente de ingresos con los sponsors. Lo explica Pablo Carballo, presidente de Tala: "Nos afecta que se haya perdido el valor del Nacional de Clubes. Primero porque nos gusta la competencia, buscamos exigirnos y así se redujo el desafío deportivo. Además, nos afecta en términos de sponsors, porque al tener cada vez menos minutos en televisión, nuestros sponsors pagan menos. Tengo conocimiento del tema, porque soy el responsable directo de la comercialización y es muy difícil para nosotros. La URBA todavía conserva su atractivo". En Córdoba, por ejemplo, ya saben que será difícil que la situación mejore. Es más, suponen que va a empeorar: "En 2021 habrá una franquicia cordobesa en el nuevo torneo. La lógica indica que las principales compañías van a querer patrocinar a ese equipo y no a nosotros", completa Carballo.
El Nacional tampoco representa ingresos extras: "La UAR pagaba la logística que era muy costosa, principalmente los traslados y los alojamientos", aclara Carballo.
¿Por qué perdió atractivo? Porque separaron a los equipos de la URBA y del Interior en las etapas iniciales. Juegan por separado 12 equipos en cada lado, con cuatro grupos de tres equipos. Esto garantiza menores costos en movilidad y el ingreso de cuatro equipos del interior en los cuartos de final, pero limita el roce entre uniones.
Realidades diferentes
En esta transición, la brecha cada vez más grande entre la URBA y el resto resulta otro punto en el que hay que poner especial atención. "Estoy totalmente a favor del rugby profesional, pero derramando hacia el rugby amateur", dice Javier Caminotti, de La Tablada y analista de los programas de la UAR en Córdoba. Pero es difícil lograr ese derrame cuando las realidades son distintas según las regiones: "Hoy la URBA tiene fichados cerca de 25.000 jugadores. Córdoba, que es la segunda Unión, tiene 6000. En Buenos Aires hay un desarrollo ultracompetitivo que no se puede equiparar en ningún otro lugar", reflexiona.
Y aclara que el problema no es exclusivo de la Argentina: "Este año estuve en Nueva Zelanda, en la academia de High Performance de los All Blacks, que es impresionante, pero también estuve en Palmerston North, con un equipo amateur y me contaban que cuando empezaron no tenían agua caliente, ni una cocina para calentar las pizzas para compartir con los rivales en el tercer tiempo. Los mismos problemas que nosotros. Tenemos que transitar el camino para conocer qué dificultades surgen y cómo las solucionaremos".
SIC e Hindú, que cedieron 9 jugadores cada uno, encabezan la lista de los que más aportaron a Jaguares; los siguen Córdoba Athletic y Duendes (8), Alumni, Pucará y CUBA (7), La Plata (6) y Tucumán LT (5).
El rugby argentino tiene muchísimas realidades distintas. Pablo Garretón, excapitán de los Pumas y expresidente de Universitario de Tucumán, lo dice con paciencia y tono contemporizador: "Una cosa es convivir y otra convertirse. La realidad es muy buena. Cada vez que veo a los Jaguares o a los Pumas, me emociono; me hace vibrar ese espectáculo. Pero no todos podemos convertirnos. Lo que está faltando es visualizar correctamente las dos realidades. Hay que dejar de pelear y trabajar para que el rugby de clubes tenga más posibilidades. Porque las oportunidades son para pocos chicos y el porcentaje de los que acceden a esa realidad de satisfacción es bajísimo".
Garretón no está contento con la organización de torneos regionales. Tucumán integra el Regional del Noroeste Argentino. "Se desarmó la competencia interna. Los clubes grandes, tienen su torneo, pero los que no están desarrollados quedaron desconectados. Además, al jugar diferenciados, los chicos nunca ven jugar a la Primera. Se pierde identidad. Los chicos juegan los domingos, que es un día de la familia. Terminan de jugar y van corriendo a buscar una hamburguesa para irse con su familia. Eso no es lo que queremos de nuestro deporte. Hay que recuperar las virtudes sociales del rugby".
El profesionalismo irrumpió con fuerza y la Argentina levanta vuelo en esa nueva realidad. Pero después de esta primera década rentada, las mayorías en las bases, que eligieron no subir a ese avión: sienten que la relación empieza a debilitarlos y ponerlos en riesgo.
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