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Juan “Chipi” Figallo, de jugar en los Pumas a ser campeón como coach de un equipo femenino en Inglaterra: “Las formas de entrenar son las mismas, las chicas se golpean de lo lindo”
El expilar, de 34 años, cuenta su nueva experiencia y cómo procesó su retiro forzoso tras un golpe en la cabeza
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Juan “Chipi” Figallo anda de festejos en su nuevo rol de entrenador de rugby. Un par de sábados atrás, el equipo femenino de Saracens, en el cual es uno de los entrenadores principales, se consagró campeón de la Premier 15s de Inglaterra. Y hoy, los hombres del club londinense, con los cuales colabora, jugarán en Twickenham la final ante el Leicester de Julián Montoya y Matías Moroni, compañeros suyos en los Pumas en la última Copa Mundial jugada en 2019 en Japón.
Con 34 años recién cumplidos, Figallo, uno de los mejores pilares derechos en la historia del seleccionado argentino, ha empezado a llenar el vacío que le generó en 2020 su temprano retiro, al no recuperarse de un golpe en la cabeza que sufrió en su último partido con la celeste y blanca, frente a Inglaterra, en Tokio. El punto final a su carrera como jugador le costó superarlo. Él lo grafica así: “Pateaba y pateaba, y la moto no arrancaba”.
Ocurre que Figallo se tuvo que retirar a una edad temprana para un pilar. Hoy incluso podría estar jugando la final con el club con el que ganó cuatro ligas inglesas, ya que tenía un contrato firmado hasta el término de esta temporada. Un ejemplo actual de la duración de los pilares: Francisco Gómez Kodela, que seguramente formará la primera línea Puma en los test de julio ante Escocia, cumplirá pronto 37 años, jugó 22 partidos en el año y acaba de renovar su contrato con el Lyon hasta 2023. “Hice todos los intentos, pero un día los médicos fueron claros al aconsejarme de que no juegue más. Fue duro. Yo me había retirado de los Pumas al final del Mundial, pero tenía en mente seguir jugando un par de años más”, dice el salteño en una entrevista con LA NACION.
–Todo ese proceso se generó mientras ocurría la etapa más dura de la pandemia. ¿Cómo lo afrontaste?
–En realidad, la pandemia me ayudó en ese sentido, porque cuando decidí no jugar más, nadie estaba jugando. Entonces, el impacto no fue tan drástico. Pero cuando retornó la competencia, se me hizo más duro. No sabía bien para dónde ir.
–¿A qué se debió la decisión de quedarse en Inglaterra?
–Mi mujer es ingeniera industrial y quería trabajar en Londres. Ella lo quiso hacer cuando estábamos en Francia, y un día le dije: “Gorda, nos vamos a Inglaterra”. Acá nacieron nuestros dos hijos (Baltazar, de 6 años, y Francisca, de 4) y ella tuvo que dedicarse a la crianza mientras yo jugaba. Así que este era su momento. Me dijo que para volver a la Argentina siempre había tiempo y acá nos quedamos. Ella está con un buen trabajo en el centro de Londres.
-¿Y cómo se produjo tu nueva etapa en Saracens?
–Fui al club y me ofrecí para colaborar. Llevo muchos años acá, conozco a todos, así que me dieron una mano y empecé, voluntariamente, con el plantel superior y la M18. Pero yo sentía que algo no encajaba, que me sentía inseguro, con miedo a que me fuera mal. Pateaba y pateaba, y la moto no arrancaba.
–¿Entonces?
–Mientras, hice un curso de psicología deportiva, me preparé para ser entrenador y empecé a salir cuando empecé a trabajar con James Webb, un coach integral. Él me ayudó mucho, sobre todo a ver mis fortalezas y, claro, a superar el vacío del retiro. Fue muy importante.
–¿Cómo llegaste al plantel femenino de Saracens?
–El año pasado me ofrecieron, ya profesionalmente, ser uno de los entrenadores principales. Yo conocía y había hablado con un par de las chicas que juegan en el club, pero se trataba de una experiencia totalmente nueva. Estoy muy contento y, además, conseguimos el campeonato.
–¿Cambia algo con respecto a entrenar a los hombres?
–Tuve que trabajar sobre todo en el approach, en el vocabulario, pero las formas de entrenar y de las destrezas son las mismas. Se golpean de lo lindo –se ríe–. Por suerte, me adapté muy rápido.
–El rugby jugado por mujeres viene creciendo en los últimos años. Al menos esa parece ser la sensación. Inglaterra es un país líder. De hecho, ganó dos Mundiales y llegó a la final en otros cinco. ¿Cómo lo analizás desde ahí?
–Está creciendo, sin dudas. Pero falta mucho. Para tener una idea: en Saracens sólo hay 9 mujeres profesionales en un plantel de 40. Hay algunas que ganan algún viático y otras nada. Es más o menos como en nuestros clubes: se entrenan martes y jueves, y la mayoría viene después de trabajar. Muchas son maestras. En cambio, en el plantel de los hombres, los 40 son profesionales. Pese a que la final la transmitió BT, que es la televisora que tiene los derechos del rugby en Inglaterra, todavía falta apoyo de todo tipo. Y no todos los clubes tienen rugby de mujeres. Bath no tiene, Leicester no tiene.
Un sabor amargo de Japón 2019
Figallo heredó el rugby, el puesto de pilar y el apodo de su padre, Guillermo, que jugó en el San Isidro Club y en Jockey de Salta. Juan debutó en la Primera de Jockey a los 19 años. Tenía una relación muy especial con su padre, que murió en 2013. Una vez le pidió que lo lleve a un Mundial y Guillermo le respondió: “Vos no vas a ver un Mundial, lo vas a jugar”. Y así fue. En Nueva Zelanda 2011 llegó como suplente de Martín Scelzo y terminó como titular junto a los otros dos integrantes de la histórica primera línea de Bronce: Rodrigo Roncero y Mario Ledesma. Se quedó fuera de la lista inicial para Inglaterra 2015 porque no se pudo recuperar a tiempo de una lesión en la rodilla, pero fue convocado para las dos últimas semanas ante la baja de Nahuel Tetaz Chaparro, y jugó la semifinal ante Australia y el partido por el tercer puesto contra Sudáfrica. En Japón 2019 fue titular en los tres primeros partidos hasta que tuvo el golpe en la cabeza en el test con Inglaterra, que significó la eliminación en la primera rueda.
–¿Qué sabor te quedó de lo que pasó en Japón?
–Amargo. Es una espina que me quedó clavada. Y no tendré revancha. Los chicos, por suerte, sí la tendrán.
–Lo conocés bien a Mario Ledesma. Jugaste con él en los Pumas y te entrenó en Montpellier y en el seleccionado. ¿Te sorprendió su renuncia?
–Sí. Es verdad que venía cumpliendo un ciclo, pero me sorprendió.
–En Saracens juegan figuras del seleccionado inglés. Será el gran rival de los Pumas en el Mundial del año que viene. ¿Cómo creés que llegará Inglaterra?
–El coach Eddie Jones también está cumpliendo un ciclo. Hay que ver cómo sigue ahora en la gira por Australia. Se está armando un plantel con muchos jóvenes y también habrá que esperar a conocer los resultados de ese recambio. Pero no tengas dudas de que llegará bien.
A los 21 años, Figallo pasó al rugby profesional al ser contratado por el Montpellier de Francia. Llegó a jugar la final del Top 14 y cuando fue convocado por Santiago Phelan para los Pumas estaba en un excelente nivel. Su consagración fue, sin dudas, en el Mundial 2011. Al año siguiente fue titular en el debut argentino en el Rugby Championship, ante Sudáfrica, en Ciudad del Cabo. Pero en 2013 empezó con una racha de lesiones. La primera, en el cuello, lo tuvo alejado de las canchas y por ese motivo tuvo que marcharse de Francia. En 2014 lo contrató Saracens y allí se consagró campeón de Inglaterra y de Europa junto a otro argentino, Marcelo Bosch (ver imagen). Sin embargo, en este tiempo también lo persiguieron las lesiones, especialmente en la rodilla. Hasta que el golpe en la cabeza justamente contra los ingleses lo obligó a retirarse.
–Varios exjugadores, sobre todo de Inglaterra, han iniciado juicios contra la World Rugby por haber sufrido lesiones cerebrales graves cuando jugaban profesionalmente. ¿Cuánto ha repercutido este tema?
–Y, un poco sí. Creo que se están tomando medidas para mejorar la seguridad de los jugadores, pero es un trabajo que tienen que hacer todos.
–¿Y el scrum? Da la sensación de que entre tantos cambios no se le encuentra la vuelta.
–Primero hicieron formar de una manera, después de otra. Yo creo que hay que preparar más a los primeras líneas. Trabajar el cuello, la postura. Buscar que los árbitros participen de los entrenamientos en los clubes. Y terminar con eso de pasar a un tercera línea de hooker porque muchas veces ese jugador no está preparado.
El sábado pasado, antes de la semifinal ante Harlequins, el equipo de mujeres de Saracens dio la vuelta olímpica frente a su público. Figallo participó efusivamente del rito. Los Sarries están de fiesta. En 2019 fueron enviados a la segunda división al no respetar los límites presupuestarios. Volvieron y ahora están en una nueva final. “Fue muy lindo dar la vuelta olímpica y que todo el club reconociera lo hecho por las mujeres, porque además fue un año muy duro. Tarea cumplida por ese lado. Y en cuanto a los varones, con los que colaboro, después de estar abajo y de todo lo que pasó en el club, es un premio para todos los que bancaron”, cuenta Figallo desde Londres.
Chipi y Trini, su esposa, esperan el tercer hijo. Todavía no se pusieron de acuerdo con el nombre. Instalados en su casa de St.Albans, a 30 kilómetros al norte del centro de Londres, disfrutan de este momento. Juan Figallo, orgullo salteño, pudo arrancar la moto. Y va.
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