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Irlanda toma el Mundial de rugby por asalto en la cancha y en las tribunas y Francia se tiñe de verde
Tras la resonante victoria ante Sudáfrica, el seleccionado del Trébol multiplicó su fanatismo
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PARÍS (Francia).– Anoche, París se tiñó de verde. Literal. Cualquier lado que uno recorriera, por el Barrio Latino, por el Marais o por Montmartre, sólo se veían camisetas de Irlanda. Como si toda la energía concentrada durante los 80 minutos en el césped del Stade de France hubiera detonado con el pitazo final y desperdigado por toda la ciudad. O más, como si los irlandeses se hubiesen multiplicado. Tomando cerveza en los pubs, comiendo creppes por la calle o sentados cómodamente en restaurantes, estaban por todos lados.
El seleccionado de Irlanda sentó un precedente con la victoria 13-8 ante el campeón Sudáfrica. Es, hoy por hoy, el máximo favorito a levantar la copa Webb Ellis el 28 de octubre. Le robó ese rótulo a Francia, que después de un debut arrogante bajó su rendimiento ante Uruguay y perdió a su máxima figura, Antoine Dupont, por tiempo indefinido en el partido siguiente.
La comunión con la gente fue total. Irlanda es, también, la nación con la mejor hinchada de este Mundial. Adentro del suntuoso Stade de France no era tan fácil distinguir si en el verde que teñía las tribunas era el esmeralda furioso de los irlandeses o el oscuro de los sudafricanos. Pero el oído no dejó espacio a la confusión. Los irlandeses no eran mayoría entre los 78.000 espectadores. Los irlandeses parecían mucho más de 78.000. Cada conquista, cada tackle, cada embestida del centro Bundee Aki, cada pelota recuperada por su feroz defensa era seguida de un estruendo que que hacía vibrar los tímpanos y llegaba a las entrañas.
Desde la entonación del Ireland Call, uno de los himnos más hermosos del rugby (peleando con The Flower of Scotland y, naturalmente, la Marsellesa) se advirtió que la noche sería festiva. El espectáculo, ciertamente, contribuyó. Fue el partido del Mundial hasta aquí y será muy difícil de superar. Tuvo intensidad, tuvo garra, pero también osadía, riesgo, destrezas. Hubo alternancia de dominio, en el juego y en el marcador, y hubo intriga hasta el final. Sólo faltó algún que otro try, pero en las oportunidades que hubo de ambos lados predominaron las defensas. Difícil que se repita algo así. En instancias de eliminación, la estrategia y la especulación ganan terreno por sobre el atrevimiento.
Fue el público irlandés el que le puso el moño a la actuación del equipo que dirige Andy Farrell. Ellos se llevan, hasta aquí, el premio a la mejor hinchada del Mundial. Cuando terminó el partido se pusieron a cantar a todo volumen tapando incluso el estrépito de los altoparlantes. Zombie, de The Cranberries (grupo irlandés) fue el hit. El coro “In your head, it’s in your head” todavía resuena en la cabeza.
En el tren de regreso a París siguieron con canciones típicas como Whisky in the Jar e instando a los sudafricanos a sumarse. Se alegran cuando se enteran que su interlocutor es argentino. “¡Contepomi!”, dice una chica y forma un corazón con los dedos de sus manos al estilo Di María. Y eso que, confiesa, son hinchas de Munster. “Nos vemos en la final”, les digo. “Sólo puede haber dos finalistas”, responden con algo de suficiencia. Sudafricanos y franceses les repiten lo mismo.
Los franceses armaron su propia fiesta en el Mundial más nacionalista de los 10 que se llevan disputados. Parece que no les importara otra cosa que su equipo y no hay partido en que no canten, al menos una vez, la Marsellesa. Anoche no, anoche no se sintió. Los ingleses, canal de por medio, también asisten en manada a sus partidos, pero sólo se los escucha cuando, de tanto en tanto, cantan “Sweet Home, Sweet Chariot”, un tema spiritual que tiene poco de música popular. Los fijianos son de los más alegres y de los que más colorido le ponen a las tribunas, y los chilenos y uruguayos son los que más se hacen sentir en proporción a la cantidad de hinchas que hay en los estadios.
Los hinchas argentinos deben ser, en términos de persona por kilómetro recorrido, por lejos los que más viajaron, quizás por detrás de los australianos. Pero la gente todavía no se hace sentir. No ha logrado meterse en el partido e infundir presión sobre el rival. Necesita que el equipo los inspire desde adentro de la cancha, y eso, todavía, no ha ocurrido. Muy lejos, por ejemplo, de lo que pasó en Qatar. Hay tiempo de reconstruir el idilio.
Pero los irlandeses. Los irlandeses se están adueñando del mundial. Con su templanza adentro de la cancha, con algarabía en las tribunas. Anoche París se tiñó de verde. De a poco, toda Francia va adquiriendo ese color.
Lo más destacado de Irlanda 13 - Sudáfrica 8
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