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Imborrable. A 40 años de un equipo que revolucionó el rugby argentino: el CASI del “Caña” Varela
Cuarenta años atrás, el Club Atlético San Isidro rompió con todos los moldes que se conocían en el rugby doméstico. Es más: ese equipo, campeón invicto en 1981, fue precursor de muchos de los sistemas de juego que vinieron luego y que aún hoy perduran. Hablamos de tiempos aquellos en los que no existían los análisis de video, los estudios de los rivales ni toda la parafernalia que elevó la alta competencia en el deporte en general. Ese CASI, que ganó 21 partidos y empató uno, era, a través de un pack de forwards histórico, lo más parecido al accionar de un taladro: percutiendo derecho para adelante, agujereaba a cualquier defensa que se le opusiera. Como hoy lo define su mentor, el “Caña” Luis María Varela, “era un equipo muy agresivo, redondo, con los backs que llegaban al try, especialmente los wines”. Marcó un promedio de 26 tantos por partido (el try valía 4) y coronó la temporada ganando el Seven, también invicto.
La de 1980 fue una década gloriosa para el rugby argentino, sobre todo en la primera mitad. Además, existía un don que se fue perdiendo a fines de los 90 con la llegada del profesionalismo: los jugadores de los Pumas jugaban en sus clubes. El CASI campeón de 1981 tenía a Fernando Morel y Gabriel Travaglini, que venían de ganarle a los Wallabies en 1979, y a Andrés Courreges, Pablo Devoto, Eliseo Branca, Jorge Allen, Guillermo Varone y Alejandro Puccio, que en 1982, con Sudamérica XV, vencieron a los Springboks. La gran mayoría del equipo del 81 repitió el campeonato en 1982 y 1985.
“Pope” Morel remarca otro rasgo de aquel tiempo: “En toda la temporada fuimos 22 jugadores. Ahora son 23 por partido”. Y recuerda el rigor de los entrenamientos de martes y jueves: “Eran durísimos. Nos golpeábamos como si fueran los partidos. Me acuerdo de que terminábamos a las once y media de la noche sin poder movernos de lo que nos dolía el cuerpo”. Varela agrega: “Viéndolo a través del tiempo, quizás hoy no hubiera sido tan duro a la hora de entrenar, pero en ese momento era lo que yo creía necesario”. El “Caña” entrenó ese equipo junto a otro símbolo del CASI, también Puma y campeón: Ricardo Espagnol.
Varela, muy resistido cuando intentó cambiar la línea de juego histórica del CASI, es un prócer de su club. Ganó 16 campeonatos como jugador y entrenador. Y en ese doble rol tiene dos títulos invicto: los de 1964 y 1981. Como segunda línea –también jugó en el seleccionado argentino– logró el tricampeonato con el Atlético en 1974-75-76. Ese año dejó de jugar y empezó a entrenar a la Primera. “Había un tema político en el club y me pidieron que entrenara, así que empecé en el 77, pero la mayoría de los que habían sido mis compañeros largaron y otros no querían entrenarse lo duro que yo proponía, así que el equipo del 81 se empezó a armar con una camada muy buena que subió en el 78, con algunos que debutaron en los Pumas. En el 80 perdimos el campeonato por poco y también por nosotros”, cuenta el “Caña”.
Del campeón de 1976, entrenado por Rodolfo O’Reilly, quien en 1982 pasó a comandar a los Pumas, a 1981 llegaron Gonzalo Beccar Varela, Gabriel Allen y Joaquín Igarzábal. “En el tricampeonato teníamos una línea de backs extraordinaria, con Palomo (Adolfo Etchegaray), Chiquito (Alejandro Travaglini) y Dano (Daniel Beccar Varela), pero el equipo del 81 fue el más completo, el mejor de los cinco en los que salí campeón”, señala Beccar Varela, Puma en 1976 y 1977, autor de uno de los dos tries en el famoso test en Cardiff, ante Gales, en el 76.
“En esa época, había partidos en que un forward, por ejemplo, no tocaba la pelota nunca. Era sacarla y dársela a los backs. Yo entendía que los forwards, tal como es su denominación, estaban para atacar, así que, con un pack extraordinario, lo reconozco, empezamos a atacar por ahí, siempre sabiendo que la línea perpendicular es la más corta para llegar al try; yendo derecho por el eje”, sostiene Varela, quien empezó a traer ideas del juego luego de ver en distintas giras cómo se entrenaban los franceses y los galeses. Y también de cómo jugaban los All Blacks, a los cuales el CASI y Varela habían enfrentado en 1976, en Ferro.
El CASI introdujo en los entrenamientos las filas de neumáticos, que se sostenían en dos hileras, sin dejar espacios. Era una rareza para la época y no falto quienes lo miraban con sorna. Varela cuenta que los había visto en Francia y que decidió incorporarlos. “En una décima de segundo había que desprenderse de la pelota antes de llegar a las gomas y embestirlas”, grafica. Si el SIC en los 70 había marcado la diferencia con el empuje coordinado en el scrum, el CASI fue un precursor en los rucks y en el maul. No había forma de detener a sus delanteros. Y afuera, Andrés Nicholson era un 9 ordenado e inteligente, Beccar Varela un crack (alternaba con Igarzábal, gran 10 y también pateador implacable), Guillermo “Cacho” Varone y Martín Fijalkaukas tackleaban y ponían al equipo adelante y los tres de atrás (Fernando Venegas, Puccio y Marcelo López Imizcoz) llegaban siempre al try.
Gabriel Travaglini –hoy vicepresidente de la UAR– fue el capitán de ese equipo, pero promediando la primera rueda sufrió un serio accidente automovilístico que lo marginó de toda la temporada. Eso fue un sábado a la noche. El domingo, el CASI jugó con Hindú. Fue el único partido que no ganó. Empató y terminó jugando con 13, ya que en ese tiempo no había cambios. Entonces, la capitanía pasó a manos de Santiago O’Connor, otro símbolo de ese pack que salía de memoria: Devoto (actual presidente del club), Courreges y Morel; Branca y Marcelo Morelli (por Travaglini); Allen, Santiago Pigretti y O’Connor. También jugaron Gabriel Allen, Gustavo García, Alfredo Gioacchini, Joaquín Igarzábal, Alfredo Pérez Veiga y Juan Vidal.
La joya que le faltaba a ese pack vino de Curupaytí. “Chapa” Branca había sido uno de los Pumas suspendidos por la UAR en 1977. En el 79, a través de amigos, llegó al CASI. Empezó jugando en la Intermedia y al poco tiempo subió a la Primera. Terminó siendo otro emblema del club.
Ni el soberbio Banco Nación de Hugo Porta, ni el Alumni tetracampeón de los 90 ni el Hindú avasallante de las dos últimas décadas pudieron salir campeones invictos. Antes del CASI de 1981 estuvo el SIC de 1970 (título compartido con CUBA) y después sólo el SIC de 2002. Lo extraordinario del CASI (algo que también había logrado en 1964) es que también se llevó el Seven, venciendo a CUBA en la final. Este jueves por la noche, en una reunión que hace semanas viene organizando “Perica” Courreges, habrá un gran festejo en el Atlético por los 40 años de aquel hito. Porque no se trata únicamente de un equipo que ganó un campeonato sin perder un partido, sino de uno que marcó un antes y un después en el juego en el rugby argentino.
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