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Federico Martin Aramburú, una luz que brillará por siempre en el recuerdo de sus seres queridos
Matías Newton, Federico Thomann y Thomas Lièvremont recordaron al ex Puma que fue asesinado en Francia
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Nadie deja este mundo del todo, sino que se queda en el recuerdo de sus seres queridos. Si esta creencia es cierta, Fede está en todas partes. Por donde pasó, dejó una marca. “Brillaba, iluminaba todo, era un sol”.
La alusión no es antojadiza: proviene de tres de las personas que más cerca estuvieron de Federico Martin Aramburú en distintas etapas de su vida. Las coincidencias no asombran. Entre ellas, la imposibilidad de describirlo. Las palabras no alcanzan para dimensionar su aura. Ni siquiera las multitudinaria y muy sentida despedida en las exequias realizadas en Biarritz, ni las muestras de cariño que recibió desde todo el mundo que exceden infinitamente su fama por haber sido Puma y haber ganado la medalla de bronce en el Mundial 2007. Era único, era diferente, era especial.
Su capacidad de “iluminar” es algo en que, cada uno por su cuenta, puntualizaron Matías Newton, Federico Thomann y Thomas Lièvremont. El primero era su mejor amigo de la infancia y adolescencia. El segundo, compañero en el CASI desde juveniles hasta la primera y más tarde socio comercial. El último, compañero en Biarritz, entrenador en Dax y desde entonces amigo y socio en Francia.
“Hay una canción que cantaron durante la misa de despedida: ‘Dale Alegría a mi Corazón’. Fede era este hombre que ponía el sol en el corazón de todos”, cuenta Lièvremont desde Francia, notablemente acongojado. “Es difícil explicar por qué. Sólo hay un Fede. No se puede explicar. Es increíble. Desde que se fue, la cantidad de personas que me mandaron mensajes diciendo sólo lo vi una vez, pero no te deja indiferente. Siempre irradiaba una sonrisa, energía, la alegría que uno necesita para vivir.”
Newton fue su testigo de casamiento con Mary (María Codino). “Fede tenía un carisma muy especial. Iluminaba todo, se preocupaba por todos. Siempre estaba al servicio de los demás, nunca con soberbia, sino con humildad y sencillez. Quería que todos alrededor suyo estuviera bien. Era muy familiero, muy amigo de todo el mundo, siempre estaba rodeado de gente.”
“Hacía que las cosas naturales fueran extraordinarias. Eso te hace estar mejor. Querías estar cerca de él cuando estabas bien, cuando estabas mal, cuando tenías que tomar una decisión.” (Federico Thomann)
En el CASI, desde que hacía tres veces por semana 1h45 de viaje en el 60 desde el centro hasta la sede y de allí en algún auto que lo llevara hasta el anexo de La Boya hasta que se fue a jugar profesionalmente a Francia a los 24 años, fue compañero de Federico Thomann. Uno apertura, el otro centro. “El problema de los que compartimos tanto con Fede es que ya era natural para nosotros. Lo que pude compartir con un montón de personas es que todos tenían la misma experiencia de Fede, compartían la misma cualidad, que tiene que ver con esto: iluminaba donde estaba. Generaba y te hacía ser mejor jugador, mejor persona. Nada era normal, siempre había una vuelta de tuerca más”, cuenta Thomann, autor del penal que en 2005 valió el único campeonato al CASI en los últimos 36 años. “Hacía que las cosas naturales fueran extraordinarias. Eso te hace estar mejor. Querías estar cerca de él cuando estabas bien, cuando estabas mal, cuando tenías que tomar una decisión.”
Otra característica de Federico es que era un líder. Y aunque suena trillado, no deja de ser cierto: era un líder positivo. Era el capitán de la camada 80 que ganó el título en M19 gracias a un try suyo sobre el final del partido en la definición contra Champagnat, era el capitán de la primera que llegó a la final de la URBA en 2003, fue capitán de Biarritz y esporádicamente en Dax, y también en su último club profesional, Glasgow Warriors, sin saber inglés.
“Uno juega como es. Fede adentro de la cancha era igual que afuera”, continúa Thomann. “Antes que hablar, predicaba con el ejemplo. Antes que pedir, mostraba el camino. Tenía presente a cada uno de los jugadores en su rol y tenía la capacidad de sacar lo mejor de cada uno. Sabías que te iba a motivar, a desafiar a que salieras de tu zona de confort. Siempre respetando el lugar del otro; eso es un líder.”
Si las palabras no alcanzan para describirlo, vale la pena intentar con los hechos. Newton recuerda una anécdota de cuando jugaban en M19 que lo personifica. “En uno de los primeros partidos del año íbamos perdiendo contra Deportiva Francesa y sobre el final del partido le llega la pelota y se la pasa a un compañero que veía mejor posicionado; no pasó nada y terminamos perdiendo. El martes cuando llegamos al entrenamiento el entrenador le dice que un verdadero capitán agarra la pelota y va para adelante 10 metros. Fede se quedó callado. En el último partido contra Champagnat se dio una situación similar. Íbamos perdiendo y faltando pocos minutos hay un scrum-5, y el dice ‘dámela a mí que voy a hacer el try’ y canta una jugada llamada Negro. Nomás que la agarra, se lleva a tres tipos puestos y hace el try, pero queda abajo de una montonera y el árbitro no la ve y vuelve a dar scrum-5. Todos sabían que iba a hacer lo mismo, y aun así fue, hizo el try y salimos campeones. Vivía con la actitud mental de hacer que todo funcione y que todos creyeran en él. Esa voluntad de ir para adelante lo pinta tal cual es. No lo hacía para brillar él, sino por los demás”.
A Lièvremont, tercera línea que jugó 27 Tests y un Mundial con la camiseta de Francia, lo conoció cuando llegó a Biarritz en 2004, de la mano de Martín Gaitán. “Él se quería quedar en el CASI, sentía que tenía una responsabilidad por ser el capitán, pero lo convencimos de que era una oportunidad que no podía dejar pasar”. Newton cuenta que Serge Blanco había venido a ver un partido contra Alumni para observar a Miguel Avramovic y Rafeal Carballo, pero terminó encandilado con la actuación de Martin Aramburú, que esa tarde hizo dos tries.
Cuando Lièvremont colgó los botines y asumió la conducción de Dax, una de las primeras cosas que hizo fue contratar a Federico. “Lo fui a buscar a Perpignan porque necesitaba una persona con los mismos valores que tenía yo dentro y fuera de la cancha: humildad, generosidad, la energía que ponía en todo lo que hacía en su vida. Cuando llegó no era un jugador tan conocido, y enseguida se puso al servicio del equipo siempre. Todo lo que dio fue para el equipo. Por eso era mi amigo. Es increíble lo que pasó. No puedo creer que sea verdad”.
En 2012, Federico regresó a la Argentina para jugar un año más en el CASI. Lo que ocurrió también lo ilustra a la perfección. “En primer lugar, no quiso imponer nada, se negó a jugar directamente en primera, como lo quería poner el entrenador; empezó en la preintermedia”, cuenta Newton. “Y después, cuando llegó a la primera, transformó al equipo. El CASI había arrancado mal el campeonato, pero empezó a levantar y quedó ahí nomás de clasificarse a los playoffs. Todo se fue dando naturalmente. Fue algo mágico, como todo lo que hacía. Igualmente, lo más importante para Fede era volver y despedirse del rugby en el lugar que él amaba.”
Había hecho cuatro años de abogacía, pero un llamado para entrenarse con los Pumas cuando estaba por rendir una materia lo obligó a abandonar. Cuando dejó el rugby, volvió a Biarritz y encaró distintos negocios. Entre otras cosas, puso una agencia de viajes con Lièvremont, inició un emprendimiento vitivinícola con Thomann e integró el Consejo Directivo del Biarritz Olympique, donde se dio el lujo de contratar a Gonzalo Quesada como entrenador.
De chico, era disléxico. A modo de motivación, al pie de la cama tenía la inscripción “Yo puedo con todo”. Así vivió, y fue más allá: pudo con todo y lo puso al servicio de los demás. Por eso tanta gente en el entierro en Biarritz, por eso la Catedral del CASI quedó conmovida durante la despedida del sábado. Una prueba de que, donde esté, Fede sigue iluminando a todo lo que tocó.
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