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Federico Martín Aramburú: un tipo duro, pero muy simpático, amiguero y buena gente
“A la muerte habría que matarla”, tituló en los 80 el maestro del periodismo Osvaldo Ardizzone. Lo hizo en la revista Goles Match y a propósito de un accidente doméstico, tan insólito como mortal, que sufrió el entonces futbolista Hugo Pena (sufrió una descarga eléctrica al encender la TV mientras tenía un pie dentro de una palangana con agua). Esa inspiración del gran Osvaldo fue desde ese entonces utilizada para otros casos y quizá valga también para este de Federico Martín Aramburú, a quien mataron ayer en las calles de París cuando transitaba apenas por sus 42 años.
Lo que nunca se matan son los recuerdos, y eso es lo que se intenta reconstruir en estas líneas a modo de semblanza de un hombre que como jugador de rugby fue un duro y versátil back, pero también un líder que dejó su impronta en los clubes en los que jugó –CASI, Biarritz, Perpignan, Dax y Glasgow, en el que fue capitán sin hablar inglés– y en el seleccionado argentino, con el cual en 2007 logró la medalla de bronce, vaya fatal coincidencia, a menos de un kilómetro de donde ayer le quitaron la vida.
Fede, “Loquito” para sus amigos, oriundo de La Plata, pincharrata, se formó en el Club Atlético San Isidro. Camada 1980, durante años viajó en colectivo tres veces por semana del centro a San Isidro para formar parte de las infantiles y juveniles. Su primer campeonato lo logró con la M19 que en aquel entonces se unió con la camada 1981. Ya ahí fue el capitán. Uno de los entrenadores de ese equipo y también leyenda del Atlético, Guillermo “Cacho” Varone, lo despidió ayer en su Facebook: “Sos, fuiste y serás mi capitán”. De ese grupo, formado por unos 40 jugadores, Aramburú armó su primer gran refugio de amistad. Han viajado juntos varias veces y les quedó pendiente, por la pandemia, un tour a Punta Cana para festejar los 40 años.
Es que Aramburú era duro, pero muy simpático, buena gente y amiguero. Eso, entre otras cosas, lo hizo quedarse en Biarritz y hasta ser responsable del club, al que llevó a su amigo Gonzalo Quesada. Siempre andaba de aquí para allá con amigos argentinos y franceses, y así transcurrió sus últimas horas: con ex Pumas cenando en el restaurante argentino llamado Volver. Después vendría el desenlace.
En 2003, ya siendo capitán de la Primera, lideró a un CASI combativo como él que contra todos los pronósticos llegó a la final de la URBA, donde cayó con el SIC. En las semifinales, contra Alumni, había apoyado el try de la victoria. Al año siguiente se fue al Biarritz de Francia después de mucho pensarlo, de rechazar dos o tres propuestas y de dejar en cuarto año la carrera de abogacía. Muchos de sus compañeros se coronaron campeones en 2005. Con Federico Thomann, gran amigo y autor del penal decisivo en ese título, también disputado con el SIC, la relación se extendió a lo comercial. Ambos y Agustín Lanús lanzaron hace un par de años una línea de vinos salteños a la que bautizaron Atypic.
En Biarritz, haciendo pareja de centros con su amigo Martín Gaitán, quien fue el que lo convenció para que vaya a jugar profesionalmente a Francia, salieron campeones del Top 14 dos años seguidos: 2005 y 2006. Ya había debutado en los Pumas: el 25 de abril de 2004, ante Chile, en Santiago, con un triunfo de 45-3 y un try suyo. Y se fue metiendo en el seleccionado como titular en la recta final hacia la Copa del Mundo de 2007.
A fines de 2006, ya en Perpignan, también en el suroeste francés, en la parte vasca, Aramburú se lesionó una rodilla que le llevó mucho tiempo recuperar. Tanto que quedó fuera de la lista de 30 para viajar al Mundial, pese a que el entrenador Marcelo Loffreda lo esperó hasta último momento. Quedó entre los primeros suplentes. Primero hubo que marginar a Gaitán por un problema cardíaco, pero en su lugar fue llamado Hernán Senillosa. “En ese momento me olvidé del Mundial y de todo y me quedé junto al Negrito y su familia, que era lo más importante”, le dijo en una entrevista que le realizó en septiembre pasado por Instagram su compañero en los Pumas Classics, Rodrigo Crexell. Sin embargo, otro infortunio, la lesión de José Luis Nuñez Piossek, le abrió la puerta. Llegó a París cuando los Pumas ya estaban allí esperando el partido del debut con Francia.
En el Mundial jugó dos partidos en las dos puntas y apoyando un try en cada uno. Ante Georgia, en Lyon, le dio el punto bonus que necesitaba el equipo. Con Francia, en el Parque de los Príncipes, remató una jugada sensacional, sellando el tercer puesto. Son los recuerdos de Federico Martín Aramburú que seguirán vivos por siempre.
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