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Federico Martín Aramburú: el homenaje que recibió en su memoria en Francia, a un año de su asesinato
En pleno corazón de París, la madre del exrugbier pronunció este domingo un emocionante alegato
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PARIS – “Todos los extremismos son un horror. Ya sean de extrema derecha, como de extrema izquierda o de fanatismo religioso”… Con esas palabras, Cecilia Martín Aramburú, comenzó este domingo su alegato contra los asesinos de su hijo hace exactamente un año en pleno corazón de París. Los principales culpables, ambos militantes de extrema derecha, le dispararon a quemarropa, diez veces, llevados justamente por el odio.
Desafiando el frío y una persistente lluvia, fueron numerosos quienes se dieron cita en el 144 del boulevard Saint-Germain, para asistir al acto recordatorio de la insensata muerte del ex rugbier Federico Martín Aramburú, organizado por la alcaldía de París. Pero, sobre todo, vinieron a escuchar las palabras de una madre inconsolable, que ha decidido mantener viva la memoria de su hijo denunciando sin concesiones el extremismo, en este caso de extrema derecha, que segó la vida de su hijo, y las tentaculares protecciones con las cuales suelen beneficiarse sus militantes en todas partes del mundo.
“Al principio no quería volver a Francia. En el fondo, me decía que ya había perdido todo. Pero después pensé que era mi obligación denunciar el odio y el racismo. En los asesinos de mi hijo son profundos, que una vez detenidos, hasta se negaron a declarar ante una jueza de instrucción, porque era mujer”, relató Cecilia Martín Aramburu a La Nación después de su intervención.
Con valentía y con entereza, entrecortadas por silencios de intensa emoción, la madre de “Fede” —como lo llaman todos— recordó los años siniestros de Argentina, “cuando la vida no valía nada”.
“Francia está a años luz de aquel país. Aquí funcionan las instituciones, y sobre todo la justicia. Pero, ¡cuidado! Porque los tiempos, los lugares y las sociedades pueden ser distintos pero el fascismo siempre es igual: odia igual y actúa igual”, advirtió en una clara alusión al avance de los partidos de extrema derecha franceses.
El drama que terminó con la vida de Federico Martín Aramburú en la noche del 19 de marzo de 2021 —probablemente como todos los dramas— fue una sucesión de desgraciadas coincidencias. Esa madrugada, después de haber asistido a la final de la Copa de las Seis Naciones entre Francia e Inglaterra, el ex internacional de rugby argentino, de 1,92m de estatura, casado y padre de tres hijos, residente en la ciudad francesa de Biarritz, se hallaba sentado en el bar Le Mabillon en el exclusivo Barrio Latino de la capital francesa junto a su amigo y socio, Shaun Hegarty, neozelandés de 38 años.
Allí asistieron a un altercado entre tres personas sentadas en una mesa, que agredieron verbalmente a un extranjero que les pidió fuego para su cigarrillo.
Al acercarse para decirles que esa no era forma de hablar a la gente, Federico Martín Aramburú recibió a su vez otra salva de propósitos racistas. Sin embargo, fue una simple capucha la que desencadenó la ira asesina de Loïk Le Priol.
Para quienes lo conocen, Loïk Le Priol es una suerte de monstruo que disfruta con el sufrimiento. Un siniestro personaje de la nebulosa ideológica extremista, ex comando militar de marina, varias veces procesado y encarcelado por hechos de violencia, y tristemente conocido por ser un miembro activo del GUD (Grupo Unión Defensa), una agrupación neofascista de extrema derecha. En enero de 2021, fue juzgado por “violencias agravadas” cometidas en reunión, un hecho asimilado a una “sesión de tortura” infligida a un ex miembro de su grupo.
Por ese hecho y por haber violado su libertad condicional portando un arma aquella noche fatal junto a su cómplice Romain Bouvier —también enjuiciado por la misma causa—, Le Priol se encuentra actualmente purgando una pena firme de cinco años, en espera del juicio por asesinato de Martín Aramburú, que probablemente concluya con una sentencia a cadena perpetua para ambos.
Mucho se habló de que, además de la prohibición de juntarse y de portar armas, Le Priol y Bouvier tenían prohibido circular por París. Según Christophe Cariou-Martin, abogado de Shaun Hegarty, esa obligación había sido anulada en octubre de 2021.
La capucha en cuestión era la del sweat-shirt que Le Priol vestía esa noche, y con la que Federico Martín Aramburú, de un tirón, lo hizo caer al suelo, provocando de inmediato un enfrentamiento entre ambas mesas. Todo se calmó con la intervención del servicio de orden aunque, una vez en el exterior, la pelea continuó, ruda y a puñetazos.
Separados nuevamente, Aramburu y Hegarty partieron rumbo al hotel. Debían encontrarse con sus clientes a las 9h00 de la mañana, pero antes se detuvieron en el hotel Welcome, que se encuentra de paso: estaban lastimados y necesitaban hielo para desinflamar los hematomas.
Al salir, los esperaba un 4x4 con dos personas en el interior. La conductora, Lison Rochemir, que hoy se encuentra procesada, estudiante en nutrición de 24 años, compañera sentimental de Loik Le Priol, y Romain Bouvier. Le Priol llegó a pie, al mismo tiempo. Armado, enceguecido por la ira, había salido corriendo desde Le Mabillon decidido a matar.
“Los disparos que mataron a Federico fueron diez. No seis, como se creyó al principio”, dijo ayer a La Nación el abogado de la familia Yann Le Bras. “Seis Le Priol y cuatro Bouvier”, precisó.
Uno de los proyectiles tocó la columna vertebral, otro el cuello, un tercero entró en el muslo y un cuarto le atravesó el costado izquierdo. El argentino se desmoronó frente al negocio Geox, mientras sus agresores se desbandaron en varias direcciones.
“Llamá a la policía. Me voy a morir…”, atinó a pedirle a su amigo Shaun. Cuando los servicios de urgencia llegaron minutos después, ya era demasiado tarde.
Consciente de lo que le esperaba, Le Priol dejó esa noche Francia. Fue detenido en Hungría, cuando pretendía llegar a Ucrania para incorporarse —aseguró— a las brigadas internacionales que luchan contra la invasión de Rusia. Poco después fue extraditado por Budapest a París.
El 23 de marzo, Romain Bouvier fue detenido a su vez por la policía en la ciudad de Sablé-sur-Sarthe, en el centro de Francia. En su casa, las fuerzas del orden hallaron un auténtico arsenal.
Para Cecilia Aramburú y sus abogados, es difícil creer que ambos militantes de extrema derecha, uno de ellos en libertad condicional, pudieran moverse con esa impunidad sin contar con algún tipo de complicidad política o de algunos sectores de las fuerzas de seguridad.
“Este asesinato no es un hecho banal. Sus autores eran conocidos de los servicios especializados por haber cometido crímenes de una extrema violencia. Esto permite interrogarse sobre la reacción del Estado. O más bien la ausencia de reacción frente a esta nueva amenaza de tipo terrorista. Desde ese punto de vista, la muerte de Federico es una verdadera cuestión social, de envergadura nacional”, dice Yann Le Bras, para quien, el proceso judicial se desarrolla “según un calendario clásico”.
“Probablemente concluya a fines de 2023, con un juicio en 2024″, precisa.
Le Bras y Cariou-Martin coinciden: la muerte de Federico Martin Aramburu tiene por esa razón una auténtica dimensión política. Y el mensaje no puede ser más claro en dirección del partido Reunión Nacional (ex Frente Nacional de Marine Le Pen, masivamente presente en el Parlamento francés), pero también hacia todo el espectro político del país.
“Condenar públicamente el uso de la violencia armada que terminó con la vida de Federico no es interferir en un proceso judicial. Es expresar el apego de los políticos que nos dirigen a los principios democráticos. No comprenderlo, no actuar, es un peligro”, precisa Christophe Cariou-Martin.
Eso fue exactamente lo que hizo en su breve, pero emotiva intervención el embajador argentino en Francia. Tras recordar las cualidades del ex internacional de rugby, “símbolo perfecto de los lazos de amistad que existen entre Francia y Argentina” y solidarizarse con su familia, Leonardo Costantino, subrayó “la condena del Estado argentino a ese acto de violencia extrema contra un compatriota, que también tenía la ciudadanía francesa”.
Más allá de las eventuales “simpatías” prodigadas por sectores de extrema derecha, identitarios y racistas, hay otras razones de orden práctico, que pueden explicar, en parte, por qué Le Priol y Bouvier circulaban libres y armados con toda impunidad.
“Le Priol estaba identificado, fichado por policía, pero en Francia no estamos en un régimen de justicia preventiva. Puede haber habido una falta de acompañamiento. Pero es lo mismo en muchos otros casos, debido a una falta de medios de la justicia, que hace mucho tiempo denuncian los magistrados y los abogados”, explicó Christophe Cariou-Martin, el abogado de Shaun Hegarty hace unos meses.
En efecto, Loik Le Priol y Bouvier fueron juzgados en junio de 2022 por los actos de torturas cometidos en 2015. “Seis años después. Eso no es culpa de los magistrados, sino de la insuficiencia de los medios de que disponen”, precisó.
El 22 de abril del año pasado, un hombre de unos 30 años sospechado de haber ayudado a escapar a Romain Bouvier fue colocado bajo control judicial. El 13 de diciembre de 2022, después de varios meses de detención provisoria y siempre acusada de “complicidad de asesinato”, Lyson Rochemir fue puesta en libertad condicional, por falta de antecedentes.
Según fuentes judiciales, Le Priol niega el carácter premeditado de su acto y argumenta que las imágenes de video-vigilancia ratifican su defensa. Ahora, los expertos psiquiátricos deberán corroborar si el estado mental de Le Priol estaba o no alterado en ese momento, como él mismo lo afirma.
Ayer, en el estadio de Francia, en ocasión del partido entre Francia y Gales, el mundo del rugby recordó a “Fede” con un minuto de silencio y una larga ovación. La placa conmemorativa develada este domingo en París no será instalada hasta que termine el juicio a los asesinos de Federico Martin Aramburu. Desde hace un año, sus cenizas reposan en Francia y en Argentina: los dos países a los que había entregado su corazón.
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