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Entrevista con Juan Imhoff, el hombre try: “Jugar en los Pumas sigue siendo un sueño todos los días de mi vida”
El wing de Racing 92 habla de su vida en el club francés, los problemas personales que lo tuvieron a maltraer y la ilusión de volver a estar en el seleccionado y jugar otro Mundial
- 17 minutos de lectura'
Decir Racing 92 es decir Juan Imhoff. Es uno de los símbolos de la historia del club, el máximo tryman y un baluarte de la transformación de los últimos años. Fue decisivo en el título de Top 14 logrado por el club de París en 2016 y en las tres finales de Champions Cup alcanzadas. Llegó en 2011, luego del Mundial de Nueva Zelanda, y hace unas semanas renovó su contrato hasta 2024, lo que lo convertirá en el Puma con más temporadas consecutivas en un club de elite. Con 33 años, sigue siendo un referente del rugby nacional, con una debilidad por la camiseta de la selección y también por la de Duendes, su club de origen. En una charla con LA NACION habló de muchos aspectos de su carrera, las asperezas con el presidente de su club, situaciones personales delicadas que le tocó afrontar y lo que sueña con los Pumas.
–¿Cuánto de lo que te pasó te imaginabas cuando llegaste a París en 2011?
–Yo me imaginaba hacer toda una carrera en un club, algo que a veces no se puede elegir. Tuve la suerte de poder elegir el club en el que quería jugar. Es parte de mi vida y no me pude imaginar que fuera a ser algo tan groso. Todo lo que creamos con mi familia es inimaginable.
–¿Cómo viviste la transformación de Racing desde tu llegada?
–Me vino bien esta búsqueda de identidad del club. El club estaba jugando en División de Honor, que era rugby amateur. Cuando Jacky Lorenzetti decidió agarrarlo en 2006 puso dinero e hizo profesional el rugby. Se separó de lo que era el Racing de París. Fue en busca de una identidad con un proyecto muy ambicioso. Yo caí justo en un momento en el que las cosas se daban para crecer con el club. Escribir la historia con esta entidad era una presión enorme, sobre todo conociendo lo que son los grandes inversores en el profesionalismo: si todo va bien, buenísimo. Si no me gusta, lo tiro y pruebo uno nuevo.
–¿Te sorprendió algo en tu llegada?
–Yo vengo de Duendes, donde hicimos un club hermoso y muy lindo. Cuando llegué a Racing las instalaciones no me parecían malas, pero tampoco eran la gran cosa. Dije ‘¿esto es el profesionalismo?’ Me esperaba otra cosa. Había conocido Pensacola con los Pumas y me esperaba algo así. Cuando llegué me pareció un club familiar. Un club chico, en las afueras de París. Había un laburo para hacer y me simpatizaba.
–¿Cúanto influyó que hubiera jugadores argentinos?
–Los argentinos que estaban ahí me hicieron sentir en casa desde el primer día que llegué. Álvaro Galindo era como el padre, estaba con su familia. También Juan Pablo Orlandi, que estaba soltero. Teníamos un grupo muy lindo. Y estaba mi admiración a Juan Martín Hernández. La forma como me trató hizo que para mí el rugby profesional empezara de una manera diferente a la que todos esperan. Tenía uno de los mejores jugadores del mundo que me había puesto bajo su ala y me brindó las mejores condiciones para que yo sea el mejor jugador de rugby que pudiera. Hoy es como un hermano. Muchas veces me salió decirle ‘gracias’ de la nada y nunca cambió su respuesta, siempre fue la misma: ‘No me tenés que agradecer nada, yo lo hice desde el corazón y espero que algún día vos puedas hacer lo mismo que yo hice con vos con alguna otra persona’. Fui un privilegiado y la elección del club fue en parte porque estaban ellos.
Un problema inesperado con el club
El rosarino lleva una notable cifra de 221 partidos y 100 tries en Racing 92. También salió campeón del Super Sevens en 2020, una competencia de juego reducido. A pesar de sus laureles y su trayectoria, tuvo problemas para renovar su contrato. Durante el diálogo con la nacion confesó lo difícil que fue resolver su futuro, las largas charlas y las trabas que le puso su único club profesional. Algo impensado para un jugador de su talla.
“Este tema se remonta a dos años atrás. Después del Covid-19 nosotros retomamos la Copa de Europa y yo estaba con muchos minutos de juego y en un gran nivel, luego de la frustración del Mundial de Japón del que no participé. Terminamos perdiendo una final de Europa contra Exeter que fue muy frustrante para el club y también en lo personal. Fue un golpe muy duro porque son esos partidos que los jugás diez veces y lo ganás nueve… Yo venía con esta cosa del Covid en la cabeza y empecé a disfrutar el rugby de otra manera, sabiendo que la gente no podía salir de la casa y nosotros teníamos esta posibilidad de darle espectáculo para seguir viviendo emociones. Yo pensaba mucho en mi familia en Argentina, que a 13.000 km estaban viviendo emociones inigualables en un momento de crisis mundial”, empezó a explicar el formado en Duendes de Rosario.
El regreso a los Pumas, con sinsabores
Unos meses más tarde llegaría uno de sus momentos más esperados: su vuelta a los Pumas, luego de cinco años de ausencia. Ahí vivió las dos caras: la alegría por el triunfo histórico frente a los All Blacks (2020) que se dio justo en su retorno y la tristeza de una lesión que empezó a complicar su futuro.
“Me agarró Covid y después me llega el llamado a los Pumas que para mi fue algo increíble, no me lo esperaba. Todo este tiempo, todo el esfuerzo que hice y estaba la oportunidad. Tuve una charla con el Tano Loffreda y ni lo pensé, estaba feliz de la vida y me fui. Viajé a Australia y con el club estaba todo bárbaro hasta que me lesioné. Ahí me empiezan a llamar por teléfono y me decían ‘¿Qué pasa, por qué no volvés?’. Yo les dije que me había desgarrado y me respondieron ‘Si nunca te desgarraste en tu vida, ¿cómo te vas a desgarrar ahora?’. Volví y sentí una relación extraña con el club. Empezaron estas dudas como de “traición”, de que me fui a jugar con los Pumas y los dejé. Mi relación con el presidente empezó a raspar. Después de los Pumas yo le agradecí por esto que había vivido y él me dijo que estaba descontento con esta situación, porque no lo había pactado de esta manera. A mí me quedaba un año más de contrato”.
Un obsesivo del entrenamiento
Más allá de lo estrictamente rugbístico, Imhoff empezó a perder continuidad y motivación fuera de la cancha. En la temporada 2020/2021 completó sólo 13 encuentros con su club, una cifra baja para un jugador que suele jugar casi siempre. “Yo tuve un problema personal muy grande (NdR: se excusó de hablar del tema), fue una situación muy difícil que hizo que el rugby pasara a un segundo plano. No tenía la cabeza en el rugby, mi cabeza estaba en acompañar a mi mujer, estar con mi hijo, tratar de superarlo psicológicamente. Pasé por una situación muy difícil. Yo le decía al entrenador: ‘No estoy para jugar, estoy con la cabeza en otro lado’. Jugué unos octavos de final de Champions Cup porque me pidieron que jugara y fue un error. Entrando a fin de temporada estaba muy molesto con esta situación, no le encontraba respuestas. En julio volvió el llamado a los Pumas y yo fui. Y me di cuenta de que me pasaba lo mismo. Estaba buscando respuestas por este problema familiar que tuve y no las encontraba. No pude expresarme ni un poquito como soy durante la ventana de julio, porque no estaba 100% mentalmente. Estuve con muchos ataques de pánico, con problemas de palpitaciones. Fueron momentos muy difíciles.
“Pero cuando detecté el problema empecé a tratarlo para adentro en mi cabeza. En el verano me di cuenta de que cuando estuve más cerca de mi familia y mi hijo me empecé a sentir mejor. Necesitaba estar cerca de ellos y tranquilo. Cuando me acomodé y me di cuenta de que mi prioridad es el bienestar de mi familia, fui a hablar con el club, porque me quedaba un año de contrato. Ellos, viendo el año que había tenido, que tenía 33 años y había sufrido varias lesiones el año anterior, no estaban muy seguros. Yo entendí que era un momento de mi vida que tenía que pasarlo. En el club no lo entendieron muy bien, se pensaron que era el principio del fin.
–¿Vos le planteaste al club lo que te pasó?
–No, porque soy muy especial… no lo planteo por una cuestión de que odio poner excusas. Odio decir que no juego bien o me lesiono por algo. Para mi todo tiene un porqué y para ser mejor uno tiene que saber detectar el porqué. Me dijeron que lo mío no era prioridad, que lo iban a ver más adelante. Pasaron un par de meses y nada. Arranqué la temporada jugando bien y voy a verlos de vuelta para saber qué querían hacer. Hay algo que yo sentía que no me decían. Siguieron pasando los meses y me inquietaba. Ya llegábamos a fin de año y en noviembre les planteé qué iban a hacer conmigo, porque yo tenía una familia. Ahí el director deportivo y el entrenador me dijeron que la relación con el presidente no era la mejor, que la tenía que reparar. También que estaban buscando otros puestos y que no me iban a hacer una propuesta. Me enojé... Les dije que ellos no sabían el amor que yo tenía por ese club y que ninguno de los que estaba sentado en esa mesa querían tanto al club como yo. La única respuesta que tenía yo estaba en la cancha y les dije que si estaba o no estaba al año siguiente iba a seguir siendo fanático del club y lo iba a seguir amando.
–¿Y cuál fue el desenlace?
–Una semana antes de empezar la Champions me junté con el presidente Lorenzetti cara a cara. Me dijo: ‘Por todos los momentos que vivimos juntos, no podemos terminar así. Es momento de que reparemos esta relación y que terminemos de la mejor manera’. Le respondí: ‘Muchas gracias, no sabés lo bien que me hace esto. Me acabo de sacar una mochila a la cual yo no estoy acostumbrado. Yo cargo mucha presión en mi vida con respecto al rugby y amo ponerme presión, pero la presión humana no la soporto. Que vos me digas que hay una persona que no me quiere o que hay algo más como persona, no me gusta. Te agradezco porque me sacas una mochila muy grande’ y me dice: ‘No te estoy diciendo que te voy a hacer una propuesta. Te estoy diciendo que ahora te miro con otros ojos y que si jugás bien o hacés algún try el fin de semana por ahí llegamos a renovar’.
–Ahí hiciste dos tries…
–Así es, hice dos y arrancó un proceso nuevo en el cual, si bien no tenía oferta para renovar, yo tenía otra mentalidad. Empecé a disfrutar de mi rugby. Pasaban los partidos, jugaba bien y empecé con una falsa arrogancia. A veces decimos que, si uno no se defiende a uno mismo en el profesionalismo, te comen. Yo les decía: ‘¿Ustedes se pensaban que la edad es un problema o un impedimento? Hace 11 años que estoy acá, pero hace no sé cuántos años de mi vida vengo prohibiéndome cosas, vengo haciendo esfuerzos y creo que es el momento que empiecen a pagar’. Ahí empezamos a tener esa relación positiva con el club y hace un mes y medio me dijeron que querían que me quedara. Les respondí que no se necesitaba hablar más de nada. Sin haber discutido del contrato, de lo económico, estábamos contentos con mi familia porque después de tanta tristeza y dolor vimos la luz y estamos donde queremos.
–¿Cómo vivió la gente de Racing esto de que no te querían renovar?
–Nosotros nos reíamos con los otros jugadores. Los hinchas hicieron una petición para que me quedara en el club. Hubo partidos en el que cantaban “Imhoff, Imhoff”, y yo no hice nada bueno. El acercamiento con la gente… Para mi el club no es llegar, entrenarme e irme. Para mí es llegar, saludar a la gente de las oficinas, tomarme un café con el que limpia. Así lo vivo. Toda la gente se mostró con cariño, que fue lo que más me emocionó en este proceso difícil.
–¿Escuchaste otras ofertas?
–En un momento pensábamos si no era el momento de volvernos, de buscar otra cosa. Por ahí la vida nos estaba diciendo algo como familia. Quizás había que salir de la zona de confort, algo diferente. Pero desde el día que conocí a mi mujer, ella sabe que esta es mi ciudad, mi club y que era difícil vernos afuera. Yo no tengo agente, pero hablé con algunos entrenadores a los cuales les agradecí mucho por la forma como me trataron. Mi respuesta siempre fue la misma: si yo puedo quedarme en Racing 92, me quedo. Y si no se daba, iba a encontrar el mejor proyecto posible.
–Firmaste por dos temporadas, algo difícil a tu edad.
–Firmé dos años porque hace 11 que estoy acá y sé lo que tengo que hacer y sobre todo lo que no tengo que hacer para mantenerme a este nivel. En el club se ríen y me dicen ‘vas a jugar hasta los 40′. La idea de firmar por dos es porque yo no creo que esté para jugar sólo un año más. Mi cuerpo y mi cabeza ahora están bien y quería estos dos años para seguir progresando. Con dos años no tengo que pensar el año que viene en la renovación y me sigo llenando de conocimientos y trato de mejorar mi juego. Ese es el esfuerzo que yo tengo que hacer a esta edad y que lo sé muy bien. No puedo tener la vida de un pibe de 20, no puedo disfrutar de las cosas que hace otra gente, pero es mi carrera: la arranqué escribiéndola así y voy a terminarla de la misma manera. No tengo porqué cambiarla. Por la manera como me tomo el rugby ellos saben que no tiraron la moneda para arriba firmando dos años.
–¿Tu carrera va a terminar en Racing?
–Seguramente, mi único club profesional. Obviamente sigo peleando por ese deseo de volver a jugar a Duendes, que es mi sueño. Pero ahora estoy muy tranquilo. Es día a día. Es más, diría hora a hora. A veces el objetivo es ser el que corre más en un entrenamiento, ese tipo de cosas. La meta puede ser no comer nada que tenga azúcar por un día. Objetivos que te hacen mejorar a cierta edad.
–¿En estos sueños, en que lugar están los Pumas?
–Antes, era una frustración estar o no estar. Con la evolución me doy cuenta de que estar es una consecuencia del estado. Si voy a estar en los Pumas por lo que hice antes, no me interesa. Si voy a estar por lo que soy hoy y por lo que puedo dar, sigue siendo un sueño todos los días de mi vida. Cada vez que sale una lista se me siguen despertando esos nervios, esa ansiedad que a veces, a cierta edad, no la tenés en todos los partidos. Si me toca estar por lo que todavía puedo dar, voy a estar feliz de la vida. Estoy en el buen camino.
–¿Cómo viviste la salida de Mario Ledesma?
–Me llamó la atención por el momento, había todo un proyecto hacia el Mundial. Yo compartí poco en el proceso de Mario. Me convocó a los Pumas y soy respetuoso con esas cosas. A la gente que está en ese lugar hay que respetarla muchísimo. Es un colega de trabajo y que haya tenido que dejar su puesto no está bueno. Es una situación bizarra, pero, ¿cuántas veces Argentina tuvo que estar en el suelo para levantarse de nuevo? Así que quien te dice, y que el mismo Mario quizá lo pensó, de que era lo mejor para el equipo y termina siéndolo. Igual no estuve tanto en contacto para saber el trasfondo de la situación.
Juan Imhoff es un animal del try. Tiene un instinto y un olfato que pocos wingers ostentan. Su búsqueda constante, su inteligencia para saber posicionarse y su desequilibrio lo convierten en un jugador de elite. Su ética de trabajo y profesionalismo hacen que a los 33 años mantenga su velocidad y aceleración, algo clave para competir con los más jóvenes. En febrero se convirtió en el primer jugador de la historia de Racing 92 en alcanzar 100 tries. Sólo Vincent Clerc (Toulouse), Aurélien Rougerie (Clermont), Maxime Médard (Toulouse), Napolioni Nalaga (Clermont) y Julien Arias (Stade Français) habían llegado a esa notable cifra en sus clubes. Además, con 32 conquistas está cuarto en la tabla de la Champions Cup, a sólo ocho de Chris Ashton, el tryman histórico.
–¿Seguís números y estadísticas o estás al margen?
–Las tenía al margen, pero no puedo mentir: tengo a mi hermano Pedro que sabe hasta en qué minuto hago los tries. Los dos disfrutamos de eso juntos. Él se enoja con Simon Zebo, que es un amigo mío. Se enoja cuando hace un try porque me pasa en la lista de la Champions. Hoy lo tengo más consciente. Hay que vivirlo como es. ¿Esos números son para analizar? Son anécdotas, son una página en la historia.
–El mes pasado alcanzaste los 100 tries en el club.
–No pienso en 100 tries, son 100 números. Escribís 100 y listo. Yo lo tomo como que son 100 historias diferentes. 100 veces que mi viejo se levantó del sillón para festejar. 100 anécdotas diferentes en momentos lindos o momentos difíciles en mi carrera, que están ligados a un club. Hoy todo se maneja con números, pero mi rugby no tiene nada que ver con números. Lo que a mi me gusta es arriesgar y jugar, porque en definitiva es un juego.
–¿Cómo fue el día que llegaste a esa cifra? ¿Te tomó por sorpresa?
–Me habían preparado una sorpresa en Racing, pero la semana anterior me anularon un try contra Brive, pero pusieron en la pantalla lo de los 100 tries. Estaban todos expectantes sobre lo que iba a pasar… Pasó y fue increíble. Ahora me dicen ‘a buscar los 150′. Es una bola que el deportista profesional no se da cuenta. Vivimos en un círculo vicioso que no podés disfrutar lo que hiciste porque ya estás pensando en lo que viene. Cuando me retire me encantaría hacer un repaso de mi carrera y disfrutar de cada momento como tal, lo que no pude hacer ahora.
–¿Te gustaría algún día ver esa camiseta 11 colgada en un rincón del club?
–Creo mucho en las huellas y soy muy de lo visual. En Racing hay un banderín de Duendes colgado en la sala donde comemos. Cuando nos hacemos chistes unos con otros, yo les digo: ‘Mirá el banderín, eso es Duendes. Eso está colgado acá, en Racing 92′. Duendes marca un momento en la historia de Racing 92. Cuando renové, una de las fotos que puso Racing para el anuncio es una con la camiseta de Duendes. Eso lo hago porque yo también crecí viendo en Duendes las camisetas de gente importante y uno quiere algún día ser eso. Cuando digo que el día de mañana quiero que la camiseta 11 esté colgada, que sea para eso. Que el padre que vaya con el hijo y diga: ‘Esta es la camiseta de Imhoff’, y que no diga ‘este era rápido’, sino ‘esta es la historia de Racing’.
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