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El laboratorio de los Springboks: cómo Sudáfrica revolucionó el Mundial con estrategias nuevas y cambios poco habituales
El campeón defensor ensayó variantes -algunas muy discutidas- que le permitió llegar otra vez a la definición
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PARÍS (Francia).– Al final, Sudáfrica sólo requirió del scrum y de la puntería del apertura para vencer a Inglaterra. No tuvo line-out, no tuvo juego aéreo, fue superado en la batalla de forwards y no fue puesto a prueba en defensa, las otras bases del rugby sudafricano. Detrás de esta fórmula que parece sencilla y que está alineada con un estilo histórico, no obstante, hay todo un trabajo de inteligencia que, sin salirse de su línea de juego, está revolucionando el rugby.
Con la ajustada y sufrida victoria 16-15 ante Inglaterra, los Springboks sacaron boleto para la esperada final ante Nueva Zelanda, el sábado a las 21 (16 de la Argentina) en el Stade de France, en la que se dirimirá quién es el máximo campeón, ya que los dos acumulan tres títulos. Una semifinal que se le hizo cuesta arriba merced a una gran actuación de los ingleses, que los superaron en intensidad, pero que terminaron resolviendo en buena parte por obra y gracia del novedoso enfoque que implementaron a partir de la llegada de Rassie Erasmus a la conducción. Una fórmula que incluye bancos con seis o siete forwards, estrellas entre los suplentes, juegos mentales, jugadores en posiciones no acostumbradas y no poca controversia.
Erasmus, el cerebro y los juegos mentales
El alquimista dentro del laboratorio sudafricano es Rassie Erasmus. Ex tercera línea de Cheetahs, Lions y los Springboks (34 caps), se destacó como entrenador de Western Province y en 2017 fue nombrado como director de rugby de los Springboks. Después de dos años malos con Allister Coetzee al frente del equipo, fue designado entrenador principal. Dejó de lado el cambio de estilo que había propuesto el actual head coach de Namibia, influido por el suceso de Lions en el Super Rugby, volvió a fundar el equipo sobre las bases históricas del rugby sudafricano y en dos años los llevó a la cima al consagrarse en Japón 2019. Luego dio un paso al costado y volvió a su cargo anterior, pero con incidencia directa sobre el equipo que comanda Jacques Nienaber, quien está a su lado desde hace 15 años.
Tanto como por su simpatía y afabilidad, es conocido por sus controversias. Por ejemplo, como cuando en 2021, durante la gira de los Lions por Sudáfrica, difundió un video de una hora por Twitter en el que detallaba los errores arbitrales del primero de los tres Test Matches, que le costó una suspensión de dos meses.
En otra oportunidad se puso el chaleco de aguatero para poder ingresar en el campo de juego durante el partido, lo que obligó a la World Rugby a introducir cambios en el reglamento. En el primer partido de este Mundial, ante Escocia, ya en su cabina, se lo vio emitiendo luces verdes, amarillas y rojas hacia el campo de juego, en una evidente intención de dar indicaciones a sus jugadores.
El bomb squad
En el primer partido del Rugby Championship 2021, en Port Elizabeth, Sudáfrica venció a los Pumas 32-12 con un equipo repleto de suplentes. Siete días más tarde, en el mismo escenario, se impuso 29-10 con 15 jugadores totalmente distintos, los supuestos titulares. Esta ha sido una práctica común de los Springboks en los últimos cinco años. La repiten también en la ventana de julio. El resultado: un plantel repleto de jugadores que pueden ingresar en cualquier momento sin alterar el funcionamiento del equipo.
Sudáfrica exprime esta metodología al punto de dejar a algunos de sus mejores jugadores en el banco para que tengan mayor incidencia en los momentos decisivos de los partidos, en el cierre. El caso paradigmático durante años fue el hooker Malcolm Marx, que ingresaba siempre en el entretiempo o al poco de comenzado el segundo tiempo. En este Mundial, Erasmus y cía. fueron mucho más allá: dejaron a jugadores como Faf de Klerk y Handré Pollard entre los suplentes ante Francia e Inglaterra. El sábado, Pollard ingresó a los 30 minutos de juego y De Klerk a los 42. En 50 minutos habían cambiado al octavo, al medio-scrum, al apertura, al fullback, a la figura del partido anterior (Etzebeth) y al capitán. En Sudáfrica, los suplentes recibieron el mote de “bomb squad” (escuadrón explosivo).
“Lo importante es que es un plantel de 33 jugadores y todos tienen un rol o responsabilidad. El hecho de que el bomb squad entre al campo de juego es porque los jugadores que comenzaron ya sentaron las bases, y eso es lo que la gente no ve. Ven el rendimiento de los jugadores que ingresan, pero no saben cuánto agotaron al equipo al que se enfrentan los titulares”, explicó Nienaber tras el partido del sábado. “Es algo de lo que hablamos con los jugadores y ellos entienden cómo funciona. No tenemos un equipo A y un equipo B, no operamos de esa forma”.
Aunque no lo aplicó en las instancias decisivas, Sudáfrica es el equipo que más echa mano de tener un banco de suplentes con seis forwards y dos backs. Lo hizo Argentina con Inglaterra y lo hizo Francia contra los propios Springboks. Ante Irlanda en la primera rueda, fueron más allá y dispusieron siete forwards y un back. En todos los casos, el equipo que se salió del tradicional esquema 5-3 perdió.
En el Stade de France, el suplente que más se destacó fue el pilar izquierdo Retshegofaditswe ‘Tshego’ Nché, apodado Ox, que en inglés significa buey. Su ingreso a los ocho minutos del segundo tiempo le cambió la cara al scrum sudafricano y, en consecuencia, al partido. Aunque el último penal, el decisivo, se lo cobraron a Ellis Genge (pese a la polémica, la repetición confirma que apoyó una rodilla en el suelo), del lado de Vincent Koch, el daño comenzó con el ingreso del jugador de Sharks.
“Teníamos un plan, sabíamos lo que queríamos lograr. Nuestro enfoque estaba puesto en sobrevivir a la presión que pone Inglaterra y conseguir un penal en cada scrum, si podemos”, dijo Nché. “No estábamos en sintonía en el primer tiempo, no estábamos jugando unidos y no estábamos tratando de cumplir nuestra misión. En el entretiempo el mensaje fue tener un objetivo: trabajar unidos y mantenernos unidos. Esa fue la diferencia”.
Polifuncionalidad
Cuando Malcolm Marx se lesionó y quedó afuera por el resto del Mundial tras el partido debut ante Escocia, Sudáfrica lo reemplazó con el apertura Handré Pollard, que había quedado afuera de la convocatoria inicial por no haberse recuperado a tiempo de una lesión en la pantorrilla. Recién había vuelto a la acción tras una larga inactividad esa semana, en su club Leicester. Como alternativas para el puesto de hooker, con Bongi Mbonambi como único remanente, aparecen dos terceras líneas que pueden cumplir ambas funciones: Deon Fourie y Marco van Sataden. Fourie fue hooker titular ante Tonga, pero ante Inglaterra jugó los 30 minutos como ala.
Si Mbonambi es suspendido por sus expresiones racistas, Nienaber deberá volver a apelar a la combinación que utilizó contra Tonga, pero con los All Blacks enfrente y con la Webb Ellis Cup en juego.
A lo largo del certamen también utilizaron al medio-scrum Grant Williams como wing (llevaron cuatro medio-scrums), al wing Canan Moodie como segundo centro (luego de la lesión de Lukhanyo Am, que como Pollard fue convocado con el certamen iniciado en lugar de Makazole Mapimpi, aunque todavía no vio acción) y a De Klerk como pateador. El segunda línea Franco Mostert supo alternar como ala.
Innovación
El sábado, ante Inglaterra, Sudáfrica repitió una táctica que le había dado réditos ante Francia. Ante el pedido de mark en una recepción aérea dentro de sus propios 22 metros, pidieron scrum. En el partido de cuartos de final obtuvieron un penal, el único ganado en un scrum en ese partido, y lograron salir del asedio francés. El sábado no consiguieron una penalidad, pero sí fue un scrum que fue para adelante y, tras utilizar el pie, recuperaron la pelota y generaron el ataque más peligroso de todo el partido, cuando perdían por 15-6: buen rastrón de Cheslin Kolbe para romper la defensa, mala resolución de Willie le Roux, que no se la pudo llevar con el pie (se le fue larga detrás del in-goal).
El primer quiebre, en un partido en que no hubo muchos, se produjo a los 25 del primer tiempo, cuando el otro wing, Kurt-Lee Arendse se coló por el medio del line-out, asistido por el saltador. Otra jugada novedosa.
Los dos wings han probado ser armas letales para los sudafricanos. Tanto Kolbe (1,71m, 71kg) como Arendse (1,80m, 76kg) son infalibles en el juego aéreo, pese a su baja estatura y letales para las defensas rivales. Dos jugadores que rompen el molde del prototípico jugador sudafricano, y aun de la tendencia mundial de priorizar jugadores de gran porte.
Hay un aspecto más, que tiene que ver con lo humano: el espíritu de equipo, la hermandad entre los jugadores, el compromiso de jugar por una nación. En materia táctica y estratégica, siguen afirmándose sobre sus fortalezas históricas, lo que no les impide ser los más innovadores del rugby actual.
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