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David Kidwell, el maorí que entrena defensivamente a los Pumas y que ya es un argentino más
Nacido en Nueva Zelanda y hombre de confianza de Michael Cheika, confía en que se puede dar el batacazo
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PARÍS.– Entre los miles de hinchas que el viernes apoyarán a los Pumas en el Stade de France habrá un neozelandés. Pero no estará en las tribunas, sino en la cabina del staff técnico de los Pumas. David Kidwell es un maorí de pura cepa, pero en la semifinal de Francia 2023 será un argentino más. Después de un año y medio de convivir con el plantel, ya es un fanático del asado y hasta se anima a algunas palabras en castellano.
“Vengo a ser campeón del mundo”, afirmó Kidwell cuando fue oficializado como entrenador de defensa del seleccionado argentino en mayo del año pasado. Por aventurada que haya sonado esa expresión, hoy está a dos partidos de que se hagan realidad. El primer paso será nada menos que ante su país natal, el viernes a las 21 en el Stade de France (16 hora argentina).
“Quiero ayudar a poner a los Pumas entre los cuatro primeros del ranking. Soy un ganador. Esa es mi mentalidad. Tengo estándares altos. Voy a llevar a los jugadores a un lugar incómodo. Fue una decisión difícil: tengo que aprender un idioma nuevo, adaptarme a una cultura diferente, pero estoy muy contento”, dijo a modo de presentación.
Kidwell, de 46 años, llegó a los Pumas de la mano de Michael Cheika. Cuando asumió el mando del seleccionado a principios de 2022, el australiano lo incorporó como entrenador de defensa, aunque no tanto para la parte estratégica como para las destrezas a la hora de tacklear. Paradójicamente, se trata de su primera experiencia en el rugby de 15 hombres, ya que desarrolló su carrera en el rugby league.
Con su tamaño (1,89m y más de 100kg) y sus inconfundibles rasgos maoríes, Kidwell no pasa inadvertido con el jogging y buzo celestes, el uniforme oficial de los Pumas. Pero su constante sonrisa amplia lo convierten en uno más del equipo.
“Me siento muy bien. Amo los asados, disfruto esos momentos. Los jugadores han sido muy accesibles y por suerte tenemos un muy buen grupo de entrenadores que me han ayudado”, dijo en conferencia de prensa. “Éste es mi primer Mundial y estoy disfrutando el espíritu de los partidos de eliminación y la gente en las tribunas en los partidos.”
En estos meses que lleva con los Pumas, Kidwell ya sabe lo que es enfrentarse a los All Blacks. En la primera oportunidad, en Christchurch, su tierra natal, fue partícipe de la primera victoria argentina ante Nueva Zelanda como visitante. Después sobrevinieron dos derrotas, pero como en cada oportunidad dejará atrás sus raíces y hará todo lo que esté a su alcance por un triunfo de los Pumas.
“Voy a ser un argentino más”, había dicho Kidwell en la previa de la victoria en Christchurch. “Estoy orgulloso de mi herencia, pero en el mundo del deporte, es trabajo, y a muchos entrenadores les toca dirigir en contra de su propio país. Soy kiwi, maorí de corazón, y ahí es donde mi corazón siempre va a estar. Pero en este partido voy a ser argnetino”.
El sentimiento se profundizó después de los 65 días que lleva de convivencia con el plantel, desde que partió rumbo a la preparación en Portugal, tres semanas antes del inicio del Mundial. “Estoy disfrutando mucho esta experiencia. Hace un año y medio estaba entrenando rugby league y ahora estoy en un Mundial, así que es algo impagable”, agrega.
En una charla con LA NACION, Kidwell contó que de chico jugaba tanto rugby de 15 como rugby league. Representó a Suburbs, Linwood High School y hasta integró el seleccionado M16 de Canterbury. Pero optó por la modalidad de 13 hombres, sin scrums ni lineouts, entre otras diferencias, muy popular en Australia e Inglaterra y en menor medida en otros países como Nueva Zelanda y Francia. Éste le ofrecía la posibilidad de vivir del deporte, ya que el rugby union todavía era amateur. Jugó varios años en los Hornby Panther de Christchurch hasta que en 1997 pasó a la poderosa NRL australiana, donde pasó por varios equipos e integró el seleccionado de Nueva Zelanda. Jugó hasta 2009, cuando comenzó su carrera como entrenador. Fue head coach de su seleccionado y luego entrenador asistente de Parramatta Eals. Vivía cómodamente en Sydney cuando recibió un llamado inesperado de su vecino Michael Cheika. Aunque vivían a pocas cuadras, no se conocían.
“Le comenté a un amigo en común que había trabajado con Jamie Joseph en el seleccionado japonés antes del mundial 2019 y había quedado encantado con esa experiencia”, relata Kidwell. “Me dijo que a Cheika le podía interesar y al día siguiente me llamó y tomamos un café.”
Al principio, Kidwell dudó. Estaba a mitad de temporada con su equipo y su experiencia en el rugby de 15 se limitaba a ese par de meses en Japón. Pero Cheika le dijo “te necesitamos ahora, apuntamos al Mundial”, y lo convenció. “Decidí dar un salto de fe. Era una oportunidad que podría no volver a repetirse nunca. Jugué 14 años y entrené por 13, o sea que estuve 27 años en el rugby league, y estoy agradecido. Pero éste es un nuevo desafío en mi vida y no quería arrepentirme de no haber tomado la oportunidad. La chance aprender al lado de Cheika es inmensa. Con Cheika tenemos la misma mentalidad.”
Para el rugby argentino también fue una apuesta contratar como entrenador de defensa a alguien con poca experiencia en la modalidad de 15 hombres. Kidwell enseña con sus conocimientos diversos y con su espíritu ganador, pero también se nutre del resto. “Definitivamente ha sido una curva de aprendizaje muy marcada a lo largo de estos dos años”, acepta. “Aprendí mucho y sigo aprendiendo mucho. Soy un afortunado de tener a los muchachos [lo dice en castellano] ayudándome con cuestiones de rugby. Y yo también les aporto a los chicos mi propio estilo de entrenar y trato de incorporar cosas del rugby league. Algunas cosas funcionaron, otras no. Son el tipo de discusiones que tenemos con los entrenadores y llegamos a un balance que creemos que va a funcionar y lo implementamos en materia defensiva.”
Su rol, antes que estratégico, está en las destrezas a la hora de tacklear. Allí incorporó técnicas del rugby league, pero con matices: allí los tackles suelen ser a la altura del hombro, algo que ahora se busca evitar en el rugby union ya que aumenta el riesgo de incurrir en un tackle alto y sufrir una amonestación o una expulsión.
“En rugby league se usa mucho el tackle arriba, y acá hay que tacklear más abajo. No queremos cometer penales. Tuve que adaptar mi mentalidad en ese sentido”, reconoce. “Es parte de la curva de aprendizaje. Creo que los chicos disfrutan de las sesiones de tackle que hacemos y yo me tengo que asegurar de implementarlo en el partido.”
Ante los All Blacks, los Pumas cuentan con un aliado neozelandés. En rigor de verdad, a esta altura ya es un argentino más.
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