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Hay una ley en el deporte repetida hasta el hartazgo, no importa la disciplina: los clásicos son enfrentamientos aparte. El entorno, el ambiente y las motivaciones cambian. “Son partidos distintos. Ellos estaban terceros y nosotros abajo, pero puede darse cualquier cosa”, explicó con mesura Jerónimo Solveyra, uno de los puntos altos del CASI, que llegaba al superclásico del rugby argentinos luego de seis fechas y casi dos meses sin victorias. Tenía que estar su eterno rival enfrente para encontrar una motivación, tras quedar lejos la Academia hace rato de la pelea de arriba y tampoco correr grandes riesgos de descenso. “Veníamos de perder partidos duros contra equipos no tan buenos como el SIC. El clásico era lo mejor que nos quedaba y lo que más ilusión nos causaba”, sostuvo Ignacio Larrague, un segunda línea clave para poner la pelota adelante y aportar peso al scrum.
El clásico 135, que el Club Atlético de San Isidro ganó por 29-28 en Boulogne, pasó por todos los estados de ánimo. Desde el minuto 2, cuando Juan Soares Gache madrugó a todo el CASI y asistió a Tomás Meyrelles para abrir el marcador. En el desarrollo se alternaron dominios y posesiones, pero hubo un factor que fue un patrón durante los 90 minutos que duró el encuentro: la indisciplina del SIC, un aspecto que viene siendo un dolor de cabeza en todo el 2022. En total concedió 20 penales, diez en cada tiempo. Cuatro fueron convertidos por Alejo Montes de Oca, una de las principales caras de la renovación del visitante, que se fue abajo al descanso por 14-12 por un try de maul en la última jugada conseguido por Lucas Sommer.
En la segunda etapa el CASI logró vulnerar esa defensa firme, con dobles tackles que suele proponer su rival. Un gran quiebre de Benjamín Belaga terminó con un try de Bautista Bernasconi, la figura. El hooker, que este año integró los planteles de Jaguares XV y Argentina XV, fue una fiera en ataque, en defensa y en el juego en el piso, pescando la pelota que desencadenó la secuencia de scrums del final. Más allá de los golpes que dio el SIC, con los tries de Marcos Borghi y Meyrelles, la Academia resistió. Fue más eficiente en las pelotas aéreas y en el juego territorial con el pie, un aspecto en que el local sufrió, por ser muy errático en los despejes al touch.
¡Así se vivió el instante final del partido en el banco de @CASI_OK! La Academia se quedó con el clásico 135, por 29 a 28.#MiraloEnStarPlus pic.twitter.com/n6CeeEKo8e
— ScrumRugby (@ScrumESPN) October 1, 2022
La película del clásico tuvo dramatismo hasta el final, con el scrum como protagonista. Esa formación tan decisiva en el rugby union, que San Isidro Club instaló como religión con la llegada de “Catamarca” Ocampo en 1969, esta vez fue un martirio para el anfitrión. Desde el minuto 80 hasta el 90 hubo ocho scrums y en seis el local fue sancionado. El último de ellos resultó castigado con el try-penal que desató la algarabía del CASI, que terminó jugando 14 contra 12.
“Gracias a Dios se nos dio. Sabíamos que el scrum era nuestra arma más fuerte y no bajamos los brazos. Teníamos que entrar como fuera. Me decía a mí mismo: ªMe muero acá, pero tengo que meterlos», expresó con emoción el santiagueño Hugo García, que ingresó en el segundo período como pilar derecho y fue fundamental en el scrum.
“Esto es soñado, porque sabíamos que el scrum era nuestra arma principal. Nos quedó esa chance al final y lo forzamos, estábamos convencidos de que lo ganaríamos. En el primer partido los habíamos llevado en el scrum, porque lo tenemos bien entrenado”, agregó Larrague. El capitán, Luis Briatore, sufrió desde la base del scrum cada decisión del referí Nehuén Jauri Rivero, que tuvo una situación similar en la semifinal entre el SIC e Hindú en 2021. “Cada vez que levantaba la mano el árbitro quería que cobrara try-penal, porque fuimos dominantes todo el partido. Es entendible por lo que había en juego”, sostuvo el tercera línea.
Perder un clásico en el último minuto por un scrum es un golpe para el orgullo del SIC, pero la caída de Alumni ante Buenos Aires le aseguró la clasificación para las semifinales. Le quedan dos encuentros, con San Luis y Pucará, para ajustar el juego, levantar la moral y prepararse para las definiciones, que serán en la casa de su clásico adversario.
En una temporada magra en resultados y en el juego, el CASI se sacó una espina y volvió a ganar un clásico después de tres caídas. “Es un buen empujón anímico para darnos cuenta de que si nos proponemos cosas, pueden darse. Hay que seguir trabajando. Venimos de dos años de pandemia, con muchos jóvenes. Es un proceso y no hay que abandonarlo”, explicó Briatore. Mientras, Solveyra, como en la cancha, mantiene la calma. “Esto no salva el año. Sí es hermoso ganar el clásico en cualquier momento, y esto nos pone un piso para el año que viene. Nuestro objetivo siempre es pelear arriba, y no en la mitad de la tabla”.
Los cuatro primeros se clasificarán para las semifinales. Los dos últimos descenderán.