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Bryan Habana: la leyenda sudafricana y su relación con las figuras del rugby argentino
BERLÍN.– Bryan Habana toma la pelota y corre, como en sus mejores épocas de rugbier. Pero tiene patines. Y la cancha es de hockey sobre hielo. Es una carrera contra un jugador; el arco es la meta. Llegan casi a la par, pero el ex wing se da un porrazo al frenar contra la pared. Ríe. Siempre sonríe. Parece vivir feliz. Antes, cuando brillaba con la camiseta de Springboks, y ahora.
Eso, ser feliz, es lo que quiere para los chicos. Por eso está en esta cancha: participa en un programa de la Fundación Laureus Deporte para el Bien para insuflar valores en niños y jóvenes desfavorecidos. Aquí, en un campo de deportes del noreste de la capital germana, los hay refugiados, pobres (¿hace falta aclarar que en Alemania hay muchísima menos pobreza que en la Argentina?), vulnerables de varias formas. El hockey sobre hielo los reúne desde 2003, como tantas otras iniciativas de Laureus hacen cosas similares en decenas de países. Y al igual que otros iconos del deporte internacional, como Hugo Porta, Habana comparte un rato de diversión y fotos con los pequeños y los adolescentes.
Se lo ve bastante hábil con el palo y el tejo. Y rápido, aunque seguramente ya no tiene esa velocidad que lo hizo conocido como "The Running Machine" ("La Máquina de Correr"). O "The Flying Machine" ("La Máquina de Volar"), como lo calificó un relator cuando Habana brilló en la semifinal mundialista de Francia 2007 frente a los Pumas con dos tries, rumbo a la conquista de la Copa Webb Ellis. En su deporte, el sudafricano, retirado en 2018 a los 34 años, es una leyenda. ¿Cómo dimensionarlo? Con una comparación con el fútbol: Habana maravillaba con la capacidad anotadora de Cristiano Ronaldo, la habilidad de Eden Hazard, la rapidez de Gareth Bale, la fortaleza de Sergio Ramos, y hasta los récords de Lionel Messi y la alegría de Ronaldinho. Pero sin egocentrismo, sin mala fe, sin problemas con el fisco ni con la ley. FIFA daría lo que no tiene por una gran estrella sin máculas. La disfruta el rugby.
La sufrían los argentinos, en la cancha, cuando el número 11 tenía enfrente la camiseta albiceleste. Cuando no, la disfrutaban. "El rugby sudafricano y el argentino han recorrido juntos un largo camino con una muy buena relación. Fuera de la cancha nos llevamos realmente bien", valora ante LA NACION, ahora en uno de los edificios de Mercedes-Benz (patrocinadora de Laureus) en el lado oriental de Berlín, a pocos metros del río Esprea. Se llevaban bien los planteles y se llevan bien las federaciones: Sudáfrica es quien más hizo por que la UAR integrara la Sanzar (hoy, Sanzaar por esa incorporación), lo cual redundó en Rugby Championship para los Pumas y en Súper Rugby para Jaguares.
–¿Cómo ves a los Pumas y Jaguares en la actualidad?
–Jugaron increíblemente bien para llegar a la final del Súper Rugby pero hicieron una campaña extremadamente decepcionante en el Mundial de Japón. ¿Gonzalo está en los Pumas?
–Gonzalo Quesada, en Jaguares, y Mario Ledesma, en los Pumas.
–En los Pumas, sí. Están trabajando. Obviamente, el sistema de clubes que tiene Argentina es muy diferente; mi buen amigo Juan Lobbe, Juan Fernández Lobbe, me contó. Uno esperaría que continuaran siendo fuertes. El año pasado lo que potencialmente llamamos "los Pumas" y fue Jaguares, anduvo muy bien en el Súper Rugby. Las expectativas eran muy altas, pero en un año tan largo de rugby en tan alto nivel, mantener ese rendimiento fue muy difícil. Uno esperaría que por su exposición ante los clubes top en el Súper Rugby, y ahora que han estado cierto tiempo en el Rugby Championship y han vencido a Australia y a Sudáfrica como locales y como visitantes, continuaran con ese rendimiento y que fueran mucho más exitosos en la planificación para lograr las cosas. Su futuro entusiasma.
Habana estuvo en Christurch para ver la final que Jaguares perdería contra el neozelandés Crusaders, el conjunto más fuerte del sur de planeta fuera del nivel de selccionados. Se llevó una buena impresión de la franquicia argentina. "Me parece que tuvo un buen plan; creo que tuvo la oportunidad real de ganar el partido. Si uno o dos pases y piques de pelota hubieran ido en la dirección correcta, podría haber puesto mucho más en dificultades a Crusaders. Pero llegó a una final; cuando entró a la competencia, cuatro años atrás, la gente decía "nunca será posible". Ojalá continúe así. El Súper Rugby está cambiando y nadie sabe en qué dirección va a terminar. Pero cada año va a ser un poco más duro. Y dar el salto del Súper Rugby al rugby de seleccionados no va a ser tan desafiante. Así, muchos jugadores no tienen que irse de regreso a Europa, lo cual hace muy dificultosas las cosas. Son tiempos muy interesantes", comenta.
Es respetuoso del rugby argentino. Siempre lo fue, como antes de aquella semifinal en Saint-Denis en la que, incandescente, provocó la única derrota de los Pumas de Bronce. La recuerda bien: "Fue realmente difícil. Argentina llegó tras unos partidos increíbles, habiéndole ganado a Francia el primero y habiendo superado bien a Escocia en su cuarto de final. Sabíamos que teníamos que sacar lo mejor de nosotros para ser finalistas, y yo tuve la suerte de anotar dos tries e igualar el récord de Jonah Lomu. Fue un partido muy emocionante, uno de los que más nerviosos nos tenían antes porque sabíamos cuán fuerte era el equipo argentino. Y porque muchachos como Agustín Pichot tenían una gran trayectoria en su equipo nacional y querían coronarla en París. Teníamos mucho respeto por ellos. Lamentablemente debía haber un ganador y un perdedor, y nosotros estuvimos en nuestro más alto nivel ese día. Desafortunadamente para Argentina, no se clasificó, pero venció a Francia de nuevo, por el tercer puesto, lo cual fue muy especial".
Ese récord de Lomu que alcanzó aquel día fue el de ocho tries en una Copa del Mundo. Julian Savea los igualó en Inglaterra 2015, pero Lomu y Habana conservan el de tries acumulados en mundiales, con 15. El único no neozelandés del trío empató a Lomu en esto último también en Inglaterra 2015, unos días antes de que muriera el gigantesco y disruptivo ex wing en noviembre. Son apenas un par de los logros que Habana apila en cantidad. Fue campeón mundial, jugador del año 2007 para el International Rugby Board (antecesor del actual World Rugby), campeón del Tres Naciones (por Bulls), dos veces triunfador de la Copa Currie (Bulls y Stormers), vencedor de una serie Springboks vs. British & Irish Lions, campeón del Top 14 de Francia y dos veces ganador de la Copa de Campeones Europeos (Toulon). Es el tryman histórico del seleccionado verde y amarillo, con 67 incursiones en los in-goals ajenos (en 124 actuaciones), y el segundo del mundo, con la salvedad de que se estima que el único que lo supera, el japonés Daisuke Ohata, autor de 69 (en 58 encuentros), consiguió apenas un 25% de ese total contra potencias del rugby. Y en 2016, Habana fue designado subcapitán de su equipo nacional. Todo un orgullo, que sería superado por un compañero en 2018, el año de su adiós al juego: nominado por el nuevo entrenador Rassie Erasmus, Siya Kolisi se convirtió en el primer capitán negro en los 126 años de historia de Springboks. Un hito en el seleccionado de un deporte de blancos en el país del Apartheid.
Habana exalta la historia de Kolisi, un tercera línea que creció con hambre, criado por su abuela –fallecida a sus 10 años– y huérfano cuando adolescente. Y tiene la hidalguía de considerar que los otros Springboks campeones fueron aun mejores que el suyo, que ya era un estupendo equipo. "El grupo de Japón 2019 fue increíble en lo que consiguió. Las historias de Makazole Mapimpi, Siya Kolisi, Lukhanyo Am, Tendai Mtawarira trascienden la cancha de rugby. Y viendo la euforia que se generó en Sudáfrica, viendo cómo fue recibido el equipo, viendo el advenimiento de Siya Kolisi como una superestrella deportiva global, pienso que en cierto sentido 2019 podría ser más grande que 1995 y 2007 juntos, por esas historias increíbles", sorprende. Y eso que para él las dos primeras coronaciones fueron sumamente especiales e intensas.
La segunda, obviamente, por ser protagonista. Y la primera, porque tenía 12 años y estaba en las tribunas de Ellis Park, presenciando la consagración frente a All Blacks bajo la figura unificatoria nacional de Nelson Mandela. "Yo estaba cursando el colegio cuando Springboks le ganó a Nueva Zelanda en 1995, y vi a Madiba [Mandela]. Ahí estaba yo, recibiendo una inspiración para jugar un deporte predominantemente de blancos. Vi lo que ese grupo de hombres hizo. Y con el tiempo estuve en posición de ganar la Copa del Mundo y llevarla de regreso a Sudáfrica y ver ya como jugador lo que implica... Entonces me suenan tan ciertas aquellas palabras...", evoca. ¿A qué palabras se refiere? A unas que Mandela pronunció en la primera entrega de los premios Laureus. "El deporte tiene el poder de cambiar al mundo, de unir a la gente como pocas otras cosas lo hacen", exhortó el presidente de Sudáfrica en Mónaco 2000. Habana lo certifica: "Tuve la chance de experimentarlo como hincha, como sudafricano y también como jugador. Y después, en Japón 2019, en un país donde el rugby no es ciertamente el deporte más popular, vi cómo los japoneses abrazaron el torneo, viví la atmósfera de cuando su equipo jugó con Escocia, y noté cómo el deporte tiene el poder de unir a la gente más allá de sus historias... Lo del deporte es absolutamente increíble".
Nacido en Johannesburgo, Bryan Gary Habana estuvo ligado al deporte desde su bautismo: sus nombres de pila honran a Robson y Bailey, ex fubolistas de Manchester United. "No era muy bueno al principio", pero armó una carrera de mito. En 2003 convirtió en try la primera pelota que tocó en sus 13 años como springbok, contra Inglaterra –campeón mundial vigente– y en Twickenham; un momento al que definió como el más importante de su trayectoria. En 2007 corrió una carrera contra un chita (el resultado, aun con ventaja de metros para el humano, fue el lógico) para llamar la atención sobre la caída de la especie felina a la categoría "en peligro". En 2009 se convirtió en embajador de Laureus, para crear conciencia sobre problemas infantiles y ayudar a colectar fondos. En 2018, tras batallar por más de un año contra una lesión de rodilla, anunció su adiós en las redes sociales. Con agradecimientos al por mayor, incluso a los críticos. "No para probar que estaban equivocados sino para probarme a mí mismo que podía". En 2020, "BH11" se transformó en el 69º miembro de la Academia Deportiva Mundial Laureus, un honor que lo pone a la par de grandes figuras de la historia, como Nadia Comaneci, Sergei Bubka, Boris Becker. "Hugo Porta, otro miembro de la Academia, es un ídolo. Quizás una de las personas más amorosas cuando se trata de poner manos a la obra en esto de El Deporte para el Bien", elogia Habana, cuyo nuevo estatus implica una responsabilidad aun mayor en una tarea que al cabo de 20 años ha beneficiado –asegura– a más de 6.000.000 de chicos con más de 150.000.000 de euros recaudados para asistirlos y ayudarlos a construir un buen futuro. Quizás, tan bueno como el que él tuvo.
A los 36 años, tiene casi toda una vida para seguir haciéndolo.
Pistorius, el caso de un compatriota que lo desconcierta
Oscar Pistorius fue un velocista paralímpico que llegó a competir en los Juegos Olímpicos; a los 25 años, corrió en Londres 2012 contra atletas convencionales. Al año siguiente, de madrugada y en su casa, le disparó a su novia, Reena Stenkamp, a través de la puerta de un baño. Justo en el día de san Valentín. El homicidio sacudió a Sudáfrica, y Pistorius se excusó en que había confundido a la modelo con ladrones. Hoy cumple una condena de 13 años y cinco meses en una cárcel en la que se ha vuelto un líder espiritual para otros reclusos.
Bryan Habana, otro ídolo del deporte sudafricano, continúa impactado. "Yo estaba en Francia cuando ocurrió. Conocía a Oscar; no parece real lo que sucedió. Parecía que no era cierto, que se trataba de un error, pero lamentablemente pasó, y las reglas fueron hechas para ser cumplidas. No he leído noticias en los últimos dos o tres años sobre Oscar. Pero la situación es verdaderamente decepcionante. Los héroes son puestos en pedestales porque se convierten en modelos, pero cosas como la que sucedió los derriban y los hacen pasar a ser nada muy rápidamente. Oscar no va a vivir normalmente por el resto de su vida; no puedo imaginar cuán duro ha de ser eso. Es extremadamente decepcionante, pero lamentablemente no se puede cambiar el pasado", analiza el ex rugbier.
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