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All Blacks supercampeones: de aquel colapso de 2007 a esta supremacía
Le prematura eliminación ante Francia, hace ocho años, fue el disparador para recuperar su histórica superioridad en el mundo ovalado; una consagración brillante e invicta
LONDRES. Tuvo que suceder un colapso, aquel de cuartos de final de 2007, con la derrota ante Francia en el Millennium de Cardiff, para que los All Blacks retomaran su rumbo histórico de poder. Y vaya que si se los vio volver. Fue tal la fuerza de ese regreso que hicieron temblar al mundo del rugby. Ayer conquistaron su segunda Copa del Mundo consecutiva, otra vez de manera invicta, con un récord de 7 de 7, y con una sensacional victoria ante los Wallabies , doblándolos en el score: 34-17. Todo dentro de una final inolvidable que cerró un torneo involvidable.
Hay algo que se terminó de dirimir también ayer, nada menos que en Twickenham, la Catedral de éste juego. Estos All Blacks son el mejor seleccionado de la historia del rugby y, seguramente, uno de los mejores de todo el universo deportivo. En estos cuatro últimos años han ganado dos Mundiales, tres de los cuatro Rugby Championship y triunfaron en 56 de los 61 partidos que disputaron desde aquel debut ante Tonga en el Mundial de 2011. Perdieron sólo 3 (con Inglaterra, Sudáfrica y Australia) y empataron dos (ambos con los Wallabies).
La victoria en ésta final, la de más tries en la historia (3 de los All Blacks y 2 de los Wallabies), confirmó el dominio neozelandés, que ahora quedó al tope de la lista de campeones, con estos dos consecutivos más el primero, en 1987. Lo que les faltaba a estos hombres todos de negro (camisetas, pantalones, medias y botines) liderados por el legendario Richie McCaw era consagrarse fuera de su país. Y acá lo hicieron a paso firme, sin titubear, salvo en la semifinal con los Springboks y en algunos momentos del test de ayer y el del debut, con los Pumas.
Como su momento Brasil del 70 o el Barcelona de Guardiola o el Chicago de Michael Jordan, estos All Blacks manejan todos los aspectos del juego. Da gusto verlos jugar por la efectividad y la simpleza con la que resuelven cada situación que se da en un partido, que en el rugby de alto nivel es una por segundo. Ayer, contaron con un director de orquesta: Dan Carter. El apertura, que se había quedado fuera en la mitad del Mundial anterior por una lesión (también había salido lastimado en aquel cuartos de final de 2007), merecía una despedida de este tenor, por todo lo que significó en estos años. Carter fue un emblema del 10 que hace todo bien y sencillo. Y en la final deslumbró, colocando en el momento más caliente un drop majestuoso y un penal desde casi mitad de cancha.
Los All Blacks habían tocado fondo en 2007. No habían aprendido la lección de 1999 (cuando Francia también los dejó afuera, en las semifinales, en Twickenham) ni la de 2003, cuando los Wallabies los eliminaron también en semifinales. Los que les pasó y lo que vino después es un ejemplo para el deporte super profesional. La Unión confirmó en el cargo de entrenador a Graham Henry y de capitán a McCaw. Y con ellos inició un camino de reconstrucción, fortaleciendo especialmente la identidad de la camiseta más emblemática del rugby. Hubo una fuerte autocrítica, un mirarse para adentro y de proponerse salir de ese laberinto interno de la forma más rápida: hacia arriba.
Henry fue el cerebro en ese recorrido nada sencillo hasta conseguir la Copa del Mundo de 2011, en su propia tierra. Esa misma noche, en Auckland, se fueron los pocos fantasmas que quedaban alrededor de los All Blacks. Liberados de la presión que significa salir campeones, el equipo se soltó de la mano de quien era el segundo de Henry, Steve Hansen, la pieza clave que necesitaba esta etapa. Hansen aportó la serenidad y la sapiencia para seguir dominando el rugby.
Los All Blacks tuvieron ayer un rival a la altura de una final del mundo. Los Wallabies, con un David Pocock gigante, hicieron también un extraordinario torneo y se necesitó de ellos para tener el partido que tuvo Twickenham y del que disfrutaron 80.125 privilegiados espectadores. Fue de otro planeta el rigor físico y la velocidad que desplegaron los dos en los 80 minutos y 26 segundos.
El test lo tuvo todo. Una puja demencial por la pelota, una ráfaga soberbia de los campeones con un try sobre el final del primer tiempo (maravilloso pasamanos limpiado con un interno de Conrad Smith y rematado por Nehe Milner-Skudder) y otro sobre el inicio del segundo (pase de magia con una mano de Sonny Bill Williams y apilada de Ma’a Nonu), una dosis de emoción cuando los Wallabies pasaron de estar abajo por 21-3 a 21-17 ( aprovechando una tarjeta amarilla a Ben Smith) y un cierre electrizante con el try de Beauden Barrett, quien también había anotado desde el banco en la semifinal con los Boks.
Un sábado 31 de octubre de 2015, el mejor Mundial de la historia tuvo a la mejor final de todas en el estadio de rugby por excelencia. Para completar el cuadro, el campeón fue el mejor seleccionado de la historia. All Blacks, all rugby.
jb/gs
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