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Rugby, superación y engaño
Millones de Siya Kolisi crecen sin chances en Sudáfrica, el país más desigual del mundo. Esos millones de Kolisi, claro, no forman parte del privilegiado 10% de la población que posee el 70% de la riqueza, gasta 290 dólares diarios y habita mansiones protegidas por 9000 compañías de seguridad. Los Kolisi son negros, como el 80% de la población. Están entre el 28% de desocupados, uno de los índices de desempleo más altos del mundo (50% entre los negros más jóvenes). Los Kolisi forman parte de la mitad de la población que sobrevive con menos de 5 dólares diarios, la mayoría en 2700 "townships" sin luz, agua ni asfalto. Pero no Siya Kolisi, primer capitán negro de los Springboks flamantes campeones mundiales de rugby. Como a miles de futbolistas del Tercer Mundo, a Kolisi lo salvó el deporte.
"El mensaje de Kolisi es inspirador, pero es una seductora mentira". Lo escribió Eusebius McKaiser, conocido presentador radial, escritor y analista político. Conocí a McKaiser en pleno Mundial de fútbol de Sudáfrica 2010. McKaiser comprendía el poder del deporte social. Pero se enojaba con la utilización permanente del gran espectáculo deportivo como metáfora de la sociedad. "Películas como Invictus –escribía McKaiser en 2010– perpetuaron esas mentiras".
En ese Mundial fui al cine a ver "Endgame". La película estaba lejos de desmerecer la lucha de Nelson Mandela. Pero contaba negociaciones secretas de patrones ingleses de minas en Sudáfrica que querían proteger sus inversiones. Y decidieron también ellos la caída del apartheid. La dominación británica impuso un siglo atrás que más del 90% del territorio sudafricano perteneciera a la población blanca. Inglaterra, justamente, fue el rival derrotado en la final del sábado pasado en Japón. El príncipe Harry bajó a los vestuarios a felicitar a los Springboks. El medio scrum Faf De Klerk, blanco, lo saludó en calzoncillos. A Kolisi no se lo habrían disculpado.
Discutir el problema racial en una Sudáfrica supuestamente "integrada" no es un tema "ideológico", sino "una realidad práctica, una experiencia vivida". Basta con ir a un restaurante de lujo para ver que los blancos comen y los negros sirven. O a una mina. Los CEOs blancos sentados en oficinas con aire acondicionado y los mineros negros calcinados bajo tierra. "Un inodoro –escribió el columnista Mashele– nunca será limpiado por manos blancas". Los que antes usaban teorías pseudocientíficas para justificar el apartheid son los mismos que hoy niegan diferencias raciales. Hasta hace un año, aseguraban que el nivel entonces irregular de los Springboks era porque el gobierno obligó a incluir jugadores negros. Ahora celebran el Mundial Japón 2019. Con tries anotados por wingers negros como Makazole Mapimpi y Cheslin Kolbe. Con un scrum imperial liderado por un pilar negro como Tendai Mtawarira. Y con un capitán negro como Kolisi.
Lo que hace aún más símbolo a Kolisi es que nació el 16 de junio de 1991, un día antes de la derogación de las leyes brutales del apartheid (otro 16 de junio, pero de 1976, Sudáfrica recuerda la matanza de 566 niños de entre 12 y 16 años, por las protestas por la imposición del idioma afrikáans en las escuelas). Contada miles de veces, la historia de Kolisi es emocionante. Perdió joven a una madre adolescente y a la abuela que limpiaba casas. Los dos hermanos menores de Kolisi fueron a un orfanato (hoy viven con Siya, con su esposa blanca y los dos niños del matrimonio). Gracias a sus condiciones de rugbier, Siya fue fichado a los 12 años por una elegante escuela privada que ha sido formadora de numerosos Springboks. Kolisi entró en polémicas meses atrás cuando dijo que Mandela no habría impuesto las cuotas obligatorias para jugadores negros en selecciones nacionales, la norma que justamente lo ayudó a él a llegar a la selección. La gira triunfal de los Springboks en su retorno a Sudáfrica (arribaron este martes) incluye el jueves el paso por Soweto, nombre de resistencia. Y el domingo en Port Elizabeth, cerca de Zwide, pueblo natal de Kolisi. Donde Siya dormía con almohadones en el piso.
"Sudáfrica –dijo John Plumtree, entrenador de los Hurricanes del Súper Rugby– debería centrarse en fomentar el talento del rugby negro, allí está el futuro". El fútbol brasileño, se sabe, comenzó a asombrar cuando eliminó prejuicios raciales y fue al Mundial de Francia 1938 con líderes mulatos como Leónidas Da Silva y Domingos Da Guía. Y, definitivamente, comenzó a reinar cuando Pelé y Garrincha irrumpieron en Suecia 58 y la selección blanca sumó negro, mulato y mestizo, el Brasil más profundo. El rugby fue siempre un deporte más de élites. Ahora es profesional y vende sus Mundiales a la TV. Si el apartheid usó a los Springboks como símbolo de la Sudáfrica blanca, la democracia los muestra más negros como símbolo de una Sudáfrica aún con graves problemas, pero distinta. ¿Cuántos Siya Kolisi quedaron afuera por medio siglo de apartheid y cuántos siguen hoy sin chances? Kolisi mismo dio una gran respuesta cuando le preguntaron si de niño hubiera soñado en levantar la Copa como capitán Springbok: "No sueñas con eso de dónde yo soy".
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