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Roger Federer volvió con una victoria en Doha y habló de lo único que no le gustó de su regreso: “No lo volveré a hacer”
El suizo, actualmente en el sexto puesto del ranking, se impuso en tres sets al británico Dan Evans y avanzó a los cuartos de final en el certamen qatarí, donde se enfrentará con el georgiano Nikoloz Basilashviliv
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“Uno se siente bien por estar de regreso; por estar aquí, sin mirar si gano o si pierdo”. Dicen que los grandes campeones no conciben otra cosa que no sea ganar, acumular más gloria, romper récords. Pero son elegidos porque también tienen sentido común. La frase de Roger Federer no es casual. Está a cinco meses de cumplir los 40 y escucha como ninguno a su cuerpo desde siempre. Sabe cuando lo puede exigir, cuando conviene darle un respiro. Cuando parar. No importa si sus marcas se ven amenazadas: Roger se toma sus tiempos y es probable que en el momento de decir adiós, cuando llegue ese instante crucial de su notable carrera, le cueste más aceptarlo al fanático del tenis que a él mismo.
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Pasaron 405 días, con dos operaciones de rodilla de por medio. Una eternidad para un deportista. Una vida, casi, para alguien que roza los 40. Porque volver puede constituirse en un jeroglífico, miles de replanteos internos y dudas. Hace unas semanas, su histórico preparador físico, Pierre Paganini, instaló una inquietud acerca del regreso de Federer a las canchas. Habló de “músculos bastante deterioriados” como consecuencia de la inactividad. Entonces, las dudas se propagaban a medida que se acercaba la fecha.
Federer le dijo que no al Abierto de Australia. No quiso someterse a los períodos de cuarentena, a estar aislado de Mirka, su mujer, y de sus cuatro hijos. Tiene espaldas como para saltearse obligaciones que a esta altura de su vida no siente como ineludibles. Ni siquiera le movió la aguja el hecho de que Rafael Nadal pudiese desplazarlo de la cima de Grand Slams ganados (20). Nada. Apuntó al ATP 250 de Doha. Se lo notaba ansioso en los días previos, en los sucesivos videos que posteaba en las redes sociales.
Llegó el día y la gran paradoja es que, después más de 13 meses de inactividad, Federer debió batallar como si estuviera en ritmo de competencia. Casi como un pibe (sin serlo). El británico Daniel Evans lo sometió a un esfuerzo si se quiere desmesurado, dadas las circunstancias. Fueron 2h24m que el suizo estuvo en acción. Deleitando con su clase en algunos puntos. Sonriendo en otros, consciente de que lo que había imaginado tantas veces (su vuelta a los courts) era una realidad.
Finalmente, se impuso por 7-6 (10/8), 3-6 y 7-5. Hoy Roger no es ni el 1, ni el 2 ni el 3 del mundo. Ocupa el 6° lugar y no mostró vacilaciones frente al 28° del ranking mundial, aunque sí se lo observó con cierta cautela en algunos desplazamientos, probablemente para no forzar más de la cuenta por temor a lesiones. El destino quiso que Evans fuese su adversario para el regreso. ¿Qué tiene de particular? Que fue el tenista con el que compartió varias semanas de entrenamientos durante la cuarentena. Se lo notaba conforme, feliz. “Ha sido un gran encuentro. En las últimas semanas habíamos jugado juntos más de 20 sets”, confesó Roger.
El resumen del partido
¿Cómo se lo vio físicamente, o mejor dicho, cómo se sintió él? “Con el cansancio, uno no sabe si es la musculatura u otra cosa, pero lo importante es cómo me voy a encontrar mañana (por hoy). Ha sido un camino largo y difícil, es un enorme desafío regresar a mi edad, pero valía la pena. He jugado un buen encuentro”. Su cabeza ya proyectaba cómo sería el amanecer del jueves, día en el que debe medirse con el georgiano Nikoloz Basilashvili (N° 42) (en el mediodía argentino). De sólo pensarlo, a más de uno se le acalambran las piernas...
La rodilla pareció responder, sobre todo en ciertos pasajes donde, acuciado por el score, forzó el saque como en los buenos tiempos, consiguiendo los resultados buscados. Evans le hizo sentir el rigor en los peloteos largos, pero Federer se las ingenió para mantenerse en partido. Cuando perdió el segundo set sobrevoló la sensación de que Federer “ya estaba hecho” con haber comprobado que podía jugar competitivamente. Pero quiso más. No era el partido para “entregarse”. Después de más de 400 días y dos entradas en el quirófano, el alma de campeón pedía algo más. No pudo cerrar el partido en el 5-4 a su favor, pero sí en la siguiente ocasión. Y lo hizo a lo Roger: con un revés paralelo que dejó parado a Evans. El mejor Federer.
Lejos en el tiempo asomaba aquella derrota con el serbio Novak Djokovic en la semifinal del Abierto de Australia 2020, que sería su último partido en mucho tiempo. El suizo no imaginaba lo que se venía en el mundo, a pesar de algunos indicios que llegaban desde Asia. Apostó a ganar tiempo en medio de la inactividad y quizá no esperaba que fuese necesaria la segunda operación, ya en mayo, que lo sacó de competencia hasta 2021. Esa rodilla derecha corría el riesgo de transformarse en un tormento. En rigor, hacía varios años que lo perturbaba, pero con buenas rutinas de su equipo de trabajo, apelando a la fisioterapia y dosificación de los esfuerzos, se mantuvo en actividad. Hasta que su cabeza le dictó que era tiempo de tomar la gran decisión para, acaso, afrontar de la mejor manera el último segmento de su carrera. Ya la experiencia con la otra rodilla, en 2016, le valía como antecedente: otras dos intervenciones para luego, en 2017, sorprender con sus conquistas en el Open de Australia y en Wimbledon.
“Nunca, en todo este tiempo, la posibilidad del retiro estuvo sobre la mesa. Sí pienso en Wimbledon y no pierdo de vista lo que pueda hacer en los Juegos Olímpicos de Tokio”.
La frase preliminar, cuando le preguntaron si tenía temores de volver a jugar después de tanto tiempo, tuvo su impronta: “El tenis es como andar en bicicleta. Es algo que sé hacer, así que no me preocupa demasiado”. Una vez concretado el regreso, y sobre todo después de casi dos horas y media de juego, la historia continuó: “Veremos cómo me siento mañana... y al día siguiente... ¡y los próximos seis meses!”, dijo Federer risueñamente. “Ha sido un camino largo y duro, pero lo disfruté, fue un gran desafío y tuve un equipo maravilloso a mi alrededor que me apoyó en todo momento”, agregó.
¿Cómo se prepara para hoy? “Soy de la vieja escuela, así que todo es bastante sencillo: me di un baño de hielo tras el partido y la verdad es que no es demasiado agradable, no lo volveré a hacer”, prometió. Y se despidió con una aclaración: “Nunca, en todo este tiempo, la posibilidad del retiro estuvo sobre la mesa. Sí pienso en Wimbledon y no pierdo de vista lo que pueda hacer en los Juegos Olímpicos de Tokio”.
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