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River: el que más quiere ganar y no siempre tiene todas las armas para resolver planteos defensivos que se repiten
El equipo de Gallardo siempre juega el mismo partido en el torneo local: una pulseada entre su ambición y rivales que se le encierran; los resultados lo tienen fuera de los puestos de la etapa final
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Cambian los rivales, pero River siempre termina jugando el mismo partido en el fútbol argentino. Da igual que sea contra alguno de los grandes, ante una oposición más modesta, frente adversarios que están por encima o por debajo de su posición en la tabla, en crisis o entonados. El paisaje se repite: River con la posesión, la iniciativa y la ambición ofensiva; del otro lado, líneas replegadas para achicar espacios, sistemas de ayudas para el que sale al quite y un espíritu resistente que se incrementa a medida que River choca y no encuentra los caminos.
El 0-0 contra Racing es la clase de encuentro al que River está habituado, ya lo vio pasar infinidad de veces delante de sus ojos. Cuando no logra romper esos cerrojazos, Marcelo Gallardo se molesta y desliza críticas para el conservadurismo rival. Lo hizo tras el 1-1 ante Boca en la Bombonera por el reemplazo de Edwin Cardona por un tercer zaguero central. El técnico esperaba una confrontación más de igual a igual para no ahogarse por la falta de aire y metros para maniobrar.
Un clásico sin goles en el Monumental
Si su búsqueda se ve recompensada por un gol antes de entrar en la obnubilación, algunas veces desata un vendaval ofensivo. Puede ser insaciable. Recientemente lo padecieron Racing, en la final de la Supercopa, y Godoy Cruz.
Los partidos de River pueden ir de un extremo al otro. Vapulea o se enreda en la maraña defensiva adversaria. Ante Racing, que hizo un planteo para no repetir ninguna de las concesiones que derivaron en una paliza en Santiago del Estero, River sumó el segundo encuentro consecutivo sin goles en el Monumental. Anteriormente, el que supo bloquearlo fue Argentinos, que en el final se sacó la lotería con el golazo desde fuera del área de Florentín.
No habló Gallardo tras la igualdad con la Academia, pero Nicolás de la Cruz fue un portavoz del sentir general del equipo: “Sensación de bronca, de calentura, merecimos un poco más. Ellos hicieron un partido diferente al de la Supercopa. Se encerraron atrás y cortaron nuestros circuitos por adentro, que fue por donde le hicimos daño en la final. Cumplieron con el plan que les indicó el técnico”.
No tuvo situaciones de gol Rafael Borré, que descuenta partidos ante una inminente transferencia al exterior. Para los últimos 10 minutos, Gallardo dispuso un doble N° 9, con Agustín Fontana –tuvo la ocasión más clara del partido en la primera pelota que tocó y le tapó Arias- y Federico Girotti. Por lo general, River impone condiciones por la intensidad que le imprime a su juego, por la gambeta hacia delante de De la Cruz y Suárez, y por lo rápido que viaja la pelota en las combinaciones ofensivas. Es muy difícil aguantarle el ritmo, por eso Gallardo se molesta hasta cuando el árbitro pierde 30 segundos en anotar el nombre de un amonestado, como ocurrió con Rapallini en el final del primer tiempo.
Sin ser preciosista, el estilo de River es bastante académico, no se identifica con a la carga barracas que a veces puede romper el cemento contrario. Gana más más por maduración y progresiva demolición que por épica agónica o arrebatos.
Los planteos cautelosos con que lo esperan los rivales es el respeto que supo ganarse el River de Gallardo, que a lo largo de casi siete años creció, se consolidó, se reinventó por los movimientos en el plantel y creó una identidad reconocible, mientras la mayoría de los equipos van a los tumbos y cambian de pelaje a cada rato. El Boca de Guillermo Barros Schelotto fue uno de los últimos equipos que le aceptó el golpe por golpe y le discutió la supremacía en el juego. También se le animó con argumentos el Talleres del “Cacique” Medina. O el Independiente de Holan en la ida de la Copa Libertadores. Los que lo hicieron sin un plan de presión tras pérdida, sufrieron un duro revolcón, como le ocurrió en un par de oportunidades al Racing de Chacho Coudet.
Como en el fútbol se copia lo que da resultado, ante la evidencia de que no siempre resuelve los esquemas cerrados, a River le esperan muchos más partidos como el que disputó contra Racing. Además de las convicciones en sus ideas, necesitará de talento y creatividad. Esa cuota está rebajada desde la salida de Nacho Fernández, a la espera de que Palavecino alcance regularidad, porque en este River no son suficientes los destellos aislados.
De la capacidad para resolver esos enigmas dependerá el destino de River en otro torneo local que lo tiene nuevamente remando desde atrás, obligado a recuperar terreno perdido por derrotas sorpresivas, como ante Estudiantes y Argentinos. Cumplida la mitad del fixture de la primera etapa, está afuera de los cuatro primeros puestos que dan pasaje a la eliminatoria final. El equipo que más juega a ganar se encontrará cada semana con uno que habrá preparado todas las trampas para impedírselo. Está por demás avisado.
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