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Río, un año después de la fiesta: más problemas sociales, estadios en desuso y obras incumplidas
Como en otras ciudades que albergaron la cita olímpica, el efecto positivo no se produjo; el costo de US$ 13.000 millones no se capitalizó y hay escenarios abandonados; la corrupción, la recesión y la inseguridad impactaron negativamente
RIO DE JANEIRO.– Confiado en que los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro significarían un boom para la zona de Barra de Tijuca, donde se levantó el principal parque olímpico, el carioca Sergio Diniz compró en 2014 un local en el barrio y abrió un restaurante. Al cumplirse un año del inicio de los Juegos –la fecha exacta es pasado mañana–, después de atravesar dificultades financieras debido a la recesión, ser víctima de dos robos y enfrentar constantes problemas con el transporte, este joven emprendedor carioca vendió todo y se prepara para mudarse a Portugal.
“Aposté a que Río mejoraría con los Juegos Olímpicos, como sucedió con Barcelona en 1992. Pero la situación económica de Brasil, la corrupción por todos lados y la inseguridad en la ciudad destruyeron mis esperanzas”, contó a la nación Diniz, de 40 años.
La alarma sobre la resaca olímpica en el horizonte ya había sonado en junio del año pasado, cuando el estado de Río de Janeiro declaró la “calamidad pública” como consecuencia de la recesión del país, la caída del precio del petróleo (principal fuente de ingresos estatales) y el aumento en el costo de los Juegos, que superó los US$ 13.000 millones. Fue necesaria entonces ayuda federal para cumplir con las promesas y garantizar la competencia internacional.
Pasada la fiesta, los problemas fiscales persisten y se han agravado. La mayoría de los empleados públicos –desde policías, médicos y maestros hasta bailarines del Teatro Municipal y músicos de la Orquesta Sinfónica– lleva dos meses de atraso de sueldo y aún no ha recibido el pago del aguinaldo; el ajuste llevó al alcalde, Marcelo Crivella, a recortar a la mitad los subsidios para los desfiles de las tradicionales escolas de samba en el próximo Carnaval.
En las calles, la falta de dinero se tradujo en más criminalidad y violencia: según el Instituto de Seguridad Pública, en el último año los robos personales treparon un 39,6%, los asaltos a camiones de carga subieron un 21% y los homicidios aumentaron un 14,9%, mientras las bandas narcotraficantes expandieron sus acciones. Ante la ola de inseguridad, la semana pasada el presidente, Michel Temer, autorizó el despliegue en la ciudad de 10.000 militares.
Mientras tanto, las investigaciones anticorrupción derivadas de la Operación Lava Jato terminaron con el encarcelamiento de numerosos ejecutivos de la constructora Odebrecht (socia en varios emprendimientos olímpicos, entre ellos la reforma del estadio Maracaná y del aeropuerto internacional RioGaleão) y del ex gobernador Sergio Cabral. Su sucesor, Luiz Fernando Pezão, está procesado así como el otrora magnate Eike Batista, y varias sospechas de ilícitos recaen sobre el ex alcalde Eduardo Paes.
“La crisis va más allá de Río y del estado; es de Brasil. Envueltos en tantos escándalos de sobornos y desvíos, los políticos y grandes empresarios brasileños perdieron la legitimidad y sin confianza la economía del país, del estado y de la ciudad tardará más en recuperarse”, advirtió la socióloga Alba Zaluar, profesora de la Universidad Estatal de Río de Janeiro, quien apuntó que por su cualidad de “vitrina turística”, Río expone de forma más cruda los problemas de todo el país.
Qué pasó con los estadios
En el camino, los grandes planes de “legado” para las instalaciones olímpicas quedaron en suspenso. En el Parque Olímpico de Barra de Tijuca, ante la falta de interés privado en las licitaciones convocadas, las Arenas Cariocas 1 y 2, el centro de tenis y el velódromo pasaron a ser administrados por el Ministerio de Deportes y empezaron a recibir algunos pocos eventos en los últimos meses. La Alcaldía, por su parte, aún no ha desmontado ni la Arena del Futuro (debía convertirla en cuatro escuelas) ni el estadio acuático, y sólo le ha dado uso a la Arena Carioca 3. Para afrontar los costos de mantenimiento, al menos logró que en esa parte del parque en septiembre se realice el festival Rock in Rio.
La vecina Villa de los Atletas, que debía ser transformada por la constructora Carvalho-Hosken en el complejo de departamentos de lujo Ilha Pura, está paralizada: apenas 240 de las 3604 unidades fueron vendidas. No muy lejos de allí, el Campo de Golf Olímpico, que costó US$ 20 millones y generó muchas críticas ambientalistas, no logra atraer suficientes afiliados.
En el Parque Olímpico de Deodoro, en la Zona Norte de la ciudad, el prometido parque para deportes extremos abierto a la población sigue cerrado, y la Arena de la Juventud está abandonada. El objetivo de descontaminar en un 80% la Bahía de Guanabara jamás se cumplió y los pocos avances que se hicieron están en retroceso; lo mismo sucede con las lagunas de Barra.
Celebrada con bombos y platillos, la extensión del metro hasta Barra hoy recibe un 14,5% menos de usuarios porque la combinación con las líneas de metrobús en la zona es demasiado cara y no se planificaron estacionamientos cerca de la estación terminal como para dejar allí el auto y tomar el tren hasta el Centro.
Los grandes proyectos privados de renovación también fueron impactados por la crisis económica. La regeneración de la antigua zona portuaria, ahora bautizada Porto Maravilha, sufre con el 88,9% de los inmuebles comerciales vacíos, de acuerdo con un informe de la consultora Newmark Grubb. Las cadenas hoteleras, que aumentaron de 34.000 a 58.000 la cantidad de cuartos disponibles en la ciudad, hoy operan con cifras mínimas de ocupación de entre 25%, en Barra, y 50%, en la Zona Sur, según la Asociación Brasileña de la Industria Hotelera. La inseguridad aleja tanto a los turistas internacionales como a los brasileños, de por sí más limitados por los últimos tiempos de ajuste económico.
“Los Juegos Olímpicos siempre empeoran los problemas de las ciudades sede. Y en el caso de Río, una ciudad con tantos problemas estructurales –en áreas como seguridad, desigualdades sociales, saneamiento, transporte, vivienda y planificación–, el deterioro en esta etapa post-olímpica ha sido mucho más rápido”, resaltó el geógrafo Chris Gaffney, académico de la Universidad de Zurich especializado en el impacto de los grandes eventos deportivos en las ciudades.Río, un año después de la fiesta: más problemas sociales, estadios en desuso y obras incumplidas
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