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Las historias detrás del oro: de los botes alquilados a la definición que se creyó perdida
Bien temprano, el remo y el canoaje aportaron dos medallas doradas para el equipo nacional; ejemplos de esfuerzo, lucha y perseverancia
TORONTO (De un enviado especial).- Antes de la gran gesta de Federico Grabich, bien temprano, el remo y el canoaje habían dado el zarpazo con los dos primeros oros de la jornada. Resultó que el esfuerzo había sido enorme. Levantaron la vista apenas terminó la regata y advirtieron que el tiempo de ellos estaba a un segundo y medio. A pesar del esfuerzo, quedaban segundos. Pero no había medio bote de diferencia, pensaron. Con la cabeza gacha, saludaron a sus compañeros al bajar de la embarcación pero? "De repente se empieza a escuchar algo como que había un photo finish, después una ovación de la tribuna y los entrenadores nos empezaron a avisar que habíamos quedado empatados. No lo podíamos creer", relata Diego López, de 29 años y a un año de recibirse de ingeniero industrial. Con registro de 6m27s77/100 y junto a Axel Haack, empataron en la primera posición con el par chileno. No hubo medalla de plata y el bronce fue para México, que marcó un tiempo de 7m8s38/100. La alegría fue inmensa porque apenas compitieron en un solo certamen (la Copa del Mundo). Es un bote de dos meses de formación y tres regatas.
Con el photo finish, los entrenadores nos empezaron a avisar que habíamos quedado empatados
Haack tiene sólo 20 años, estudia para ser técnico mecánico y es la primera vez que participa en un Juego Panamericano, mientras que López participó en Río 2007, donde cosechó otro oro, y Guadalajara 2011, con un bronce. Axel y Diego habían planificado una estrategia que era la siguiente: guardarse todas sus energías para los últimos 500 metros. Pero la embarcación chilena comenzó a alejarse y debieron acelerar antes. Así relata López ese desenlace dramático: "Yo era el que debía hacer seguir la estrategia al pie de la letra. Pero acá el maestro [por Haack] me iba pidiendo más y más". El más experimentado fue sabio y escuchó al más joven y consiguieron el primer oro en remo en los Juegos de Toronto. Ahora sueñan con una clasificación a los Juegos de Río de Janeiro. Si en tan poco tiempo lograron tanto, ¿por qué no ilusionarse con más?
Del remo al canoaje, que llevaba 12 años sin medallas doradas panamericanas: el último brillo había sido en la cita de Santo Domingo 2003. Pero en las aguas del Welland Pan Am Flatwater Centre, la última canoa celeste y blanca en entrar en escena entregó el máximo premio con el K2 200. Se aliaron la fuerza motora de Rubén Rézola y la sutil técnica de Ezequiel Di Giácomo para colgarse la gran recompensa en medio de la lluvia, luego de un tiempo de 33s955/1000.
Es una emoción enorme, pero ya está, los Panamericanos ya son historia para nosotros. Ahora nos concentramos para la clasificación olímpica
Los dos se conocen de memoria porque desde hace diez años, cuando tenían 14, compiten juntos en el nivel nacional. El santafecino Rézola dejó el club de su provincia, el Náutico El Quillá y pasó a La Reserva Natural de Granadero Baigorria, donde conoció a Di Giácomo, oriundo de esa ciudad. Allí nació una amistad e incluso Ezequiel, que pronto dejó de enfocarse en el fútbol para mentalizarse en el canoaje, le abrió las puertas de su casa para que se quedara a dormir allí e invirtieran el tiempo para entrenarse. En la embarcación se complementaron de inmediato, tanto es así que ganaron los últimos siete Campeonatos Argentinos, y a partir de 2014 se unieron también para competir de a dos en el seleccionado nacional. No era exactamente presión lo que sentían ayer a las 10.55, momento exacto en que debían dar la primera palada. Pero en ellos había una obligación intrínseca de darle el oro a la Argentina justamente en la última carrera. Era la última chance para que no se prolongara aquella bendita racha. "Con una dorada era la frutilla del postre", anunciaba Rezola. Se les hizo duro en los primeros metros, marcaron diferencia en la mitad y luego relajaron la mente, en una carrera más lenta de lo que están acostumbrados por el viento en contra. En esa batalla acuática librada a fondo, los cubanos Fidel Vargas y Reinier Torres terminaron a 184 milésimas.
Nada los detuvo. Ni siquiera el inconveniente de entrenarse con botes alquilados en Halifax antes de estos Juegos, ya que los 18 originales llegaron sólo cinco días antes de la competencia por un retraso en la fecha convenida de entrega de la empresa encargada del traslado. El K2 que utilizaron en principio les quedaba una talla más grande y era un modelo anterior, pero luego se readaptaron para abrazar la gloria. "El nivel de nuestro canoaje creció mucho desde Londres 2012", asegura Di Giácomo, que desde el 23 de agosto buscará la clasificación olímpica en Milán, pero junto con Miguel Correa. En cambio, Rezola perseguirá el mismo objetivo en el K1 200. "Es una emoción enorme, pero ya está, los Panamericanos ya son historia para nosotros. Ahora nos concentramos para la clasificación olímpica", dicen, con la misma sintonía que exhibieron en su embarcación.
jp
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