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Rafael Nadal: el lado humano y las emociones de una leyenda del deporte
"El éxito real es tener amigos, tener familia, cuidarles y sentirte querido por la gente", cuenta la gran figura del Argentina Open
Hay dos, tres, cuatro agentes de seguridad con rostros de bulldog hambrientos. Un enjambre de niños y niñas se amontonan contra una valla que hace equilibrio mientras dos hombres la sostienen como pueden. Hay histeria, expectativa, efervescencia. El acceso es limitado. Guillermo Vilas, con una gorra color verde furioso, camina entre una multitud, aunque esta vez su figura alumbra en segundo plano. Es Rafael Nadal, quien surge en escena con el raquetero colgado de un hombro, el responsable de semejante agitación. No es para menos: el ganador de 14 Grand Slams demoró una década en regresar a Buenos Aires para jugar el ATP. En febrero de 2005 el español era un adolescente con atrevimiento y pimienta en sus latigazos de zurda, y volvió como una leyenda.
Nadal, ex número 1 del mundo –actualmente 4º–, es un ejemplo de superación, de constancia. Una y otra vez se ha derrumbado; las lesiones minaron su carrera. Sin embargo, una y otra vez se puso de pie. "Trabajo para que las cosas vayan lo mejor posible. Después, cada cosa tiene sus procesos, sino preguntadle a Juan Martín (Del Potro) cuando ha vuelto de las lesiones si es fácil jugar bien desde el comienzo. Y por lo general te enfrentas contra rivales que juegan contra ti con poca presión, con mucho por ganar, con poco que perder. Es lógico que pueda haber momentos mejores y peores. Yo no conozco otro camino que el trabajar para intentar estar bien. Las victorias me dan la tranquilidad para jugar en calma, con tranquilidad. Estoy en ese proceso. Tuve una apendicitis un tanto larga, extraña. Siento que perdí un poco de fuerza interior en algunos momentos. No puedo jugar con la misma intensidad todos los puntos, pero poquito a poquito me voy recuperando. Hablando en general, son muchos años los que llevo aquí, no tengo ni que exigirme más ni menos, tengo que hacer lo que he hecho toda mi vida, que es salir a la pista y si va bien va bien, y si va mal va mal. He logrado más de lo que hubiera soñado", explica Nadal, con sensibilidad, lejos de esa figura de gladiador inalterable que ha sabido construir en los courts.
La charla con LA NACION, en el área de jugadores del Argentina Open y tras caer en cuartos de final de dobles, junto con Juan Mónaco, por 6-4, 3-6 y 10-7 ante Federico Delbonis y Andrés Molteni, transcurre por esa vía, por la de la intimidad. Hay un Nadal más humano, que participa de acciones solidarias, que proyecta formar tenistas en su flamante academia de Manacor. Retirado del vértigo, separado de la intensidad que exhibe paso tras paso. "Fuera de la cancha soy una persona muy tranquila, a la que le gusta hacer cosas siempre, no me gusta estar parado, sin un plan que hacer –confiesa Rafa–. Pero soy tranquilo, me considero bastante fácil, soy bastante familiar, con amigos de toda la vida. No tengo esa intensidad que tengo dentro de la pista, ni mucho menos".
— ¿Te genera incertidumbre pensar con qué ocuparás los espacios en blanco sin el tenis profesional?
—No, no, no. No tengo miedo a eso. Me gustan muchas cosas en la vida. Mi vida no se puede resumir en el tenis. Soy, he sido y creo que seré feliz fuera del tenis. Me gustan otras cosas, vivir experiencias nuevas.
—¿Con qué actividades lográs desconectarte?
—Bueno, me gusta el deporte en general. Intento siempre que mi tiempo libre vaya encaminado al deporte. Me gusta jugar al golf, me gusta jugar al fútbol, aunque evidentemente lo hago muy poco por el riesgo de lastimarme. Me gusta pescar. Intento que mi vida sea activa fuera del tenis. Me encanta el mar, me encanta estar allí pescando o haciendo cualquier actividad.
—¿En el futuro te ves criando hijos, cambiando pañales?
—Sí, bueno. Soy una persona bastante familiar, mi educación ha sido encaminada a la familia, con lo cual…, uno nunca sabe qué va a pasar en el futuro, pero entiendo que formaré una familia, tendré niños, no sé qué cantidad. Me encantan los niños, pero uno no decide unilateralmente, eso es cosa de dos. Me gustaría tener varios hijos, pero no te puedo decir si dos, o tres, o cuatro.
—Tenés una imagen fuerte, con carácter. Pero debe haber cosas que te den temor de la vida diaria.
—No soy una persona con mucho carácter fuera de la pista, la verdad. Creo que más o menos tengo personalidad, pero lo que se entiende de carácter por las personas fuertes, yo no lo tengo. Para que me enfade tiene que pasar algo grande. Normalmente me enfado poco, odio estar peleado con alguien. Evidentemente la salud es lo más importante, sin salud no hay nada más. Me gusta estar con gente, no me gusta estar solo. No es miedo, pero la sensación de estar solo no me gusta, siempre intento estar con alguien.
—En Manacor, tu madre, ¿te sigue tratando como si fuera un niño?
—Bueno, como un niño no, hace tiempo que no lo soy. Pero evidentemente sigo viviendo en casa con mis padres y, pues, me prepara la comida, lava (sonríe)... Me trata como me ha tratado durante toda mi vida. Tengo la libertad de decidir, de irme, de volver con más libertad que cuando tenía 18 años, claro.
—Los tenistas de elite viven en una suerte de burbuja: en los mejores hoteles, con seguridad privada, con transporte especial. ¿Cómo hacés para no perder contacto con la realidad?
—Es simple: o te mantienes en la realidad, o te va a golpear tarde o temprano. Nadie se queda en los altares de por vida. Todo tiene una bajada. No veo a nadie que se mantenga triunfando toda la vida y uno tiene que saber que el éxito es pasajero. El éxito real es tener amigos, tener familia, cuidarles y sentirte querido por la gente, del público que es muy importante, pero lo es más sentirte querido por los que están a tu lado.
—Sucede que es más valioso ser recordado como una buena persona que como leyenda del deporte, ¿verdad?
—Es que el deporte, al final, se va a quedar ahí. Lo que has hecho quedará y está muy bien, pero cuando eso termina y vas a los lugares te van a tratar bien por el legado que has dejado, y el legado no son los títulos levantados, sino los amigos que has dejado en el circuito, lo bien que te has comportado con la gente del mundo. Y espero que yo, durante todos estos años, lo haya cuidado. Creo que sí, y vaya donde vaya, la gente me aprecia, tanto los organizadores de los torneos, como la gente del circuito con la que espero seguir conectado.
—¿Qué es lo más placentero y lo más incómodo de ser famoso?
—La fama, en sí por fama, no creo que cause ningún placer. Al fin y al cabo, ser famoso no creo que tenga valor. La satisfacción en general viene desde el reconocimiento que te da la gente por algo que hayas hecho. De la fama uno se siente orgulloso y satisfecho si es que te la ganaste haciendo las cosas bien, y no sólo dentro de la pista. Tengo demasiadas cosas buenas. Sería bastante arrogante y desagradecido si me quejara viendo las realidades que vive mucha gente en el mundo. Soy un afortunado de la vida con todo lo que me ha pasado, con todo lo que tengo. Hago las cosas con gusto y agradezco a toda la gente que me quiere en distintos lugares. Son cosas muy bonitas y sólo puedo agradecerle a la vida.
—Durante esa vida sufriste muchas lesiones. ¿La adversidad te fortaleció aún más?
—Más que fortaleza, lo que más he tenido siempre es pasión e ilusión por lo que hacía antes de las lesiones. La motivación interior de querer superar esas situaciones la he tenido durante toda mi carrera y espero seguir teniéndola. Todas estas cosas negativas que me han pasado en mi carrera pues también me han hecho valorar y disfrutar lo bueno. Es mejor no tener lesiones, pero pasar por momentos malos también te ayudan a saber valorar.
Con los chicos
Como parte de las acciones previstas en su paso por Buenos Aires, Rafael Nadal ofreció una clínica para niños en la ciudad deportiva de San Lorenzo, con la presencia del jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri.También estuvo Marcelo Tinelli, vicepresidente del Ciclón y vinculado a la empresa Proenter, que a su vez tiene una sociedad comercial con el ATP de Buenos Aires.
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