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Puro coraje: cómo Sabrina Ameghino consiguió sus mejores resultados después de ser madre
Tal vez fueron dulces jugadas del destino. Desde el agua llegaron las mayores alegrías de la vida de Sabrina Ameghino: su hija Vera, el tesoro más preciado, y el canotaje, su pasión. La atleta de 39 años, medallista de oro y bronce en Lima 2019, es una de las tantas mujeres que hace añicos un prejuicio: aquel que reza que el alto rendimiento no puede ir de la mano con la crianza de un hijo.
Transcurría el año 1994 para la oriunda de Ensenada. Ameghino, amante del agua, comenzó en este deporte a los 14 años, aunque su idea inicial era otra: ser nadadora. Pero su mamá le sugirió que probara con el canotaje en el club Regatas. "También era jugadora de básquetbol, aunque una dolencia en el talón me llevó a dejarlo. No podía saltar. Me animé con esto y nunca más volví a bajarme del kayak", la explica a LA NACION.
Nadie mejor que Sabrina para explicar por qué fue el agua su compañera ideal en varios momentos inolvidables de su vida. "En 1997 competí con mi hermana Leandra en Uruguay. Corrimos en la regata de la Charqueada y en una de las etapas el río Olimar estaba muy crecido por la lluvia. El agua estaba a la altura de la copa de los árboles y en un momento vimos el bote de un compañero dado vuelta. Por mirar eso nos chocamos contra un árbol, el bote se tumbó, se partió al medio y quedó atrapado. Nosotras salimos y trepamos a una planta a la espera de ser rescatadas. Ese compañero, que estaba a salvo en una lancha, terminó siendo el papá de mi hija Vera".
Ameghino se enteró de que estaba embarazada al regresar de Santo Domingo 2003. Y detalla una particularidad que la marcó a fuego: después del nacimiento de su hija dejó de entrenar y competir durante seis años (2004 a 2010). Y volvió más fuerte, resistente. Con otro cuerpo. "Físicamente fue positivo. Estaba diez veces mejor que antes de ser mamá. En lo deportivo, Vera me salvó la vida, porque los mejores resultados vinieron después del parto".
¿Cómo es ser madre y deportista de alto rendimiento? "Aprendo y me adapto día a día. Yo volví a remar con Vera de 6 años y hoy ya tiene 15. Pasó muchísimas etapas. Hoy ella es una adolescente y lidio con eso. A veces siento que es como mirarme al espejo y discutir conmigo misma. Pero somos muy compañeras y compartimos todo", sostiene.
Medallista de oro en Lima 2019 en la categoría K1 200m –su llanto arriba del bote dio la vuelta al mundo–, Ameghino da clases en la escuela de Canotaje Municipal Club Náutico Ensenada, donde también comparte su pasión con Vera. Sabrina no frena, en realidad, porque además estudia relaciones públicas. "Me encanta mi trabajo con los chicos y las chicas. Y ahora espero presentar la tesis en febrero, a ver si me recibo de una vez", dice.
La mujer de Ensenada, autodenominada "La Abuela del canotaje argentino", logró en Perú el oro que le faltaba para su recorrido en este tipo de citas: había obtenido bronces en K2 500 y K4 500 en Santo Domingo 2003. En Guadalajara 2011 logró plata en K2 500 y bronce en K1 200. En Toronto 2015 cosechó plata en K2 500 y bronces en K1 200 y K4 500, mientras que en Lima, además de esta medalla de oro, trajo un tercer puesto en el K4 500 junto con María Garro, Brenda Rojas y Micaela Maslein. Una trayectoria tan extensa como valiosa. "La medalla dorada fue lo mejor de lo mejor, pero también valoro mucho la de bronce del K4. Creíamos que ni siquiera íbamos a subir al podio. Entiendo que el oro es un hito y significa mucho en mi carrera, pero cada medalla que he sacado en los Panamericanos tiene un gran valor", dice. "Quiero conocer mi límite y saber hasta dónde puedo llegar. Y Vera es mi motor, es mi motivación para siempre ir por más", agrega.
Las nueve preseas la convirtieron en la máxima medallista argentina en los Juegos Panamericanos (debutó en Winnipeg 1999), dado que igualó la marca del ciclista Walter Pérez (dos oros, cinco platas y dos bronces). "No puedo compararme con él porque es un gigante de nuestro deporte. Walter es medallista olímpico. Yo apenas tuve mi primera participación en esa cita en Río 2016, creo que comparativamente hablando no tenemos nada que ver como atletas", subraya con humildad.
Ameghino es admiradora de la lucha y tenacidad de Santiago Lange, quien la felicitó con un mensaje de WhatsApp tras el oro en Lima. Hoy, la palista se traza nuevas metas y en el horizonte aparece Tokio 2020. Para clasificar el camino no luce sencillo. "Siempre se sueña con un Juego Olímpico. Esto va paso a paso, porque primero está el selectivo nacional en marzo y el control interno en abril. El nivel de todas es muy alto. Ojalá pueda estar en el Preolímpico continental (6 y 7 de mayo) y en la Copa del Mundo de Duisburgo (31 de mayo)".
La fiesta de 15 de Vera, en septiembre del año pasado, resultó el corolario soñado después de la alegría por el desempeño en Lima. "¡Fue el evento del año! Dejé todo listo y cerrado en mayo, antes de competir. Nos costó mucho económicamente, pero ella lo disfrutó desde que entró hasta que salió del salón. Bailamos, cantamos. Y estuvo toda la selección femenina de canotaje", detalla con una sonrisa.
Si bien las sensaciones de Ameghino siempre son las mismas cuando se sube al bote, también aparecen la ansiedad y los interrogantes. Un extraño cosquilleo diferente al de otros momentos. El adiós se posa sobre su cabeza. "Pienso bastante en el retiro. Mi mente me está pidiendo a gritos que descanse. Las cosas no se toleran de la misma manera, la paciencia no es la misma y las ganas a veces tampoco. Me encanta concentrar y remar con las chicas, pero cuando vuelvo a casa y estoy sola con mi hija me cuesta volver a arrancar", asegura.
En la psicología se sostiene que el arrepentimiento consiste en aprender del error y modificar algún aspecto de la vida, específicamente la conducta. "Sé que alguna vez me equivoqué, que lastimé a personas y luego me disculpé, pero todo lo tomo como un aprendizaje", remarca Sabrina. Hay un denominador común en cada una de sus respuestas: esfuerzo, tenacidad, entrega, pasión, espíritu de lucha. Ameghino ama el contacto con la naturaleza y a su hija Vera como a nada en el mundo. Si de algo no se arrepiente es de haber sido mamá tan joven.
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