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Los fierros no tienen patria: por qué el automovilismo argentino no tiene un seleccionado
Está la Albiceleste, como la llaman en el exterior. Y los sucesores de la Generación Dorada, las Leonas, los Pumas y el equipo argentino de Copa Davis al que, curiosamente, todavía no le encontraron un apelativo más cariñoso. Están todos. O casi. Las disciplinas más populares entre los aficionados argentinos poseen una representación que les permite medirse con las potencias deportivas, con una notable excepción.
A diferencia del fútbol, el básquetbol o el rugby, el automovilismo argentino no tiene una selección que compita en el plano internacional. Su arraigo popular es innegable pero sus hinchas no tienen posibilidad de vivir una comparación directa entre sus ídolos y sus pares extranjeros.
La explicación es sencilla: el automovilismo no es un deporte olímpico, aunque la Federación Internacional (FIA) está asociada al Comité Olímpico (COI) y aplica sus protocolos, como el código antidoping de la WADA. Pero no existen las competencias por naciones como en la mayoría de los deportes y la FIA ni siquiera es organizadora directa de grandes campeonatos internacionales, como la FIFA o la ITF.
Esas razones decisivas se complementan con otras secundarias que terminan de trazar el desolador panorama. El automovilismo no tiene federaciones en el estilo tradicional, que sostengan un equipo representativo. La mayoría de los torneos de la especialidad, en la Argentina y en el mundo, son organizados por entidades privadas, a menudo de índole comercial, siendo los representantes de la FIA en cada país (lo que se conoce como Autoridad Deportiva Nacional) los fiscalizadores de la actividad. En la Argentina ese rol le corresponde a la Comisión Deportiva Automovilística (CDA) del Automóvil Club Argentino (ACA), que controla campeonatos organizados por entes privados (por ejemplo, el SuperTC2000, del Grupo Clarín, o la Asociación de Rally), o delega el poder en federaciones regionales: una de ellas es la Asociación Corredores Turismo Carretera (ACTC), que organiza y fiscaliza sus propios torneos. La ACTC nació como una entidad gremial pero hace rato que adquirió otra envergadura.
Para los argentinos, las selecciones de automovilismo fueron en los papeles los representantes nacionales en el Mundial de Fórmula 1, que el ACA ayudó a crear en 1950. En aquella década, los éxitos de Juan Manuel Fangio y, en menor medida, de José Froilán González, se vivieron como triunfos nacionales. Esa interpretación se extendió a los ’70, cuando una serie de deportistas individuales (Carlos Reutemann en Fórmula 1, pero también Carlos Monzón en boxeo o el propio Guillermo Vilas en tenis) defendieron el prestigio nacional en el deporte internacional hasta que la selección de fútbol ganó el título mundial de 1978.
La Fórmula 1, el máximo torneo mundial de automovilismo, dejó de ser organizado por la FIA tras un largo proceso litigioso con los constructores de autos liderados por Bernie Ecclestone. El "traspaso" se concretó efectivamente en 1982, con la firma del Pacto de la Concordia –la auténtica Carta Magna de la disciplina– y se cerró con la venta de los derechos comerciales, que la FIA transfirió en 1997 por 100 años a cambio de la irrisoria cifra de 300 millones de dólares. En manos privadas (ahora el consorcio estadounidense Liberty Media Inc.), la confrontación nunca es entre naciones.
"Un piloto argentino en Fórmula 1 tendría un indudable efecto positivo en el automovilismo nacional", opina Hugo Mazzacane, titular de la ACTC. Su hijo Gastón fue el último, con cuatro carreras disputadas en 2001. Sin embargo, los pilotos jóvenes perdieron interés en competir en el exterior, en general, entre otras razones porque no hay federación que pueda sostener esas cuantiosas campañas necesarias para llegar al pináculo del automovilismo mundial. La BBC calculó recientemente que son necesarios entre 7 y 8 millones de dólares, viviendo en Europa, para financiar una campaña que acabe en la máxima disciplina.
Para colmo, los éxitos de los pocos compatriotas que persisten sus campañas en el exterior no logran repercusión, al no competir en la Fórmula 1. Este domingo, a la madrugada, dos argentinos obtuvieron triunfos en torneos mundiales de automovilismo: el cordobés José María López ganó las 6 Horas de Shanghai, del Mundial de Endurance (coches sport), y el porteño Esteban Guerrieri logró la victoria en Macao en la prueba de cierre de la Copa Mundial de autos de turismo (WTCR). En ambos podios sonó el himno argentino, pero el impacto fue mínimo. Una lástima.ß
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