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“Un milagro”: Pedro Heguy, el chico que estuvo en coma tras un accidente de polo, volvió al colegio y tiene un deseo irrefrenable
Casi sin rastros visibles de la caída que a poco estuvo de costarle la vida hace seis meses, el hijo de Ruso Heguy, de 11 años, dio otro paso en su asombrosa recuperación; nunca perdió las ganas de montar de nuevo.
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“Un milagro. Van seis meses y medio, y es un milagro. Les mandé a los terapistas el video, y les dio una alegría enorme”. A Eduardo Heguy le brota la felicidad: la recuperación de su hijo Pedro es asombrosa.
El chico de 11 años se accidentó el 5 de febrero jugando al polo. Terrible: doble fractura en la base del cráneo, coma farmacológico, terapia intensiva. Operaciones, vuelo sanitario y una larguísima internación entre Intendente Alvear, General Pico, Santa Rosa, Pilar y Escobar. Y la incertidumbre: ¿viviría Pedrito?, ¿cómo sería esa vida en adelante?
Esta semana Pedro Heguy volvió al colegio. Medio año después. Y un video que difundió su papá muestra ese momento, que para muchas familias con sus chicos fue muy anhelado durante la pandemia, y mucho más lo fue para la que formaron Eduardo y su mujer, Paz Manau. Vestido de alumno de Los Robles, Pedro se pone las zapatillas anunciando que irá dos horas a clase. Sin muchas ganas, como lo explicitan su cara y su tono de voz... “Dice que me quede”, contesta pícaro el chico después de un ladrido de Loli, la perra. Como casi todo niño, a Pedro le da fiaca regresar a las aulas, pero en este caso un poco menos: le toca Matemática, su materia favorita.
El video en Instagram
En el video ya no tiene el casco. No es el casco de polo blanco y azul igual al de su padre que usaba al jugar, sino ese negro que lo protegió de todo posible golpe en su vida hogareña. El pequeño Heguy volvió a su casa el 1 de mayo, después de 85 días, y se dio una panzada de cariño al reencontrarse con sus hermanos y sus abuelos. Después, el 19 de junio, 134 días luego de la espeluznante caída a caballo, se lo vio por primera vez sin el casco doméstico. Pero faltaba algo.
Una operación. Brava, como todas, aunque menos que aquellas iniciales para quitarle hueso de modo tal que el cerebro hinchado tuviera lugar en el cráneo. Ese 19 de junio, día de nuevo video público, Pedrito ya estaba bien, contento. Y tenía algo importante por decir: “Yo ya estoy perfecto. Muchas gracias a todos los que rezaron por mí”. Las cadenas de oración y las muestras de cariño se multiplicaron en esa convalecencia, que a esa altura tenía pendiente esa ¿última? estación inquietante. “Sólo falta una operación, que es la del hueso”, anticipó Pedro, tocándose el costado derecho de la cabeza, aún hundido.
Y pasó la intervención, nomás. El 8 de julio le insertaron una prótesis de plástico rugoso, sobre la cual irán creciendo los huesos de la zona. Todo salió más que bien. Hoy Pedro tiene solamente la larga cicatriz y, pendiente, una tomografía computada a fin de este mes, para saber cómo quedó esa área. Mientras, ha venido recuperándose con kinesiología y fonoaudiología, y faltan más sesiones de terapias, claro.
“Fue el primer día de clase. Volvemos a la rutina, despacito”, cuenta Eduardo Heguy a LA NACION. “Tiene mucha facilidad para el colegio. Antes se aburría porque le resultaba fácil. Es muy curioso, le gusta la historia. Como todo chico, ahora no quería ir al colegio, pero volvió divertido a casa. Fue estar dos horas en clase, prestar atención, estar con amigos... Volver a la vida normal de un chico de esa edad”, valoró Ruso, aquel back grande en la historia del polo con la camiseta de Indios Chapaleufú II, cuatro coronas de campeón argentino y muchas temporadas como 10 goles de handicap.
También él, que ahora es director técnico de Murus Sanctus en la Triple Corona, regresó a la rutina. Este miércoles volvió a jugar al polo, algo que no hacía desde la propia caída de su hijo, un semestre atrás. A sus 55 años, y con caballos rozagantes, quedó agotado después de ocho informales chukkers de práctica; cuarentena y cuidados a Pedrito mediante, no se daba ese gusto desde el año pasado. Algo totalmente inusual en un polista de cuna que vive rodeado por caballos desde que nació.
Pero claro que valió la pena toda esta espera: Pedro está bien. Muy bien. “Creció muchísimo. Está más alto, más grandote. Estuvo débil y flaco, pero se estiró más de 6 centímetros y subió 15 kilos desde que se despertó. Empezó a ir a entrenamiento para la parte motriz, para tomar más fuerza, y para ponerse a tono en la parte aeróbica. Y le cambió la personalidad en algunas cosas: ahora está más cariñoso, más desinhibido. Eso sí: sigue siendo alegre y calentón”, celebra Ruso. Su pequeño ya no es tan pequeño: cumplirá 12 años el 28 de octubre, pero físicamente ahora parece mucho mayor. Será corpulento como su padre y alto como su abuelo materno, el papá de Paz.
Todo va sobre ruedas en la recuperación del chico que tuvo en vilo al ambiente del polo en el último verano. ¿Y qué pasará en adelante? Pues... “Él quiere subirse al caballo. Es su sueño”, afirma Eduardo sobre Pedro. El chico no se amilana después de todo lo que pasó. Es un Heguy, al fin y al cabo. “Desde el día 1 dice «cuándo voy a poder volver a subirme». Estamos instándolo a que no, pero lo lleva en la sangre. Y es algo que no podemos privarle a futuro. Es su zanahoria. Tiene 11 años y una vida por delante. No tiene que apurarse. Hay que ver cómo va evolucionando”, advierte su papá en la charla con LA NACION.
Por lo pronto, eso es cosa del futuro. Un futuro incierto, y no muy cercano. Lo que hay hoy es un chico que se repone bien, mejor que lo previsto, y que ya está yendo a clases. “Entre la ciencia y la fe, y la fuerza y el apoyo de la gente con oraciones, éste es el resultado”, agradece Eduardo Heguy ese “milagro”.
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