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Simón, el Novillo Astrada adolescente que es heredero de Javier y un día le enseñó a Mick Jagger
“El polo me hace recordar a mi viejo cada vez que entro a la cancha y cada vez que vengo al club”, dice el jugador de 16 años, aún con 0 de handicap; sus parecidos deportivos y personales con el ex delantero de La Aguada y aquel encuentro con el líder de The Rolling Stones.
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Su voz es potente y lo hace parecer ser mucho mayor que lo que es, durante una serie de mensajes intercambiados para coordinar la entrevista. Pero cuando Simón Novillo Astrada llega a La Aguada en el asiento del acompañante y conduce su mamá, Delfina, que lo llevó hasta allí y lo llevará de regreso a San Isidro una hora y media después, se cae en la cuenta de que tiene tan sólo 16 años, y casi toda la vida por delante.
Luego de recorrer su caballeriza, donde un rato más tarde se detendrá a mostrar cuadros con recortes de LA NACION, y de conseguir dos sillones para hacer la entrevista al aire libre, Simón apela al polo para recordar a su papá. Claro: Javier Novillo Astrada fue supercampeón en 2003, en una temporada soñada de La Aguada, cuando se triplecoronó junto a sus hermanos. “Siempre que veo los recortes de diario no puedo creer lo grandes que eran, esos años que tuvieron, que no pude llegar a vivir. Pero los imagino y miro muchísimos videos y partidos, que me hacen sentirme ahí”, se emociona, entre sorprendido y orgulloso de aquella gesta familiar, culminada con un 12-10 a La Dolfina en Palermo y que involucró a su padre y a sus tíos Ignacio, Miguel y Eduardo Novillo Astrada.
Él anda por un camino mucho más incipiente: hace poco ganó la Copa Comienzo, que disputan equipos de entre 0 y 6 goles de handicap, en una final en el propio Campo Argentino de Polo. Simón está poco más que en el punto de partida: tiene 0 de valorización, aunque hay indicios de que pronto será subido a 2. Y posee genes propios y caballos en la familia como para avanzar bastante más, por supuesto.
“El polo me hacer recordar a mi viejo cada vez que entro a la cancha y cada vez que vengo a La Aguada. Es como si me sintiera muy cerca de él. Yo tenía 9 años cuando pasó, pero todo me hace tener buenos recuerdos de él”, afirma quien era muy chico cuando su papá falleció por una enfermedad, en 2014, pero que aun así atesora esos instantes. Y los nutre de lo bueno que todo el mundo dice de Javo cada vez que sale el tema: “Lo que más me queda es lo íntimo de mi viejo, que era muy buena persona, que siempre tenía buena cara. Y en cuanto al polo siento que aún lo tengo al lado, porque tengo a mi abuelo [Eduardo] y a mis tíos, que son la réplica de mi viejo. Ellos ayudan, a mí y a todos los demás”.
Video evocativo de Javier hecho por Miguel Novillo Astrada
“Un verdadero 10 goles de la vida”, describe el sitio digital del club La Aguada a Javier, y así se lo recordará por siempre. A Javo se lo evoca como a alguien amable, predispuesto, de bajo perfil y muy atento a sus responsabilidades, y si bien su hijo vive en pleno su adolescencia, con gustos que tienen que ver más con su edad que con lo que podría ser de su vida en el futuro, Simón reconoce mucho de su padre en su propia forma de ser. “Como personas tenemos bastantes parecidos. Siempre me enseñaron a tratar bien a la gente y siempre tuve presente eso de él: cómo interactuaba con la gente. Y además tenemos las mismas metas y motivaciones. Diferentes razones, pero el mismo camino”, agrega quien además de esas pocas memorias nítidas que tiene se basa en lo que cada persona que se cruza le recuerda. También contribuyen a tenerlo presente esas botas de polo que heredó de Javo y usa con mucho cariño. “Los dos pares de botas que tengo eran de él. Los cuido, pero no tanto como él. Me encargo de baquetearlos un poco”, bromea, y vuelve a reír.
A tan corta edad, Simón debe lograr el balance perfecto entre el polo y el colegio. Por ello debe optimizar los tiempos de viaje ida y vuelta entre su casa y Luján. Hasta ahora viene funcionando: “Yo creía que iba a irme peor en el colegio el año pasado. Cuando la temporada empezó a abrirse y vinimos a jugar casi todos los días, pensé que se me iban a atrasar más materias para este año, pero terminé con bastantes menos que las que creía”, hace su balance. Y sonríe.
Al joven polista le gusta mucho la vida social y disfruta las horas en las que tiene clases presenciales en el colegio Newman, el mismo de su papá y de sus tíos. Sabe que esa etapa terminará dentro de un tiempo no muy lejano y quiere exprimirla al máximo. También ama el deporte, pero no se siente presionado a decantarse por el profesionalismo o por lo académico. “En este momento me siento en el medio como para decidir el día de mañana si seguiré en el polo o estudiando una carrera. Me gustaría estudiar administración de empresas en la UBA, que dejaría mucho tiempo para jugar al polo, porque está ordenada para que uno pueda armar su propio camino, con menos cursada fija. Y también me gustaría la gastronomía, porque me encanta cocinar. Mis especialidades son las hamburguesas, las comidas con carne. Me divierte mucho hacerlas. Miro videos todo el día, pero todavía no sé. Lo digo fantaseando”, apunta este Novillo Astrada hermano de Manuel (19 años), Nina (14) y Clara (11).
Jugó los clásicos torneos infantiles, como la Copa Los Potrillos y la Tolo Polo, y campeonatos internos de clubes en Luján. “Me motiva estar rodeado por polistas profesionales”, valora, queriendo ser uno, pero dudando. “Todavía estoy viendo. Me encantaría, obviamente, ser polista, pero no es tan fácil. En la época de mi viejo y mis tíos, ellos pudieron estudiar y terminar muy bien el secundario y más tarde empezaron a subir de handicap. Ahora hay otros métodos: hay chicos que tienen mi edad y ya están jugando el [Argentino] Abierto”, observa.
Profesional o no para él más adelante, el polo siempre será para Simón un punto de contacto con su padre: “Me notan varios tiros en común con mi viejo, como el revés. Quizás nos parezcamos más en el futuro, pero hoy me dicen «mirá: tu viejo jugaba así, y hacía esto». Y toda referencia a él es sobre polo”, narra Simón. En el club y en reuniones familiares, recibe muchos consejos de sus tíos. Incluso... en silencio. “Veo tres o cuatro veces por semana a mis tíos. Me guían mucho. Además de animarme y motivarme para el polo, me ordenan para el estudio y me piden que priorice las dos cosas. Sin decírmelo, me lo transmiten. Eso está muy bueno”, destaca quien tiene en el podio de jugadores admirados a Adolfo Cambiaso, Facundo Pieres y su tío Miguel Novillo Astrada. “Jugar Palermo me encantaría, pero no lo pienso tanto ahora. La pandemia no me hace pensar tanto en el futuro”, menciona.
Javo y una de sus mejores yeguas, Neblina, en una pintura
No siente apuro. Hoy quiere aprovechar todo lo que le gusta. Es hincha de Boca, pero no fanático, ya que prefiere la acción antes que ser mero espectador. “Tengo un montón de aficiones. Desde chiquito me gusta el skate, y de hecho tengo una rampa en mi casa. Ahora no hago tanto como antes, pero era bastante bueno. Me encanta hacer mucha actividad con mi abuelo Taio [Eduardo], jugar al tenis y al golf. Lo divierte enseñarme, porque soy su réplica más chiquita”, expresa alegre.
Su gusto musical pasa por el reggae, pero no fue impedimento para disfrutar del lujo que se dio cuando el rockero Mick Jagger, durante la última gira de The Rolling Stones por la Argentina, en 2016, fue a ver polo y comer un asado en La Aguada. “Estuve ese día y charlé un poco con él. Hasta le enseñé a andar a caballo y le presté uno de los míos. Me acuerdo patente. Él estaba en una casita chiquitita de acá, ensayando con sus cuerdas vocales. Hablamos dos segundos cuando él se sentó muy tranquilo para mirar una práctica de polo. Y otra vez vino Al Pacino. La rompió La Aguada ese año”, cierra Simón Novillo Astrada, el hijo de Javier que siempre tendrá una sonrisa a mano para recordarlo. Y para imitarlo.
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