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Luto en el deporte. La intimidad del polista fallecido en el Abierto de Palermo y el tierno video con su nieto
El video que hace un tiempo subió el polista Facundo Sola a su cuenta de Instagram hace un tiempo muestra cómo era su papá, Rubén: un enamorado de los chicos. Sean los propios, o sus sobrinos, o los hijos de amigos o conocidos de amigos. Para todos tenía tiempo, predisposición y buena onda. "Traelo al campo que lo hacemos montar en un petiso", le decía al interlocutor de turno. En la imagen, se lo ve arriba de un auto, cantando y jugando con una de sus debilidades: su nieto Silvestre, los dos con sus boinas. Disfrutando como en otros tiempos, fruto de la relación con Ana Rosa Ricci, su compañera de toda la vida, lo hizo con Facu, Delfina y Rosario, sus tesoros.
Rubén, Rubencito o Rubencho para todos, fue despedido este lunes por familiares, amigos y allegados en el cementerio Memorial. Sabía que lo querían, aunque quizá no tenía noción de cuánto. Su repentino adiós a los 55 años conmovió el domingo al Abierto de Palermo, ya que se produjo casi en coincidencia cuando en la cancha N° 2, Las Monjitas, con Facundo jugando un gran partido, acababa de derrotar a La Natividad por 11-9 en el mejor partido del torneo. Fue un contraste muy fuerte y un dolor inmenso que se propagó con el correr de las horas, en medio del estupor.
El video con el nieto: un Rubén Sola auténtico
¿Cómo era Rubén Sola? Transcurría el otoño de 2007 cuando, para una producción especial con las promesas del futuro, Facundo Sola, que por entonces tenía 17 años y 6 goles de handicap, llegó al Campo Argentino de Polo. Lo acompañaba Delfina, de 18, que estudiaba Ciencias Económicas. Facu había soportado un golpe durísimo apenas unos días antes, con el deceso de uno de sus mejores amigos, Christian, en un accidente automovilístico. Casi que estaba para pegar el faltazo, con argumentos lógicos. Pero Rubén lo agarró y le dijo: "No podés fallar. Compromisos son compromisos". Y Facundo viajó desde Washington, en Córdoba, los 650 kilómetros hasta Palermo para la nota en conjunto con Nicolás Pieres y con Christian Laprida (h.) para la revista Polo Mundial. Los consejos paternos que quedan para siempre.
Ese día, en esa nota, Facu dejó en claro que soñaba con jugar en la cancha 1 que contemplaba con admiración. La misma con la que hablaba de Rubencho, que fue protagonista de varios Argentino Abierto y llegó a tener 8 de handicap. "No necesitó motivarme mucho. Siempre me apoyó a full. En realidad, toda la familia. Rubén le mete garra para tener buenos caballos, una organización buena, y que podamos jugar los dos juntos. Jugar Palermo con mi viejo sería un sueño, algo impresionante. Ojalá se dé", contaba el adolescente, dueño de un sentido del humor que lo destaca.
Concluida la nota, le pedimos a Rubén que brindara una mirada sobre su hijo. "A Facu le gusta el polo por demás. Cuando uno ve a un hijo que empieza a vincularse con una actividad, lo incentiva y espera que le guste…¡pero no tanto como a él! La verdad, no tuve que esforzarme demasiado porque se motivó solito. No era muy difícil que ocurriera eso: soy profesional del polo y todo esto lo mamó desde chico, viajando conmigo por el mundo. A esta edad, con 17 años, ya vamos juntos a jugar afuera, preferentemente en Estados Unidos. Pero ojo, siempre lo quise hacer estudiar. Está en 5° año del secundario, en la escuela de Coronel Moldes. Siempre le dieron apoyo, le justificaron las faltas. Cumplía a la distancia. No quería que perdiera la regularidad ni que se apartara de sus amigos de toda la vida, los de la infancia. Porque le tocó pasar mucho tiempo con mis amigos, diría que más que con los suyos: con Milo Fernández Araujo, que además es su padrino; con Alejandro Agote".
"¿Cómo lo veo polísticamente hablando? Todo lo que hace Facu lo piensa en función del polo. Por ejemplo, practica conmigo pelota paleta para la vista, para tener mejores reflejos. También se entrena con mi preparador físico. Creo que todavía le falta jugar el polo bueno, jugar competencias. Tiene fuerza, habilidad, manejo y muestra madurez. Y es plenamente consciente de que en esto hay un tema clave: montarse bien. Algunos lo hacen con plata, otros con plata y laburo. Siempre le pusimos billete a mejorar las crías, algo que hoy es un tema artesanal. Facu compra caballos, se va armando. Lo importante es que está muy compenetrado en jugar el polo de la Argentina. Viaja, sí, pero está mentalizado para llegar al Abierto. Es lo que quiere, lo que anhela. Conmigo o con otro equipo".
Supo Rubencho de sacrificios. Su padre, Rubén, tenía un íntimo amigo allá en Córdoba: Enrique Mana, también polista y padre de Pablo, excombatiente de Malvinas que trabaja con Adolfo Cambiaso en el campo de Washington. "Una vez -dice Pablo Mana- me mandaron de pupilo a un colegio de Río Cuarto. Al año siguiente, Rubencito me preguntó cómo era eso estar de pupilo lejos de casa y le dije 'bárbaro'. Entonces se vino nomás. Yo me volví a los dos años y él se comió toda la secundaria ahí. Cada vez que me veía se reía y me decía: '¡Qué bien me la hiciste!'. Sin dramas. Un tipazo".
Más allá de la anécdota de juventud, Pablo rescata lo apasionado que era Rubén: "Un perfeccionista, pura exigencia y perseverancia. Le metía fichas a Facu para que fuese profesional. No es casual que hoy sea lo que es, con sus 9 goles y jugando en Las Monjitas. Lástima que no lo haya podido disfrutar un poco más".
Antes de ser polista, Rubén se destacaba en fútbol en el club de sus amores: Belgrano, de Coronel Moldes. También se lucía en el frontón de pelota paleta de Vicuña Mackenna, la localidad donde vivió. Se cuidaba mucho físicamente, casi por rutina. En las comidas, con las bebidas. Dicen que era difícil seguirle el ritmo y que se divertía cuando le hacían bromas por su forma de hablar acelerada. Después, el polo y los caballos lo atraparon. Ya de chico se lo veía bien campechano, de bombachas, botas y boina.
Era un tipo manso Rubén Sola. Buena gente. Noble. Vivía los partidos de Facundo con una energía desbordante. Como que se transformaba. El domingo 9 de diciembre de 2018 quedó inmortalizado en una foto en la que se lo ve de cara al cielo festejando el triunfo en las semifinales de Las Monjitas sobre Ellerstina en una tarde-noche lluviosa. Había tenido un aviso por su salud hace un tiempo y se sometió a tratamientos que surtieron efecto. Volvió a Palermo, allí donde este domingo iba y venía a los palenques al auto desde donde seguía atentamente el partido con La Natividad. De los festejos al silencio. Y el adiós inesperado. Con el homenaje que se espera el próximo domingo en otro choque entre Las Monjitas y Ellerstina y acaso Facundo rindiéndole tributo donde Rubén soñó con verlo siempre: en la cancha 1. Brotaron los recuerdos. Como el de ese video del abuelo tierno cantando y haciendo morisquetas que quizá se haya ido sin tener registro de lo mucho que lo querían todos. O tal vez sí, pero cuya humildad jamás le permitió vanagloriarse de ello.
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