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Tacos y pinceles. Gómez Romero y Moy, las manos de dos pasiones
Uno fue referí, es veedor, juega, cría y pinta, haciéndole un lugar al polo en su obra costumbrista; el otro construyó como arquitecto y ahora interpreta con distintas técnicas a los mejores del mundo
Los unen dos pasiones fuertes. Con matices, claro. Pero para Alejandro Moy y Augusto Gómez Romero polo y pintura significan tanto que todos los que los ven todos los días y desde hace años en los torneos y en las canchas no saben a ciencia cierta qué fue primero, el pincel o el taco.
"Lo heredé naturalmente de mi padre, Alejandro", cuenta Moy. "A los 4 o 5 años lo veía dibujar todos los días y yo dibujaba todos los días también. Toda mi vida dibujé, siempre rodeado de caballos; vengo a ver polo desde siempre, mi papá jugaba. Después estudié, fui a un taller que se llama Estímulo de Bellas Artes, que está en el Centro y trabajaba con modelo vivo, hombre o mujer, todos los días. Cambiaban de posición, había que aprender las líneas y qué es lo que define esa forma, ahí está el valor y el secreto, en interpretar, no copiar. Lueo estudiè arquitectura y tuve mi estudio, pero un momento dado dije me voy a dedicar a esto y hoy lo agradezco mucho. Como arquitecto lo último que hice es este camino de Palermo, la ampliación y puesta en valor de este paseo peatonal, en 2007". El contexto es el Abierto y ya se puede tomar nota de lo que significa este deporte para él.
Augusto marca una de las diferencias entre ambos, el rigen: "Empecé en 1985, pero dibujo desde chico. Se peleaban por robarme los cuadernos míos de la facultad (es veterinario) y la realidad es que ese año fui a jugar a Palm Beach y una galerista, Jeanne Chisholm, me convenció de que empezara a pintar porque vio lo que yo dibujaba allá, hizo un vernisage y vendió los seis dibujos que tenía. «Ahora te vas a la Argentina, tomá clases, empezá a darle color a tus trabajos». Volví que me creía Picasso. Tomé cuatro clases para que me cuenten que esto es acuarela, esto pastel, esto óleo, esto aguarrás, esto acrílico, pero soy autodidacta".
Las técnicas también difieren, pero los dos abrevaron en casi todas. Cuenta Moy: "Uso lápiz, óleo, acrílico, tintas, pasteles. Es como un desafío y una búsqueda permanente de representar el polo y el movimiento del caballo de todas las maneras que estén al alcance. Mezclás técnicas y te vas sorprendiendo de los resultados. Yo sé cómo corre, como pisa, la actitud del caballo. Cuando uno pinta cosas específicas, además de la parte artística tiene que estar en orden lo técnico."
Y Gómez Romero, que de paso cuenta la escuela a la que responden sus telas: "Hago todo óleo ahora, por el manejo del color; hice acrílico, pastel. Es más fácil el acrílico para el hiperrealista porque seca enseguida. Mi pintura es costumbrista, soy hiperrealista, pinto paisajes, muchas costumbres argentinas, tradiciones, me meto en la historia, pinto indios, gauchos, caballos, trabajos rurales, casi todo es tradición".".
Los dos jugaron. Gómez Romero llegó a 6 goles, hizo una carrera en Estados Unidos y juega con sus hijos, además de criar en Azul, donde su padre fue intendente. Moy sonríe cuando explica que nunca tuvo hándicap y que la espalda lo hizo abandonar esos remansos que se daba arriba de un caballo, taqueando. Augusto fue referí y ahora es veedor, aunque le gusta decir que su rol es el de ayudador. "Dejé el referato hace seis años, justo cuando cumplí los 20 años de actividad. Dirigía solamente la Triple Corona y el Jockey. Dije éste es el momento, ya hice muchos amigos (se ríe), todos cumplimos un ciclo". Ahora, su inmobiliaria de campos en San Martín de los Andes y Buenos Aires lo absorbe casi por completo. "Hago algunas clínicas, sobre todo en Brasil (donde vive una hija y una nieta suyas), que está mejorando mucho y me gusta ayudarlos, volcando mi experiencia".
Las obras de Moy son populares. Ocupan varios espacios en Palermo, como el de la Asociación y está en el logo de Las Monjitas, por caso: "Uno saca cosas que no sabe que tiene con los bocetos, ensuciando papeles. No hay que respetar la tela, sino, invadirla. Es esa sensación que hay que lograr para no hacer las cosas bien y punto. Hay que tomar un riesgo". Augusto expone en el Socorro, con Alerto Basavilbaso. "Mi pintura es costumbrista, soy hiperrealista, pinto paisajes, muchas costumbres argentinas, tradiciones, me meto en la historia, pinto indios, gauchos, caballos, trabajos rurales, casi todo es tradición".
El estudio de arquitectura de Moy se convirtió en uno de pintura. "Yo construía como arquitecto pero al mismo tiempo pintaba, lo que lleva mucho tiempo, incluso organizar exposiciones, viajar y la arquitectura me limitaba. Un día me lo cuestioné y deduje que debía dedicarme a una sola actividad. Fui terminando las obras que tenía en construcción y por suerte hoy puedo vivir de la pintura". Gómez Romero, en tanto, tiene ese horizonte bastante lejano, estima: "Podría vivir de esto pero tengo todo lo demás. Ya veré cuando me ponga viejo, dentro de muy poquito; ahí voy a pensar en la pintura. No pinto tantos motivos de polo porque hay muchos pintores de polo muy buenos en el mundo; tenés a Alejandro Moy acá. Lo que ocurre es que juego polo, arbitro polo, ahora soy ayudador, crío. Es mucho".
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