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Los Cambiaso: unidos por los caballos, pero lejos de ser clones
Adolfo y Mia, padre e hija, se coronaron el mismo día en Palermo en sendas finales frente a Ellerstina; el crack, 100% profesional, y la adolescente, jugadora temporal y aplicada en la escuela, tienen caracteres distintos
Él tiene 42 años. Ella, 15. Y se nota que son padre e hija adolescente. Ella lo pelea un poco; él se divierte. De hecho, la historia de Mia Cambiaso campeona del primer Argentino Abierto femenino de polo tuvo algo de eso. “Parecía muy difícil. Cuando empezaron, yo las volvía locas, les decía que no tenían chances... Ellas tienen un chat de equipo y como yo empecé a boquear me metieron al chat. Ahí yo les metía alguna foto o hacía alguna cosa como para picarlas. Y terminaron logrando lo que lograron”, cuenta Adolfo Cambiaso en las caballerizas de La Dolfina, una mañana diáfana de Cañuelas.
El mate va de mano en mano.Mia, aún con el pelo mojado, anda por acá y por allá orgullosa con su suplemento de LA NACION del día en que ella y su papá salieron campeones argentinos por sendas victorias de La Dolfina sobre Ellerstina en tiempo suplementario. Para Adolfo fue la corona número 14; para su primogénita, la victoria que grabó su nombre en la chapita del primer campeón femenino de Palermo. Ahí, en esa La Meca del polo, la chica había ganado en 2016, a los 14, un test-match con la camiseta argentina frente a Inglaterra. Una carrera meteórica para una polista... “temporaria. Ahora que terminó el polo hace tropillas, es gauchesca... No es una polista 100% dedicada. Le gustan, sí, 100% los caballos. Pero cada año a cierta altura la agarra el apuro porque no taqueó... El último mes taqueaba todos los días, y por ahí la veías taquear a la noche. Pero durante el año se olvidó. ¿Viste cuando vienen todos los finales y estudiás en un mes? Y pensás “¿pero por qué no estudiaste antes?”, la pincha el creador de La Dolfina. “Ahora voy a ir al campo y voy a robarte todos los caballos. El año que viene voy a estar remontada, porque en éste fue una lucha sacarle un caballo”, retruca la adolescente.
Que tiene su carácter, por cierto. Como cuando no hablaba en el auto camino a Palermo para jugar el partido decisivo. “Contale el susto que tenías antes de la final”, aparece sorpresivamente David Stirling, compañero de Adolfito en el equipo de 40 goles. “Estábamos todos diciendo «tranquila, tranquila», haciendo de psicólogos. Una cara de o...”, revela Pelón, y desata una risa generalizada, incluida la de Mia.
Su voz suave puede engañar; Mia cuadra con el nombre de su conjunto campeón, La Dolfina Brava. Se reconoce así. Pero a la vez es respetuosa: si se superponen ambos al hablar, ella cede al padre el turno.
–¿En qué se parecen y en qué difieren?
Adolfo: –Yo tengo mucho mejor humor que ella [risas]. Seguro. Olvidate: no hay comparación.
–Y la hija no lo niega...
Adolfo: –Qué va a negarlo... ¡Imposible! [Mia ríe suavemente] Preguntale a Pablo [Mana, el manager].
Mana (irónico): –Es buenísima...
–¿Buenísima cuando duerme?
Adolfo: –Tampoco...
Mia: –¡Tampoco! [ríe]
Mana: –Cuando la llevo, si está de buen humor, charlamos todo el viaje. Cuando no, se pone los auriculares o pone música a fondo, me aturde todo el viaje y no me habla.
Adolfo: –Poroto [su hijo de 12 años] es más parecido a mí en el humor, y ella, más a la madre. Por ejemplo, en el desayuno conversamos Poroto y yo; no sabés lo que es una mañana con mi señora y Mia Cambiaso... Puede terminar en cualquier cosa.
Mia: –¡Sí! A la mañana te levantás de mal humor, querés estar sola y ustedes dos... Poroto no para de hablar, todo el día habla de caballos, y vos, con una sonrisa de acá a acá...
Carcajada general en los boxes de donde ya se fueron al campo de Washington, Córdoba, los mejores ejemplares de Cambiaso, como Cuartetera y sus siete clones. Mia heredó genética de Adolfo, pero están lejos de ser clones. Ella es buena en la escuela, en su régimen especial: por los viajes de la familia al exterior durante varios meses por año, los acompaña una maestra particular y ella ve a sus compañeros de Cañuelas sólo de septiembre a noviembre. “No salieron a mí en eso. Ninguno se lleva nada. Y Poroto... es el más botón. Saca un 9 y semillorando va a la maestra y le dice «¿por qué no saqué un 10? ¿En qué me equivoqué?»”, afirma divertido Cambiaso.
–Ésos son genes Vázquez...
Adolfo (al mismo tiempo): –Salió del lado Vázquez. [carcajada] Espero que para el deporte salga más de mi lado. Pero ésta también es buena, ¿eh? Ésta no se lleva nada.
Tampoco coinciden en la música. “Yo escucho las canciones de ahora; éste está medio atrasadito... ”, ataca Mia en medio de una risa general. “No. A mí me gusta Phil Collins. Es mi ídolo. He ido hasta su casa una vez, en Inglaterra, y lo conocí”, contesta quien es famoso entre los suyos por su versión de “New York” en los grandes festejos. Para su hija está lejos de Frank Sinatra: “Le sale más o menos... Pero le pone onda, por lo menos”, ríe Mia.
En casa, Adolfo es quien suelta rienda a los chicos y María Vázquez, su señora, quien sujeta. Mia piensa tomarse un año sabático entre caballos en el campo cuando termine el secundario... Habrá que ver cómo resulta esa negociación. Ahí puede haber más sintonía con el papá, con quien no todo es tira y afloja. De hecho, ella eligió que su casco sea gris con una bandera argentina atrás, en homenaje a... “Sí, sí... Más vale”, alude.
Sufrió cuando el La Dolfina masculino fue al alargue. “En la tribuna teníamos cerca a unos de Ellerstina... ¿Sabés cómo empezamos a saltar y gritar?”, recuerda. Y viceversa, también sufrió Adolfo, pero de otra forma. “La pasé medio mal antes de nuestra final. Vi por teléfono el partido de ellas. Me arrepiento de no haber estado en ese momento, que fue muy emocionante. Debería haber estado, pero tenía que jugar la final. Hoy es puro disfrute. Fue una semana histórica para nosotros. Por ahí no ganan nunca más, pero al primer Abierto femenino de la historia lo ganó La Dolfina. Y Mia, ganarlo la primera vez que lo juega... ¡No creas que es tan fácil, ¿eh?!
–¿Cuál es tu objetivo como polista, Mia, si tenés uno ya?
Mia: –Ahora, con esto del Abierto, me dan ganas de jugar más.
–Y para vos, como papá, ¿cuál es el objetivo para con Mia?
Adolfo: –Me gustaría que siguiera jugando, pero por diversión. Y que hiciera sus diferentes actividades: pasa de ser modelo por un rato a ser tropillera, a polista... Está bueno. Que fuera polista profesional... no. Olvidate.
Mia (riendo): –Para que no te robe a las Cuartetera... Si llego a ser polista, tengo todo yo.
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