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La intimidad de los chicos que revolucionaron el polo mundial en 2019: cómo sienten y piensan los hermanos Castagnola
¿Qué hace una media verde como atrapada por el acelerador de un ciclomotor? "Cosa de adolescentes", se dispara el pensamiento, poco antes de una entrevista con los hermanos Castagnola en sus caballerizas. Son los chicos que sacudieron la Triple Corona de polo de 2019. Mejor dicho, el 2019 todo: ganaron la Copa de Oro inglesa, la Xtreme League, el Juvenil, La Cañada, la Copa Coronación (el mayor), la Copa de Plata española (el menor) y muchos otros trofeos, se clasificaron para el Argentino Abierto y, sobre todo, voltearon a rivales superiores y asustaron a dos de los tres más grandes ante tribunas palermitanas que ellos llenaron.
Treinta y seis años pasaron sin que el polo viviera semejante entusiasmo por un equipo que despuntara. Bartolomé (h.) y Camilo Castagnola no eran ni un proyecto de personas cuando en 1983 Indios Chapaleufú prorrumpió en La Catedral con los hermanos Heguy y produjo hinchas en serie. Ahora, a estos nuevos hermanos, la gente los hizo suyos con ovaciones, festejos, aplausos, y hasta abucheos a fallos en contra. Ellos devolvieron con creces: el suyo era el peor cuarteto en handicap (28 goles), pero ganó dos de cuatro partidos y terminó quinto entre diez. Y jugando en el grupo más difícil...Y acá están los Castagnola, en su campo/club/casa de Cañuelas, uno de esos lugares de la Argentina en que la inseguridad todavía no ha modificado las costumbres. La tranquera es testimonial: está abierta de par en par en La Natividad, entre Vicente Casares y Alejandro Petión, donde lo urbano ya deja paso a lo suburbano. Aquí, a unos 800 metros de La Dolfina, viven y se entrenan los chicos a los que el ambiente señala como dueños del futuro del polo.
Y la media verde sigue ahí, como si usara el manubrio cual tendedero. Y seguirá. No es un descuido adolescente, pero la adolescencia tiene que ver con el tema. Un calcetín atascado ahí sirve para jugar al polo-moto: la media traba el acelerador mientras la mano de ese lado, la derecha, empuña el taco. Un pasatiempo que suena más riesgoso que divertido, pero que para los Castagnola es más divertido que riesgoso. Y útil para el taqueo: en vez de bochas, usan pelotas de tenis, que saltan mucho más y son más difíciles de dominar. "Si somos más de dos contra dos se pone un poco peligroso y a mamá no le gusta mucho. Nosotros jugamos a fondo, nos gritamos los goles y todo. Mal", cuenta desde su inocencia Camilo, el menor. "Mamá" es Camila Cambiaso, hermana de Adolfito.
Así, entre el desparpajo de sus 19 y 17 años y la responsabilidad de un mundo de primer nivel deportivo y de patrones extranjeros, se manejan Barto y Jeta, las apariciones individuales más impresionantes del polo desde que Facundo Pieres irrumpió en la serie Tortugas-Hurlingham-Palermo hace 16 años. A cada uno le subieron dos goles el handicap en diciembre: Barto pasó de 7 a 9, como el tío Adolfito en 1992, y Jeta, de 6 a 8, como Facundo en 2003. Y ya con 36 en vez de 28, La Natividad encarará la Triple Corona de este año como el tercer conjunto, detrás de La Dolfina (40) y Ellerstina (39).
Pero no saben lo que es la presión estos chicos. Hijos de Lolo Castagnola, siete veces campeón argentino y ex 10, y sobrinos de Cambiaso, uno de los dos mejores polistas de la historia, bien podrían sufrirla. De paso, simpatizante que los ve, simpatizante que les remarca lo buenos que son y que van a ser. "Siempre nos dicen «son unos cracks», «son el futuro». No les damos mucha bola. Es lo que nos dice todo el mundo, sí, pero ni pensamos en eso. Falta un montón", advierte Barto, desde la franqueza, tal vez inconsciente, tal vez demasiado madura, de su condición de teenager. La voz calma del número 3 refuerza la idea de que ni un milibar, hectopascal ni atmósfera, ni ninguna fuerza G se posa en las mentes de ambos. "¿Te digo la verdad? Cero. Nada. Nada pero nada, ¿eh? Todo el mundo dice lo de ser hijos de Lolo, que el tío es Cambiaso, pero ni pensamos en eso. Nosotros jugamos. Por ahí nos dicen «tenés la presión de ser bueno o ser bueno». Y si no llegamos, o nos va mal, ¿quién se muere? No pasa nada. Es como natural. Ni nos damos cuenta", descarta Barto. Su hermano lo certifica: "Ni pensamos en eso".
"Nosotros salimos a ganar"
Se podría suponer, entonces, que el polo les gusta pero no los fanatiza. Que vencer no tiene mucha diferencia con perder. No; no serían Castagnola en ese caso. Se le animan a todo y creen que pueden con todo. Que tienen chances –no que van a ganar sí o sí– aunque enfrente esté un peso pesado. "Contra Ellerstina repetimos las yeguas buenas porque antes del partido pensábamos «vamos a tratar de ganarle». Otros equipos hacen lista larga de caballos y tratan de pasar de largo el partido; nosotros salimos a ganar", enfatiza "Bartolito". Así lo llama su papá, el que les inculca jugar siempre para ganar. Con esa convicción conquistaron el Abierto Británico, el máximo torneo de Europa, en su primera participación. Como en Palermo, eran el "peor" equipo, con 20 goles de valorización, siempre dos menos que el adversario de turno. En el penúltimo chukker de la final perdían por cuatro. Pero triunfaron en el suplementario, con un gol de oro de Camilo. "Nunca me había pasado. ¡Una sensación tremenda!", lo revive Jeta.
Sensación más intensa que la que tuvo en el Argentino Abierto cuando el público los adoptó con gritos y aclamaciones. Camilo no se conmovió en el momento. "En la cancha, no tanto. Me pasa más cuando veo en los videos el aguante de la gente", comenta el más chico, en una de las pocas diferencias que tiene con su hermano. "¡Fue impresionante! Uno está concentrado, ¡pero recontra escucha lo de afuera! Contra Las Monjitas íbamos perdiendo por 6 a 0, Jeta hizo el primer gol y lo gritaron como si hubiésemos ganado Palermo... ¡Fue una cosa de locos! Está buenísimo tener tanta gente de nuestro lado, hinchas. Motiva", apunta Barto, que admite que llega a emocionarse: "Sí, sí, sí. Mal... Me pasa que siento en la piel...". Y después del juego, los palenques son un mundo de gente. "Hay una cantidad impresionante de chiquitos. Muchos, muchos. De 12, 13 años, que nos escriben por Instagram... Está bueno", se asombra el primogénito.
"Tener 9 de handicap me parece muchísimo. Un gol más tienen Adolfito, Pablo [Mac Donough], [Juan Martín] Nero, Pelón [Stirling], los Pieres... ¡Estoy a un gol de ellos! Gonzalito [Pieres] tiene 9... Y son unos cracks, y ganaron el Abierto" (Barto Castagnola)
También en el tema handicaps las sensaciones son un poco distintas entre los dos. Ambos subieron de a dos goles, y de nuevo el mayor es el más impresionado... aunque hasta ahí. "Afuera es mejor tener menos handicap, pero acá no influye tanto. Es un número, nomás", piensa Camilo. "Pero me parece que 8 y 9 son bastante, ¿no?", disiente Barto. "Tener 9 me parece muchísimo. Un gol más tienen Adolfito, Pablo [Mac Donough], [Juan Martín] Nero, Pelón [Stirling], los Pieres... ¡Estoy a un gol de ellos! Gonzalito [Pieres] tiene 9... Y son unos cracks, y ganaron el Abierto", suelta el más grande, antes de volver en sí: "Pero no pasa nada. Ni pienso en eso. Por suerte, afuera no tenemos 9 y 8. Está bueno tener menos".
¿Por qué son queridos? ¿Por qué la gente hizo fuerza por La Natividad? Sobran razones. Los Castagnola son hijos y sobrinos de jugadorazos. Son muy jóvenes. Son hermanos. Juegan lindo polo. Se plantan de igual a igual contra los grandes. Consiguen éxitos. Y tienen impecable conducta. Hasta van más allá: en el tercer encuentro del Argentino, Cristián Laprida (h.), de Cría Yatay, se cayó pero tan lentamente y a salvo que los jueces no detuvieron el juego, y Camilo se quedó a esperar al rival, desentendiéndose de la acción. Era evidente que a Magoo Laprida no le había pasado nada; de hecho, montó el mismo caballo y siguió. "Me pareció que estaba bien quedar 3 contra 3. Yo estaba fuera de la jugada. Lo vi y fui a acompañarlo", recuerda Jeta, reconociendo tímido, sonriente, que escuchó los aplausos.
La charla con LA NACION transcurre en un living de la caballeriza principal, frente al televisor en el que miran los videos de sus partidos hasta recordar al detalle muchas situaciones de cancha. De vez en cuando, curiosa, abre la puerta Lola, la hermana de 8 años, que está en el avatar de Whatsapp de Barto. Le gustan los caballos a la rubiecita, más que a Benicio, el tercer hermano, que a los 14 ya tiene clarísimo que, finalmente, no se dedicará al polo. Lo suyo es las motos, las máquinas, el campo.
Él sí que es distinto a Bartolito y Jeta. Temperamental, salió al padre y al abuelo, Chalo, aquel jugador de pato e hincha de Nueva Chicago cuyo cuerpo está enterrado entre las canchas y los boxes. Benicio se enfurece cuando lo provocan, cuentan sus hermanos, que son agua de estanque. Duermen once, doce horas. Se despiertan al mediodía. Incluso si tienen que jugar a mediatarde. "El día de la final por la Copa de Oro nos levantamos como a las 12, y el partido era a las 3. Estábamos muy jugados, a una hora y pico de viaje. Está bueno eso, porque uno ni piensa en el partido. Me levanté, comí unos huevos revueltos, tomé un mate y a la cancha. Papá subía las escaleras, bajaba, subía, bajaba... No sabés cómo estaba. Por suerte, nosotros salimos tranquilos", relata Barto. Camilo reconoce: "Dormimos mucho. Mal. El día en que jugamos con Yatay me pasé. Llegué al partido y tenía un sueño... Empecé a jugar y no daba más. Después de eso, el último día me desperté más temprano".
Cosas de adolescentes. Como mirar el teléfono cada tanto durante la conversación; como los giros "tremendo", "nada" y "mal" cuando hablan. Bartolomé tiene algunos de Bartolomé Fernando, su papá: "una cosa de locos", "es la verdad", "pienso así". Así, de alguna forma lo hace participar en la charla, luego de vetarlo: se siente más cómodo hablando individualmente con LA NACION, o a lo sumo con Jeta, que con Lolo presente. Cosas de adolescentes.
Es que son chicos todavía. Se notó cuando en diciembre pasó un tornado por su casa de Embajador Martini, La Pampa, y ellos tenían "un susto impresionante". Ahí, en el La Natividad original –del campo pampeano tomó el nombre el club de polo–, durante 20 minutos el ciclón arrasó con un galpón, se llevó el techo de una casita, hizo volar chapas cientos de metros, no permitía ver a un metro, abrió alguna ventana y dejó sembrado de pájaros muertos el lugar. Por suerte, casi no dañó a los caballos. Pero los Castagnola la pasaron mal por un rato.
"No me divierte mucho viajar. Si vas a Dubai un mes está buenísimo; si vas tres meses, ya no sabés qué más hacer. Uno se aburre un poco. Prefiero quedarme en el campo todos los días. El mejor programa para mí es ir a La Pampa. Me divierte mucho" (Jeta Castagnola)
Creen en Dios. Ven los partidos de Boca y los del seleccionado; conocen a los jugadores, aunque el aficionado al fútbol es "Lolo" –así suelen llamarlo–. Con Jeta fracturado en el radio izquierdo, ganaron en 2016 la Copa Santa Paula por su colegio, Las Cañuelas, al que dejaron en 2018 por los viajes al exterior. Camilo, buen estudiante, quiere terminarlo. A Barto le cuesta la escuela, pero la mamá los insta a que se reciban. Llevan una vida diferente a la del promedio de la gente de su edad, con varios meses por año entre Inglaterra, Emiratos Árabes, España y Estados Unidos. No presumen de eso, por más que el avatar de Camilo en Whatsapp muestra a su amigo Rufino Bensadón y a él con la torre Burj Al Khalifa, de Dubai, como fondo. "¿Te digo la verdad? No me divierte mucho viajar. Si vas a Dubai un mes está buenísimo; si vas tres meses, ya no sabés qué más hacer. Uno se aburre un poco. Prefiero quedarme en el campo todos los días. El mejor programa para mí es ir a La Pampa. Me divierte mucho", afirma Jeta. Barto, que prefiere Cañuelas, tiene la explicación: "Estar afuera está bueno pero cansa un poco. Es como normal para nosotros. Papá viajó toda la vida, y nosotros siempre con él, y ahora empezamos a viajar nosotros".
Su primera salida profesional fue en 2018. A Dubai. En un momento, temieron que se complicara. Debían partir el 2 de enero, y el 31 de diciembre, aburridos, se pusieron a jugar al... polo-moto. Era riesgoso, nomás: Barto cayó, su hermano venía atrás y con un freno le hizo algo así como la zeta de El Zorro en la espalda. "Nooo...", se dijo la víctima, pensando en el viaje. Pudo hacerlo, pero hasta el día de hoy tiene el rayón en el lomo. Otra marca, pero del polo convencional, es una suerte de sobrehuesos que tiene en el tobillo izquierdo, consecuencia de una fractura del peroné y la tibia en Rosario. "No pasa nada", se despreocupa Bartolito, que pasó por un quirófano.
El que los contrataba aquella primera vez profesional era Ali Albwardy, el patrón de Dubai, que en la temporada argentina les presta dos canchas en Cañuelas y alguna yegua (Yun Yun, a Barto). Tal es la relación que aunque este año Dubai no afrontará el circuito británico Albwardy cederá su caballada de allá a los Castagnola, que jugarán por otro conjunto (La Indiana). Y otra buena noticia para los chicos: en 2020 llegará para la Triple Corona un respaldo mucho más grande, el de Las Monjitas, que dejará de competir con equipo propio y se unirá a La Natividad. "Un regalo del cielo", lo califica Barto, que ya se entusiasma haciendo cuentas de cuántos caballos recibirá cada hermano.
La otra novedad es que se incorporará Pablo Pieres, un conocido de la casa: integró La Natividad en 2012, cuando los Castagnola tenían 11 y 9 años. "Un animal", según ellos. "Un jugadorazo impresionante, un 10 goles. Y lo que nos gusta mucho de Polito es la buena onda que tiene. Hablábamos por Whatsapp, por Instagram; siempre estábamos en contacto. Está en nuestra onda; no es un flaco que vaya a venir y a decir «hay que hacer esto». Es más relajado", lo elogia Barto. La sintonía de los Castagnola con los Pieres es general. "Son unos cracks y tienen muy buena onda. Muy buena onda", destaca el hermano mayor, enfatizando el último "muy". Los conoce bien: fue compañero de Facundo y Polito cuando conquistaron la Xtreme Polo League en septiembre/octubre, y Facu lo convocó para disputar con la camiseta argentina la Copa Coronación en julio (14-6 a Inglaterra como visitante). Ahora, con Pablo Pieres, reemplazante de Matías Torres Zavaleta en La Natividad ("se dio así por un tema de organización. Tenemos la mejor con Mati", justifica Barto), crece el potencial pero no cambian los objetivos: "Trataremos de ganarles a los grandes, obviamente. Y de llegar a alguna final", plantea el 9 goles.
Sigue en el cuarteto Ignatius Du Plessis, el back que pasó de 8 a 9 en diciembre. Si se quiere, el fundador de este equipo. El que en noviembre de 2018 cruzó desde La Dolfina Polo Ranch y propuso a Lolo unirse a sus hijos para encarar la Triple Corona. Almuerzo de pastas mediante, obtuvo un sí inmediato. La tranquera de La Natividad estaba abierta de par en par para el back, que, como buen sudafricano que es, sabe dónde están las canteras de piedras preciosas.
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