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La despedida de un mítico equipo de polo: a 40 años de la última función de los Heguy y los Harriott, y con la camiseta argentina
Siempre fueron distintos. Son de una era más romántica del deporte. Tienen sangre de campo y una mirada menos dramática de la vida. Marcaron la historia del polo argentino y mundial y al día de hoy siguen ostentando récords: Juan Carlos Harriott (h.) ganó 20 veces el Abierto de Palermo, el torneo más importante del planeta, Horacio Antonio Heguy 19 y Alberto Pedro Heguy 17. El menor, Alfredo Harriott, lo obtuvo en 13 ocasiones. Fueron parte del mítico equipo de Coronel Suárez, el que divide las aguas con la versión actual de La Dolfina en cuanto a cuál fue el mejor. Y ni qué hablar del debate: ¿Juancarlitos o Adolfito Cambiaso?
Hace 40 años, en mayo de 1980, los hermanos Harriott (Juan Carlos y Alfredo) y Heguy (Alberto Pedro y Horacio Antonio), todos 10 de handicap, jugaron por última vez juntos. Curiosamente no fue en la Triple Corona de nuestro país, sino vistiendo la camiseta argentina, en Texas. Ganaron la Copa de las Américas, el choque mano a mano con Estados Unidos para medir el poderío de las máximas potencias. Luego de esa serie, obtenida por 3-0 por la Argentina, Juan Carlos Harriott (h.) y Horacio Antonio Heguy dejaban de jugar el alto handicap. Era un momento sublime. Unico. Inolvidable. Para siempre. ¿Qué dicen Juancarlitos y Alberto Pedro al respecto?
"Nada especial. Nosotros no éramos solemnes. Terminó el partido, levantamos la copa y todo seguía igual, con la diferencia que Juancarlitos y Horacio ya no jugarían más. Pero no hicimos una fiesta", relata desde el campo en Intendente Alvear, La Pampa, Alberto Pedro Heguy. "No che, ¿sabés que no sentí nada nada en particular? Era una decisión tomada, al punto de que allá en Texas vendí todos mis mejores caballos. Fue como bajar el telón. Segurísimo de la decisión tomada. Y nunca, jamás, me agarró melancolía. Si no, hubiera seguido jugando", replica Juan Carlos Harriott (h.) desde su casa de Coronel Suárez. Ambos en cuarentena. Sin alardes. Cracks en aquellos tiempos. Cracks hoy, cuando la sencillez no abunda.
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¿Qué era la Copa de las Américas? Algo así como la Copa Ryder en golf. Un mano a mano entre Argentina y Estados Unidos. Nuestro país fue líder mundial en polo desde que ganó las medallas doradas olímpicas en París 1924 y Berlín 1936. En alto handicap, categoría en la que juegan los mejores, Estados Unidos era el único competidor que podía librar enfrentamientos con cierta paridad.
La Copa se disputó en ocho ocasiones. Las dos primeras quedaron en manos de Estados Unidos, en 1928 (en Meadow Brook) y en 1932 (en Palermo), por 2 a 1. Las seis restantes fueron para la Argentina: 1936 (en Meadow Brook), 1950, 1966, 1969 y 1979, en Palermo, y 1980, en Retama, todas por 2-0, con excepción de la última, que fue por 3-0. Y desde 1980 nunca más se disputó, por cuestiones logísticas, deportivas y económicas. Trasladar caballos en cantidad de un país a otro, más los seguros, implica un gasto organizativo millonario. Sin incluir el eventual pago que pudieran recibir los polistas hoy, cuatro décadas después y siendo profesionales. Otro escenario.
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El año anterior, 1979, en Palermo, con el equipo de Coronel Suárez vistiendo la camiseta argentina, había sido paliza: 18-6 y 16-6. Los americanos no volvieron con buenas sensaciones, pero sabían que tenían la oportunidad de revancha en 1980. Con Tommy Wayman, Red Armour, Joe Barry y el refuerzo de Memo Gracida, oriundo de México y con doble nacionalidad. Ahora bien, ¿cómo se organizaba una Copa de las Américas hace 40 años?
"En el 79, Luis Lalor, que era presidente de la Asociación Argentina de Polo, me escribió a Estados Unidos para ver si podíamos volver a jugar la serie. Recurrí a Gonzalo Tanoira (otro 10 de handicap), que era una especie de dios en Palm Beach. Hablamos con los magnates que manejaban el polo ahí. Empezamos a hablar de presupuesto. La idea era que ellos vinieran a Argentina y que con lo que recaudáramos pudiésemos costear los gastos para ir a Estados Unidos en 1980. Hacerlo en una serie de ida y vuelta. Gran parte del presupuesto lo asumió Steve Gose, dueño del Retama Polo Club, que sería la sede en San Antonio. Y así fue la historia: ellos se pagaron su viaje y estada en el 79 y nosotros fuimos allá con lo que sacamos de recaudación. No puedo hablarte de un número exacto, pero calculale unos 400.000 dólares de esa época", rememora Alberto Heguy. Y aclara: "Nosotros, jugamos gratis. Éramos amateurs".
La serie en Retama 1980 se disputó en mayo, el 24 y el 31. Dos meses antes se trasladaron unos 40 caballos, con 18 petiseros. Un mes después viajaron los hermanos Harriott y Alberto Heguy. Allá los esperaba Horacio Heguy. "Vivíamos en casas separadas, muy cerca uno del otro, pero eran todas igualitas. Así que cuando nos juntábamos a comer, la sensación era como que no nos movíamos de casa", acota Juancarlitos. Con ellos, los suplentes: Tanoira, Héctor Cacho Merlos y Alfredo Goti (también árbitro).
Los caballos eran propios y otros prestados. Juan Cavanagh, legendario jugador de Venado Tuerto (histórico equipo de los años 40), reclutaba montados de calidad que cedían criadores y amigos de los jugadores de Coronel Suárez. Todo valía para reforzar al equipo nacional. "Todo era perfecto. Los caballos estaban al pelo. Hasta la última práctica...", recuerda Harriott (h.).
La sospecha del sabotaje, latente
Una semana antes del primer partido (la serie era al mejor de tres encuentros), a las caballerizas argentinas llegó el comentario de que los caballos estadounidenses estaban con tos, producto de alguna gripe equina. El tema alertó al jefe de petiseros, Tito Lezcano, y al veterinario Alvaro Pieres. Este último intercambió opiniones con Alberto Heguy (también veterinario) y convinieron en revacunar la caballada. Lo hicieron con las dosis que habían dejado a resguardo en el Club Retama apenas llegaron a Texas.
"A los tres días de la revacunación los caballos se agarraron una tos terrible. Tenían rinoneumonitis. Fue rarísimo. Los caballos de los rivales estaban perfectos, ni rastros de la supuesta tos que decían. La historia da para una novela. La verdad es que los caballos no estaban para jugar, pero teníamos unas ganas terribles y jugamos igual. El caballo puede jugar con tos, pero no es lo mismo. Hicimos un buen partido. Parejo, durísimo hasta el 4° chukker. Lo ganamos 11-8. Lo jugamos porque sabíamos que lo íbamos a ganar igual", cuenta Alberto Heguy. Y agrega: "A mi mejor yegua, la Purita, encima la había picado una cascabel. Pobre, tenía la mano hinchada y estaba con tos. Se la rebancó. Pero sentía que si no jugaba en la Purita, no era yo".
Nunca hubo una denuncia formal sobre un eventual sabotaje por el estado de las vacunas que habían quedado guardadas en el laboratorio del club Retama, pero cuentan que en esa época Tito Lezcano desconfiaba de las constantes visitas a los boxes argentinos de un veterinario americano que estaba suspendido en todos los hipódromos locales. Supuestamente interesado el hombre en adquirir caballos argentinos.
Tras la victoria en el primer encuentro, la Argentina estaba más cerca de conquistar por sexta vez el torneo. Y Juancarlitos Harriott y Horacio Heguy, de su despedida del cuarteto famoso. Pero esa misma noche empezó a barajarse una posibilidad concreta: la de no jugar el segundo partido y reservar los caballos para un tercer choque.
"Terminamos el partido con los pantalones llenos de mucosidad y de sangre de los caballos. Algunos estaban muy desinflados, con fiebre. Alvaro Pieres tenía un trabajo de la gran siete. Pensábamos que no íbamos a poder jugar el segundo partido al domingo siguiente. La idea era dar los puntos, para ir al tercero a definir. El lunes los caballos eran un desastre: no comían, apenas tomaban agua. El martes estaban un poco mejor. El miércoles jugamos una practiquita y ahi dijimos de probar, de tirarnos un lance. Nos arriesgamos y ganamos. Ahí se liquidó la serie. Pero algunos de los buenos-buenos no los pudimos jugar. Recuerdo que tenía a la Pluma, al Burrito. Los caballos de los otros ni me los acuerdo ya. Esos caballos aguantaban todo el chukker", asegura Harriott (h.).
Ese segundo partido se resolvió por 10-6. La Argentina ganaba la Copa de las Américas. Quedaba un tercer partido, vendido para la TV, pero ya no sería con el equipo completo: Tanoira y Merlos entraron por Harriott (h.) y Horacio Heguy. Estados Unidos saboreaba la victoria del consuelo...pero ni eso: perdió por cuatro goles. Pero el máximo valor de la serie estuvo luego de ese segundo triunfo. Era un momento muy especial. Fuera de la cancha, los mellizos Horacito y Gonzalo, con 16 años, asistían a la última función del padre. También estaban el Ruso y Pepe, hijos de Alberto Pedro, que seguiría en acción ¡hasta...1991!
"Volvimos apenas terminaron los partidos. Fue un festejo tranquilo. Nos habían recibido con alfombra roja, mariachis y una comisión de damas de bienvenida, y cuando nos fuimos estábamos solos. ¡No nos acompañaron ni al avión! Y acá, en Ezeiza, no hubo recepción especial ni nada. ¡Si en la aduana hasta nos sacaron un Winchester que habíamos obtenido como premio por ganar el tercer partido! Ningún privilegio", relata Alberto Heguy, que meses después rearmaría el equipo de Coronel Suárez para ser campeón de Palermo otros dos años, con Alfredo Harriott, Celestino Garrós y un chico de 17 años que sorprendía a todos: Benjamín Araya.
La decisión estaba tomada. Y sin presiones, Juancarlitos asumió ese momento especial de su carrera: "Teníamos 40 y monedas con Horacio. Era tiempo de pensar en otras cosas. ¿Si sentí presión por jugar con la camiseta argentina? Capaz que no, ¿eh? Con la camiseta de Suárez jugué toda la vida. Con la de Argentina ya lo había hecho. Jugar por el país era una responsabilidad, sin dudas. Pero tratamos de tener la misma mentalidad que teníamos con el equipo de Suárez. Pero no lo sentía como algo superior a jugar un Abierto de Palermo por ejemplo". Y remata con una gracia: "Acabo de hablar con Alfredo (el hermano). ¡No podía creer que ya hayan pasado 40 años de lo de San Antonio y se pegó una puteada de aquellas de puro sorprendido! Y también es raro que no se haya vuelto a jugar la Copa. Pero bueno, eso ya no sé porqué fue".
Un momento especial en Palermo
Llega la hora del almuerzo en Intendente Alvear y Alberto Heguy insiste con la falta de solemnidad del viejo Coronel Suárez. "Ganábamos Palermo y nos cerraban la boite Mau Mau. Ese era nuestro único festejo. Perdimos dos veces el Abierto: una vez porque Horacio tenía hepatitis, en 1971, y en 1973 porque se estaba divorciando y tenía la cabeza en otro lado. Le propuse a Juancarlitos jugar yo de 2 y que Horacio fuera de 1 para aliviarle la tarea y ¿sabés que me respondió? 'Hablalo vos con tu hermano. Pero si eso le cae mal, mejor perder el Abierto que ofenderlo a Horacio'. Jugamos igual, sin cambiar puestos, y perdimos. Eso era Suárez", enfatiza Alberto.
Pasaron cuatro décadas y el nombre de las leyendas sigue presente. Horacio Antonio Heguy falleció en enero de 1998, aunque se dio otro gusto en su vida: jugar con sus hijos (Gonzalo, Horacito y Marcos) y hasta llegar a otra final de Palermo, en 1984, con los mellizos. Alberto Pedro Heguy tiene 79 años y alterna sus días entre el campo y Buenos Aires. Los Harriott siguen en Coronel Suárez: Juancarlitos con 83 y Alfredo con 74.
La pregunta de rigor no podía faltar...
–Alberto, ¿te quedaste con ganas de enfrentar a esta versión de La Dolfina, de Cambiaso, Stirling, Mac Donough y Nero?
–Siempre dije que los indestructibles de nuestro equipo eran Juancarlitos y Horacio, que con Alfredo acompañábamos. Con ellos dos, con el equipo completo, le podíamos jugar a cualquiera. No digo ganarles, ¿eh? Porque admiro lo que juega este equipo de La Dolfina, son todos extraordinarios. Pero así como consideramos que Cambiaso hoy es imbatible, Juancarlitos y Horacio eran imbatibles en aquella época. Sí, podíamos jugarles. Claramente.
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